domingo, 27 de junio de 2010

Grandes Retos de un Administrador: El Empleado Resentido

En muchas ocasiones un administrativo o gerente se encuentra con uno de los más grandes escollos en su camino hacia el alcance de la máxima eficiencia para la operación que regenta: los empleados resentidos.

Éste tipo de colaborador es aquel que se siente menospreciado y al cual - según él mismo - nunca se le reconocen las cosas buenas que hace, sino que generalmente solo le resaltan lo malo.
Está lleno de frustración, desconfianza y amargura.

Dicho colaborador también siente que sus superiores tienen un concepto negativo de su persona, y que como consecuencia de ello no importa lo que haga, siempre se considerará que su trabajo y resultados son insatisfactorios. Está totalmente convencido de ello.

Ante éste tipo de certeza existirían dos formas de reaccionar por parte del colaborador: la constructiva y la nociva.

LA CONSTRUCTIVA
La misma consiste en comenzar a demostrarle a todos en la empresa que el mal concepto que se tiene de él - del colaborador - es equivocado por medio de mejorar los resultados que produce en sus actividades diarias.
Comenzará a demostrar que su trabajo es intachable, exacto, pertinente y oportuno.
Con ello se blindará contra cualquier dardo de reclamo o censura y garantizará su permanencia en la compañía, ya que nadie despide a un trabajador eficiente.

LA NOCIVA
Lastimosamente, la mayor parte de los colaboradores optan por reaccionar con ésta última opción, quizás porque es la que menos esfuerzo requiere; aunque los resultados a la larga van a perjudicar al colaborador.

El empleado asume que no importa lo que haga, la imagen negativa que se tiene de él no va a cambiar, por lo que opta por bajar los estándares de su trabajo y la eficiencia y pertinencia de los resultados que produce, ya que según él no amerita el esfuerzo ya que nadie se lo va a reconocer.


Lo más triste es que muchas veces el colaborador crea situaciones que solo existen en su mente, ya que a veces resulta que nadie la tiene en contra de él, por lo que no amerita estresarse y sufrir por una imaginaria persecución.

Por el lado del administrativo, es bien complicado - pero no imposible - revertir la tendencia del empleado hacia su auto destrucción laboral, ya que un colaborador de éste tipo ha perdido la fe y la confianza en sus superiores.
Vencer esa natural desconfianza constará de mucho esfuerzo por parte del directivo. Al final habrá que sopesar los resultados de sus gestiones para evaluar si se obtuvieron los objetivos deseados.

Lo que sí es cierto es que siempre deberemos hacer nuestro mejor esfuerzo y ganarnos la imagen de empleados eficientes, celosos de su trabajo y de los resultados que producimos.
Con ello podemos tener la certeza de que contaremos con un trabajo por mucho tiempo.

Yohel
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viernes, 18 de junio de 2010

Saramago en 10 frases - ADN.es

ARREPENTIMIENTO

Para qué sirve el arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado. El arrepentimiento mejor, es sencillamente cambiar (Verdemente).

CAPITALISMO

"El capitalismo clásico explotaba a los asalariados; el neocapitalismo explota a los consumidores. Es necesario que las mayorías acumulen cosas para que las minorías acumulen capital" (apuntes del periodista Carlos Luis Álvarez Cándido).

ENFERMEDADES

"Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en el triunfo personal" (Misobitácora).

FELICIDAD

"Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso" (Verdemente).

INFIERNO

"El mundo es la sede del infierno: millones de personas nacen para sufrir y no interesan a nadie" (Yahoo Noticias).

LUCHA

"A veces la gente empieza a luchar por alguna cosa y acaba ganando otra... Pero para ganar la segunda hay que empezar luchando por la primera" (fragmento de Levantado del suelo).

PORNOGRAFÍA

"Para mí lo obsceno no es la pornografía, lo obsceno es que la gente se muera de hambre" (La Voz de Galicia).

RELIGIÓN

"Soy ateo, no creo en la existencia de un dios... Me parece aberrante creer en un dios. La religión nunca ha servido para acercar a los seres humanos... Fue creada para juzgar, para utilizar la fe a conveniencia propia. La religión es muy mala, sin ella tendríamos un mundo más pacífico" (Estereofónica).

RICOS

"Y yo pregunto a los economistas políticos, a los moralistas, si ya han calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infamia, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico" (Cuadernos de Lanzarote).

TELÉFONOS MÓVILES

"Los teléfonos móviles y otros artilugios son instrumentos de comunicación y de trabajo. En ese sentido hay que darles la misma atención que a los que usábamos antes. El problema está en saber si los usamos o si somos usados por ellos" (Elmundo.es).

Frases tomadas del blog Saramago, opiniones

via adn.es

Un pequeño tributo a un gran escritor y pensador.

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Pensar, Pensar

Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.

Revista del Expresso, Portugal (entrevista), 11 de octubre de 2008

Realmente si los pueblos como tal fuéramos más analíticos y amáramos más el conocimiento, en lugar de verlo como algo aburrido, podríamos enfrentar mejor los avatares diarios de la vida; aspirar a ser países de primer mundo y blindar nuestras democracias contra los oportunistas y corruptos que siempre se enquistan en los Gobiernos apelando a la memoria de corto alcance de los pueblos y su ya legendaria aversión a pensar y analizar las palabras de sus políticos.

Yohel

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jueves, 17 de junio de 2010

¿Cual es la verdadera labor de un Administrador?

Muchos gerentes, jefes y administradores no lo saben pero gran parte de su labor consiste en resolver problemas y en prevenir crisis, o sea evitar que lo importante se convierta en urgente.
En ésto último radica en realidad el secreto de un administrador exitoso.

Sin embargo es un hecho que algo que es una constante en el devenir de todo administrador son los imprevistos.
Estos odiosos entes a veces son a causa de nuestro actuar o de nuestra dejadez y pereza; mientras que en la mayoría de los casos se debe a circunstancias externas que en muchas ocasiones nos hacen creer que estamos siendo víctimas de las travesuras de un dios juguetón que se goza en vernos sufrir.

Una de las principales características que hay que cultivar es aquella que nos permita afrontar los problemas no planificados con mente fría y creatividad y no con enojo y frustración, ya que estos últimos son malos consejeros a la hora de actuar para resolver.

Aprendamos a aceptar los imprevistos como parte del paquete que nos es asignado para administrar y al momento de caer en cuenta de ello podremos suprimir toda ira. Con ello lograremos encontrar más y mejores soluciones.

Sin embargo desde el inicio de nuestra gestión deberemos diseñar un sistema que se encargue de lo importante antes que se torne urgente, ya que a la larga el apuro y el estrés causado por la presión de resolver una situación que ha hecho crisis muchas veces conduce a males mayores.

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El Verdadero Significado de Tus Obstaculos..., de Willis Natera

Todos los tenemos. Nadie escapa de ellos.

Toda historia de éxito los contiene. Y las de fracaso, también. Pero en el manejo de éstos es dónde se define la victoria o la derrota.

Hay quienes creen que su existencia significa que no deben seguir. Hay quienes se pierden en el juego y confunden su significado.

Sólo quienes comprenden el propósito de éstos, manifiestan la “alquimia” transformando lo que para la mayoría es una adversidad, en lo que para los que triunfan es una oportunidad.

Obstáculos. Problemas. Desafíos. Retos. Adversidad. Crisis.

¿Por qué? “¿Por qué a mí?”, dicen algunos.

Entender las razones y las causas de que algo se manifieste en tu vida es útil si esa búsqueda se convierte en claridad y cambio. Claridad para marcar mejor tu rumbo y cambio para ser más eficáz en el logro de lo que buscas.

Pero la mayoría de la gente, cuando se pregunta el por qué de sus tribulaciones, se queda atrapada en la culpa. O cuando menos, en la sensación de una autoestima debilitada por la realidad del momento.

Antes que buscar el por qué, es de mayor valor explorar el para qué.

Más que la razón, es una cuestión de propósito. ¿Cuál es el propósito de los obstáculos? ¿Para qué sirven?

Algunos te dirán que es para que abandones el camino. Argumentarán que las barreras son una indicación de que por ahí no es el camino. Los más negativos, dirán que los fracasos son muestra de que no tienes con qué.

Pero, ¿quiénes hablan así?

Los que no han logrado sus sueños. Los que se han quedado atrás. Quienes se han conformado con una pálida versión de lo que una vez creyeron que era posible.

Pregúntale a alguien que está viviendo su vida plenamente. Interroga al que ha triunfado. Pide consejo al que está del otro lado del fracaso. Explora qué piensa el que exuda plenitud.

Te dirán algo totalmente diferente.

Te entregarán un significado, un entendimiento sobre lo que significa un obstáculo, que es opuesto al de la mayoría.

Y no en vano lo han logrado. No por casualidad son quienes son.

Palabras más, palabras menos, te dirán lo siguiente:

"Los obstáculos no están ahí para impedirte lograr lo que quieres. Las barreras aparecen en tu camino para darte el chance de mostrar cuán intensamente quieres lo que deseas".

Si no entiendes esto, al buscar entender el por qué algo sucedió te enrredarás en la culpa y se debilitará tu determinación a lograr.

Es cuando comprendes que las barreras, los obstáculos, las adversidades, los desafíos y los problemas no están ahí para frenarte, sino para que decidas qué tanto lo quieres y fortalezcas tu carácter, podrás indagar en las causas con el entusiasmo por encontrar la próxima clave que te permitirá llegar más allá.

"Los obstáculos no existen para frenar a quienes realmente están comprometidos con su éxito. Están ahí para detener a todos los demás".

Ante las circunstancias negativas en las que te puedas encontrar, recuerda esto: ellas también pasarán.

Así como ha sido todo en tu vida. Llegará en momento en que no estarán. Son circunstancias. Son eventos. Son etapas y estaciones.

Te toca a ti decidir si tu compromiso con lo que quieres es tan transitorio como el problema del momento, o si es ahora la oportunidad para conectarte con tu fuerza interna y avanzar.

Porque el éxito está lleno de obstáculos, de caídas, de tropiezos y equivocaciones.

Quienes lo conquistan no son perfectos. No son inmunes. Son simplemente seres de carne y hueso que deciden, ante cada nuevo desafío, perseverar. Una y otra vez.

Personas, como tú, que eligen entender que cada obstáculo es una oportunidad para renovar y reforzar su fe, su determinación y su convicción puesta en acción por mejores posibilidades.

¿Cuál es el verdadero significado de tus obstáculos? El que tú decidas.

En ti está relacionarte con lo que te sucede de manera potenciadora. De ti depende aprovechar las circunstancias para definir tu fe y poner tu determinación en acción.

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Copyright © 2005 por
Leo Alcalá —Autor y Conferencista Internacional
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domingo, 6 de junio de 2010

El celular de Hansel y Gretel by Hernán Casciari

Anoche le contaba a mi hijita Nina un cuento infantil muy famoso, el de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm.

En el momento más tenebroso de la aventura, los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer.

Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: 'No importa. Que llamen al papá por el celular'.

Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo, descubrí qué espantosa resultaría la literatura -toda ella, en general- si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica, en cualquiera que se le ocurra. Desde la Odisea hasta Pinocho, pasando por El viejo y el mar, Macbeth, El hombre de la esquina rosada o La familia de Pascual Duarte. No importa si el argumento es elevado o popular, no importa la época ni la geografía.

Piense el lector, ahora mismo, en una historia clásica que conozca al dedillo, con introducción, con nudo y con desenlace. ¿Ya está?

Muy bien. Ahora ponga un celular en el bolsillo del protagonista. No un viejo aparato negro empotrado en una pared, sino un teléfono como los que existen hoy: con cobertura, con conexión a correo electrónico y chat, con saldo para enviar mensajes de texto y con la posibilidad de realizar llamadas internacionales cuatribanda.

¿Qué pasa con la historia elegida? ¿Funciona la trama como una seda, ahora que los personajes pueden llamarse desde cualquier sitio, ahora que tienen la opción de chatear, generar videoconferencias y enviarse mensajes de texto? ¿Verdad que no funciona un carajo?

La Nina, sin darse cuenta, me abrió anoche la puerta a una teoría espeluznante: la telefonía inalámbrica va hacer añicos las viejas historias que narremos, las convertirá en anécdotas tecnológicas de calidad menor.

Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate.

Con un móvil en la canasta, Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria.

Con telefonito, el Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam.

Y Tom Sawyer no se pierde en el Mississippi, gracias al servicio de localización de personas de Telefónica.

Y el chanchito de la casa de madera le avisa a su hermano que el lobo está yendo para allí.

Y Gepetto recibe una alerta de la escuela, avisando que Pinocho no llegó por la mañana.

Un enorme porcentaje de las historias escritas (cantadas o representadas) en los veinte siglos que anteceden al actual, han tenido como principal fuente de conflicto la distancia, el desencuentro y la incomunicación. Han podido existir, gracias a la ausencia de telefonía móvil.

Ninguna historia de amor, por ejemplo, habría sido trágica o complicada, si los amantes esquivos hubieran tenido un teléfono en el bolsillo de la camisa.

La historia romántica por excelencia (Romeo y Julieta, de Shakespeare) basa toda su tensión dramática final en una incomunicación fortuita: la amante finge un suicidio, el enamorado la cree muerta y se mata, y entonces ella, al despertar, se suicida de verdad. (Perdón por el espoiler).

Si Julieta hubiese tenido teléfono móvil, le habría escrito un mensajito de texto a Romeo en el capítulo seis:

M HGO LA MUERTA, PERO NO TOY MUERTA. NO T PRCUPES NI HGAS IDIOTCS. BSO.

Y todo el grandísimo problemón dramático de los capítulos siguientes se habría evaporado. Las últimas cuarenta páginas de la obra no tendrían gollete, no se hubieran escrito nunca, si en la Verona del siglo catorce hubiera existido la promoción 'Banda ancha móvil' de Movistar.

Muchas obras importantes, además, habrían tenido que cambiar su nombre por otros más adecuados. La tecnología, por ejemplo, habría desterrado por completo la soledad en Aracataca y, entonces, la novela de García Márquez se llamaría 'Cien años sin conexión': narraría las aventuras de una familia en la que todos tienen el mismo nick (buendia23, a.buendia, aureliano_goodmornig) pero a nadie le funciona el Messenger.

La famosa novela de James M. Cain - 'El cartero llama dos veces'- escrita en 1934 y llevada más tarde al cine, se llamaría 'El gmail me duplica los correos entrantes' y versaría sobre un marido cornudo que descubre (leyendo el historial de chat de su esposa) el romance de la joven adúltera con un forastero de malvivir.

Samuel Beckett habría tenido que cambiar el nombre de su famosa tragicomedia en dos actos por un título más acorde a los avances técnicos. Por ejemplo, 'Godot tiene el teléfono apagado o está fuera del área de cobertura', la historia de dos hombres que esperan, en un páramo, la llegada de un tercero que no aparece nunca o que se quedó sin saldo.

En la obra 'El jotapegé de Dorian Grey', Oscar Wilde contaría la historia de un joven que se mantiene siempre lozano y sin arrugas, en virtud a un pacto con Adobe Photoshop, mientras que en la carpeta Images de su teléfono una foto de su rostro se pixela sin remedio, paulatinamente, hasta perder definición.

La bruja del clásico Blancanieves no consultaría todas las noches al espejo sobre 'quién es la mujer más bella del mundo' porque el coste por llamada del oráculo sería de 1,90 la conexión y 0,60 el minuto; se contentaría con preguntarlo una o dos veces al mes. Y al final se cansaría.

También nosotros nos cansaríamos, nos aburriríamos, con estas historias de solución automática. Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura (los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas) fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi.

Todo ese maravilloso cine romántico en el que, al final, el muchacho corre como loco por la ciudad, a contrarreloj, porque su amada está a punto de tomar un avión, se soluciona hoy con un SMS de cuatro líneas.

Ya no hay ese apuro cursi, ese remordimiento, aquella explicación que nunca llega; no hay que detener a los aviones ni cruzar los mares. No hay que dejar bolitas de pan en el bosque para recordar el camino de regreso a casa. La telefonía inalámbrica -vino a decirme anoche la Nina, sin querer- nos va a entorpecer las historias que contemos de ahora en adelante. Las hará más tristes, menos sosegadas, mucho más predecibles.

Y me pregunto, ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real, no estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente? ¿Alguno de nosotros, alguna vez, correrá desesperado al aeropuerto para decirle a la mujer que ama que no suba a ese avión, que la vida es aquí y ahora?

No. Le enviaremos un mensaje de texto lastimoso, un mensaje breve desde el sofá. Cuatro líneas con mayúsculas. Quizá le haremos una llamada perdida, y cruzaremos los dedos para que ella, la mujer amada, no tenga su telefonito en modo vibrador.

¿Para qué hacer el esfuerzo de vivir al borde de la aventura, si algo siempre nos va a interrumpir la incertidumbre? Una llamada a tiempo, un mensaje binario, una alarma.

Nuestro cielo ya está infectado de señales y secretos: cuidado que el duque está yendo allí para matarte, ojo que la manzana está envenenada, no vuelvo esta noche a casa porque he bebido, si le das un beso a la muchacha se despierta y te ama. Papá, ven a buscarnos que unos pájaros se han comido las migas de pan.

Nuestras tramas están perdiendo el brillo -las escritas, las vividas, incluso las imaginadas- porque nos hemos convertido en héroes perezosos.

Hernán Casciari
Escritor y periodista argentino

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viernes, 4 de junio de 2010

EL ABISMO

El vacío le estaba llamando.

El hombre - Amaury era su nombre - miraba fijamente hacia abajo, apenas sostenido por sus dos manos y por débiles jirones de voluntad.

Se encontraba en la azotea del último piso - de una torre de 40 - del otro lado de la baranda. Sus pies apenas cabían en el poco espacio que había.

Su deseo y voluntad eran uno solo: terminar con todo y abandonar éste mundo cruel que tan ingrato había sido con él.

El sol brillaba intensamente y la velocidad del viento era tal que estaba completamente seguro de que con solo soltar una de sus manos la fuerza del mismo le arrastraría inexorablemente al abismo.

Una pájaro pasó volando casi enfrente del hombre y - como si él no existiese - continuó su vuelo con rumbo desconocido, sin siquiera percatarse del drama que se desarrollaba a su alrededor.
Amaury estaba a pocos segundos de armarse del valor suficiente para saltar al vacío y terminar con todo.

En realidad la decisión ya estaba tomada desde el momento que apretó el botón del elevador para desplazarse hacia lo más alto de la mole de concreto - pasando primero por sus entrañas - para poder llegar a su cima.

Mientras su cabello se mecía con la brisa, meditaba en lo injusta que había sido la vida con él: despedido de su trabajo; dueño de un cúmulo de deudas atrasadas y candidato seguro a un embargo de su casa, a causa de los atrasos que tenía con sus pagos.
Y lo peor es que no había reunido el valor para decirle a su familia la gravedad de la situación. Su hombría le impedía hacerlo.

Había intentado de todo para encontrar una salida, pero ya ninguna de sus tarjetas de crédito "estiraba más". En realidad ellas eran la causa primaria de que estuviese cara a cara con la Parca y a punto de dilucidar la Gran Incógnita.
Estaba totalmente convencido de que a sus 45 años las opciones para comenzar de nuevo eran prácticamente inexistentes.

Por un momento su mente se lanzó al aire primero que su cuerpo y a causa de ello por un instante pudo sumergirse en las placenteras aguas del pasado y estremecerse al sumergirse en ellas.
Se vio rodeado súbitamente de tantos recuerdos y memorias de otros tiempos ya idos - todos ellos pletóricos de juventud y esperanzas - que su corazón por un momento volvió a sentir alegría y regocijo.

Al momento de desembarazarse del abrumador abrazo del pasado cayó en cuenta de que ahora solo tenía deudas; compromisos; una reluciente calva; 45 años; un prominente vientre y un corazón aplastado por la desesperanza y la desilusión.
La decisión estaba tomada: saltaría y acabaría con todo, en los segundos que le tomara llegar hasta el suelo y estallar en miles de pedazos sanguinolentos. En realidad hacía mucho tiempo se sentía así.

Estaba abriendo una de sus manos cuando ocurrió el más bizarro de los acontecimientos: su celular empezó a sonar.

Dicho evento le sacó de concentración y por puro instinto su mano volvió a engarfiarse contra el duro tubo de metal de la baranda en un acto reflejo que no tenía nada que ver con su voluntad de morir a la brevedad posible.

Por unos instantes - "ring" - estuvo indeciso sobre si contestar o no.
Por una parte - "ring" - le parecía patético que un casi suicida considerase contestar una llamada cuando estaba a solo - "ring" - dos manos de caer en el abismo.

Sin embargo - "ring" - otra parte de su ser deseaba saber quién y para que le distraía de la tarea más relevante de su vida: aquella que acabaría con ella. "Ring".

Súbitamente el sonido del celular cesó y nuevamente el bramar del frío y poderoso viento que corría a su alrededor reinó, opacando con su fuerza todos los demás sonidos.
Si alguien pudiese verlo en ese momento habría podido pensar que se había tornado en estatua de piedra. Tal era su inmovilidad y concentración.

El sonido de la alarma de su celular - avisándole que tenía un mensaje de voz - casi le hace caer en brazos de la muerte. Tal fue el susto que le causó.

Pudo más la curiosidad por saber quién era el inoportuno que se interponía entre él y sus ansias de morir: no podía concebir el desespero que podría sentir en su caída ante la entonces imposibilidad de poder saber el contenido de ese último mensaje.

Giro sobre sí mismo y se afianzó con la baranda, no fuese que cayera por un último acto de torpeza y no por un claro acto totalmente bajo su control, como pocas veces en su vida había podido.

Marcó las teclas y los códigos necesarios para escuchar el que él consideraba su último mensaje de voz.
Apenas escuchó la primera milésima de segundo del mismo reconoció a su autor: era su hijo de 9 años.

- "Papá, porfa cuando regreses, pasa por la farmacia y compra papel, ya que necesito imprimir la tarea y ya no hay."

Su voz sonaba tan hermosa que las lágrimas empezaron a inundar sus ojos y sintió como su alma se desplomaba totalmente dentro de él, bajo el peso del amor más puro y sublime de todos.

- "Y si puedes me compras un M&M. Tu sabes, del que a mí me gusta - continuó. "Te quiero mucho."

Se abrazó contra el barandal y todo ese dolor que llevaba por dentro fluyó como un torrente - causándole inclusive arcadas, actuando como un ente de depuración y purificación total.
Así estuvo por varios minutos mientras jadeaba violentamente.

Después que recuperó la calma - y de que ya no tuviese más lágrimas - había tomado una decisión. Ya no habrían más dudas.

Mientras se dirigía de vuelta hacia la puerta – la que hasta hacía unos momentos atrás pensó sería la última que atravesaría - iba pensando en que todavía tenía muchas cosas por hacer.
Pero por ahora se concentraría en conseguir una resma de papel y un paquete de chocolates.
Ya se preocuparía por lo demás en su momento.

Después que la puerta se cerró detrás de él, el viento aulló con mayor fuerza, pero Amaury nunca se percató de ello.

Autor: Yohel Amat

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