sábado, 23 de junio de 2012

En este mundo frío...

El mundo no es todo alegría y color... Es un lugar terrible, y por muy duro que seas, es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si no se lo impides. Ni tú, ni yo, ni nadie golpea más fuerte que la vida. Pero no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte. Y lo aguantas mientras avanzas, hay que soportar sin dejar de avanzar. ¡ASI ES COMO SE GANA! Si tú sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces. Pero tendrás que aguantar los golpes.
Rocky Balboa




Estas palabras son tan ciertas.

Anoche estaba meditando mientras cenábamos en Multicentro acerca de como harían los empleados de ese restaurante - eran las 9:30pm - para ir a sus casas a esa hora, asumiendo que no tienen carro.

Meditaba en la mesa sobre lo dura que es la vida. Con dura, me refiero a implacable: a la vida le importa un carajo nuestros problemas.

Volviendo a mis elucubraciones de anoche, pensaba que esos empleados tenían que tener un sistema que les permitiese llegar a sus casas con vida, superando las molestias y el horror de que te mataran a esa hora para asaltarte.

Todo por la "injusticia" de ser empleado de un restaurante, con cuyo salario jamás podrás comprarte un carro.

La vida nos hace ser creativos, porque si nos dejamos vencer por los golpes recibidos - y cada día es otro asalto de boxeo - quedaremos postrados.

Y a nadie le gustan los perdedores ni los vencidos.

Hay gente que me discute al respecto, pero insisto: con toda la belleza que encierra, este es un mundo frío, duro como el pedernal y carente de alma y de corazón.

No existe el bien o el mal, lo justo y lo injusto: la vida es como es y punto.

Quizás todas estas angustias metafísicas vengan de la creencia de que somos superiores al resto de organismos que nos acompañan en este viaje ya de varios siglos, sin embargo puede ser que para el mundo, no valgamos más que hasta la más insignificante de las hormigas.

Autor: Yohel Amat


NOTA: agradezco al hermano @OlmedoSole ya que gracias a una publicación suya fue que me animé a escribir esta columna.