jueves, 30 de julio de 2009

Una Inspiración para el Camino

"Un padre es más de un centenar de maestros de escuela". - George Herbert

En muchas ocasiones de la vida nos hemos encontrado en encrucijadas donde todos los caminos que yacen ante nosotros se tornan oscuros; trabajosos y tormentosos.

Es en esos momentos donde nos damos cuenta de lo solitario que es nuestro andar por la vida, y de lo importante que es contar con una figura que nos sirva de norte y nos ayude - directa e indirectamente -a soportar el camino que tenemos por delante.

Mas aún, cuando veamos asombrados los destrozos causados en nuestra vida por nuestros errores y desaciertos, en muchas ocasiones tenderemos a auto recriminarnos y a sentirnos como los seres mas inútiles sobre la faz de la Tierra.
Ello nos puede hacer perder el rumbo o peor aún: sumergirnos en la depresión y en la postración.

Es en esos momentos donde deberemos hacer una pausa y buscar en el fondo del corazón esa persona o personas a las cuales les debemos algo: les debemos el hacernos merecedores a tantas esperanzas y a tanto amor.
En mi caso, esa persona es mi padre.

Se llamaba Juan Amat y fue la persona que me enseñó los principios y valores – correctos e incorrectos - que guiarían mi vida y que esculpirían mi carácter.
Siempre tuvo altas expectativas para mí - ¿Que padre no las tiene? – y siempre trató de ayudarme cuando me equivoqué.

En muchas ocasiones, a lo largo de mi vida adulta, he recriminado a mi padre por no haber hecho mucho mas por mí en momentos críticos de mi vida.
Ahora – después del paso del tiempo – he podido darme cuenta de que en su momento no me había hecho merecedor a dicha ayuda, ya que mis acciones y carácter en esos momentos no me hacían digno de confianza.
Ahora lo entiendo.

Mi padre murió en Diciembre del año 2000 y todavía ese espacio que dejó en mi corazón nunca ha sido llenado.
Permanentemente sopla en él el frío viento de la recriminación y el duro halito del remordimiento por las cosas que no hice por él… cuando pude.

No estoy orgulloso de muchas cosas en mi vida, pero al igual que lo he mencionado en otra columna (http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/tu-pasado-es-tu-escuela-o-es-tu-garrote.html) estoy aprendiendo a usar mi pasado como una escuela, y no como instrumentos de flagelación con el cual castigarme por tantos desaciertos cometidos.

Siendo así, cada día que Dios me da de vida lo utilizaré para convertirme en una persona que pueda pararse ante su padre con la frente en alto y con el orgullo de haber no solo llenado las expectativas, sino superado las mismas… y con creces.

Siempre debemos contar con esa persona – viva o en el éter – que nos sirva de ariete para destrozar los obstáculos que se nos presenten en la vida; y como inspiración para ser cada día mejores personas.

De ninguna forma sugiero que mi padre fuera perfecto o que careciera de errores… nada mas lejos de ello.
Sin embargo el amor y entrega que siempre tuvo para con nosotros – mi madre y mi hermano – me inspiran a admirarle como lo que fue: un gran ser humano.

Muchas veces nos queremos tan poco, que es bueno recurrir a figuras que nos recuerden que no vinimos a este mundo para llenar un espacio, sino para hacer grandes cosas.
Con el y con mi familia sé que mi búsqueda de la excelencia me llevara a buen puerto.

Y a ti también, querido lector.

Autor: Yohel Amat


¿Como Cruzas tu Calle? (Parte II)

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¡Caer está permitido. Levantarse es obligatorio!. - Proverbio ruso

En artículo anterior (http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/como-cruzas-tu-calle.html) reflexionamos sobre la diferencia entre ser optimista y ser positivo.

Resaltamos que era muy importante combinar ambas características en igual medida para que nuestros planes de acción tuvieran un balance entre la realidad y lo etéreo.

Para ilustrar el punto utilizamos el ejemplo de tres diferentes formas por las que podamos optar para cruzar una calle.

En el primer caso (el conservador), podemos optar por esperar que no haya ningún carro a la vista para cruzar.
En el segundo caso (el positivo), podemos esperar el momento mas oportuno para cruzar; planear muy bien la estrategia necesaria; e inclusive diseñar un plan de contingencia en caso de que súbitamente aparezca un vehículo.
Por último (el optimista), podemos abrazar la teoría de que todo saldrá bien y que los hados estarán de nuestra parte.
Por ello procederemos a cruzar nuestra calle sin plan alguno y sin meditación previa.

Ahora, en cualquiera de los tres casos, existen probabilidades de ser “atropellados” en el proceso de alcanzar un objetivo. Incluyendo el caso de los conservadores.

Lo bueno es que raras veces el “atropello” es mortal: tenemos el libre albedrío de decidir si morimos o si continuamos.

Es por ello que hoy nos concentraremos en el caso fortuito de que seamos atropellados por los inconvenientes no planeados, por los azares del destino; por nuestra incapacidad; o por nuestra candidez.

El Conservador

Este es el mas improbable de los tres casos. Normalmente no será atropellado ya que nunca pudo, ni tan siquiera, cruzar su calle, ya que casi siempre habrán carros circulando – por pocos que sean – retando nuestra habilidad para continuar nuestro camino.
Lo mas probable es que nuestro amigo languidezca el resto de su vida en la acera esperando que los astros se alineen para poder cruzar. Si es que le quedan deseos de hacerlo.

Si por alguna circunstancia de la vida llegase la oportunidad de cruzar - de acuerdo a sus estándares - y aún así resulte atropellado; lo mas probable es que el conservador quede en el suelo lamentándose de su imprudencia y de el porque no se quedó en la segura orilla.
Maldecirá a los dioses; y si logra nuevamente arrastrarse hasta la acera – por supuesto de la que partió, no a la de destino – nunca más hará otro intento.
- “¡Yo lo sabía!” – será su eslogan por el resto de su vida.

El Positivo

El positivo se levantará y analizará los daños.
Determinará cuales fueron las causas por la cuales – y a pesar de todas sus previsiones – se dio la aciaga circunstancia.
Con ese conocimiento, afinará su estrategia e intentará continuar su camino. Se dirigirá nuevamente hacia la acera de destino, ya que está a medio camino y a la misma distancia que la acera desde la cual partió.

El Optimista

Su comportamiento será sutilmente diferente al de nuestro amigo el positivo.
La diferencia estribará en que el optimista, como siempre, obviará el paso de aprendizaje y planificación y procederá a continuar su camino confiando en que todo saldrá bien.
El riesgo que corre el optimista será el de ostentar las mayores probabilidades de volver a ser atropellado.
En consecuencia – y luego de varios percances más – podrá tender a perder el espíritu y terminar por unirse a las huestes de los conservadores.

No ha aprendido las lecciones de la vida quien diariamente no ha vencido algún temor. - Ralph Waldo Emerson

La realidad es una: con haber alcanzado el otro lado de la calle, el camino no termina.
Todavía habrán muchas calles más que cruzar.

Lo bueno es que con cada una que crucemos iremos perfeccionando la técnica debido a la acumulación de experiencia.
En un momento dado los percances se reducirán al mínimo.

Lo triste es quedarse en la acera de origen – aparenta ser lo más seguro – ya que languidecerán allí la mayoría de los transeúntes, todos desalentando a los que si pretendan cruzar la calle, por medio de contarles lo mal que les fue a ellos en anteriores intentos… si es que alguna vez lo intentaron.

Su estrategia principal de desaliento será el pronosticar – cual imponente agorero – todas las cosas que podrán salir mal al intentar cruzar la calle y continuar el camino.
Con lujo de detalle describirán todos los accidentes que han presenciado desde la acera y varios de ellos detallarán todas las heridas que sufrieron al hacer el intento.
-“¡Quédate con nosotros!” – les dirán - “Aquí estamos seguros.

El conservador invertirá su tiempo en lo que sea para entumecer su mente y espíritu con rutina, de manera que los mismos no sean conscientes de que están deteniendo su avance simplemente por el miedo a los riesgos.
Vivirán el resto de sus vidas en la seguridad de sus tumbas, cual modernos muertos vivientes… pero seguros.

Aprender a superar los infortunios y percances debería ser parte natural de nuestro crecimiento, pero nuestros miedos nos hacen rechazar – por cobardía – las cosas buenas que Dios tiene para nosotros y que solo están a unas cuantas calles de distancia.

Autor: Yohel Amat

miércoles, 29 de julio de 2009

El Fracaso Exitoso

fracaso

Todo fracaso es el condimento que da sabor al éxito. - Truman Capote

Uno de los terrores primarios de todo ser humano es el fracaso. Para la mayoría de las personas el mismo es una de las situaciones que mas hay que evitar y basan sus acciones y filosofía de vida en evitarlo a toda costa.

Esto es así porque el fracaso expone a la persona que lo sufre y baja su autoestima.
Además puede hacerlo objeto de escarnio por parte de personas de su entorno, cuyas opiniones – válidas o inválidas – son importantes para el afectado.

Con respecto al fracaso se ha escrito mucho, sin embargo casi todas las teorías y elucubraciones concuerdan en una cosa: el fracaso es parte inevitable de la vida.

Desde que damos nuestros primeros pasos de bebé, ya estamos experimentando nuestros primeros fracasos al tropezar y caer.
Sin embargo siempre habrá una mano que nos ayudará a levantarnos; nos consolará; y nos animará a volverlo a intentar hasta perfeccionar la técnica y caminar con soltura.
Ello – como todo lo bueno y necesario en la vida – toma tiempo.

Lastimosamente, en nuestra vida de adultos - inclusive en algunos casos desde la adolescencia – la mayoría de las veces al caer careceremos de dicha mano amiga que nos ayude a superar los fracasos que nos aquejen. La única constante en ese aspecto es Dios.

Si nuestros propósitos de progreso son firmes, tendremos que aprender a superar los reveses de la vida en solitario y a seguir intentando una vez mas. Seguir tratando.
Bien se ha dicho que el fracaso es un lugar solitario.

El proceso es simple: fracasamos; nos levantamos; aprendemos de la experiencia; lo volvemos a intentar.

Es muy importante resaltar uno de los puntos primarios de este ciclo: el aprendizaje.
De nada vale levantarse y volverlo a intentar sin haber aprendido algo en el proceso, ya que entonces lo mas probable es que volveremos a cometer los mismos errores.

Lo mas importante para tornar el fracaso en éxito es que el mismo nos ayude a adquirir la experiencia y conocimiento necesarios para convertirnos cada vez mas en seres eficientes y proactivos.

Lo importante no es alcanzar la meta, sino la persona en la que nos habremos convertido al lograrla.

El fracaso debe ser la escuela en la cual…:

  • Perfeccionaremos nuestra técnica;
  • Detectaremos nuestras debilidades;
  • Desarrollaremos nuestras fortalezas;

Si en cada uno de los tropiezos en nuestra vida aplicamos estos tres pasos, entonces nuestro fracaso ya no será tal: se habrá convertido en experiencia.
Y la experiencia no tiene precio.

La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido. - Howard P Lovecraft

Todos tememos al fracaso y a la burla, pero la diferencia entre las personas de éxito es que a pesar del temor; constantemente se enfrentan a los obstáculos de la vida en pos de sus metas, mientras que los que se dejan dominar por sus miedos se paralizan; suprimen sus sueños y metas; y se refugian en la densa telaraña de las cosas comunes para refugiarse del fracaso y ocultar sus miedos.

Lo mas importante del ser humano es la capacidad de ver al abismo a los ojos y planificar como vencerle.
Para ello Dios nos dio la inteligencia y el libre albedrío.

Debemos siempre tener en cuenta que el lecho de muerte nos espera a todos.
Por ello cada día de nuestro breve paso por esta Tierra deberemos trabajar para que cuando ese día llegue - y con nuestro último aliento - podamos decir como expresó el gran líder romano Julio César:

“veni vidi vici” (Llegué, vi y vencí).

Autor: Yohel Amat

martes, 28 de julio de 2009

El Montañista

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No rechaces tus sueños. Sin la ilusión, ¿El mundo qué sería? - Ramón de Campoamor

El sonido de un claxon saco al Señor xxxx de su ensimismamiento. Hacía un calor de los mil demonios.

El aire caliente entraba por la ventanilla – la tenía baja - ya que el aire acondicionado no funcionaba hacía meses.
En realidad, el auto andaba de a milagro.

Era un modelo con mas de 10 años de antigüedad que, al igual que su dueño, había conocido tiempos mejores.
Constantemente se dañaba y como xxxx no era que digamos muy previsor, siempre tenía que salir apurado a ver donde conseguía el dinero para la reparación de turno.

Sus amigos le sugerían cambiar el auto por uno nuevo o por uno de segunda mano pero con menos años, sin embargo xxxx nunca contemplaba esa opción, ya que tenía una relación de amor/odio por el mismo.´

- “¡Que va! Todavía mi carro da para mucho más.” – le decía a todo aquel que le sugería cambiarlo.

Lo que no se atrevía a admitir era que para él la tarea de cambiarlo era impensable, ya que sufría de estrechez económica y no quería aceptarlo… a veces ni a si mismo.

Se encontraba en medio del mas endiablado de los embotellamientos de tránsito y por ello iba a llegar tarde al trabajo.

-“Ya me imagino la regañada que me van a dar” – fue lo primero que pensó.

Laboraba desde hace diez años en un prestigioso banco de la localidad como ejecutivo de cuentas.
xxxx odiaba su trabajo.

Sin embargo ya se había resignado a que tenía que cuidarlo, ya que la situación estaba muy difícil y la crisis campeaba en su país.

- “Uno tiene responsabilidades que cumplir, así que hay que cuidar el trabajito” – se convencía a sí mismo.

xxxx ya demostraba un incipiente vientre a sus 40 años. Ya había pasado por dos operaciones y por un principio de diabetes.
Lejos en el pasado quedaban los años cuando lucía un porte atlético y practicaba deportes diariamente.

Idos estaban los años de juventud en los cuales soñaba con convertirse en un gran músico, su verdadera pasión de siempre.
Cuando era púber siempre iba acompañado de su guitarra y todo el que le oía le reconocía sus dotes de músico y cantante.
Inclusive en algún momento de su vida había llegado a formar parte de un grupo.

- “!Que tiempos aquellos!” – pensó para sí.

No pudo evitar nuevamente – y para hacer mas soportable el calor – sumergirse en las brumas del pasado…

Recordó cuando su espíritu era indomable y nada para él era imposible.
Su hermano era totalmente diferente: era un ser taciturno y solitario que prefería encerrarse en la casa de sus padres a leer libros. Nunca le gustaron los deportes ni le llamaba la atención la aventura.

Nunca podría olvidar como su hermano le miraba, con la admiración de aquel que es incapaz de emular sus actos, cuando decidía irse de excursión a escalar el punto geográfico mas alto de su región: el monte xxxx. Quisieran sus padres o no. Nada le detenía.

Esta era una montaña muy alta, la cual era el centro de atención de muchas personas amantes de los peligros y de la naturaleza.

A xxxx no le importaba si conseguía compañía o no para subir el monte: su decisión era inapelable.
Se sentía suficiente para vencer a la montaña, con compañía o sin ella y en muchas ocasiones había conquistado su cima.

El escándalo del tubo de escape de un bus nuevamente le arrastró del campo de los recuerdos, al árido paisaje de su realidad actual.

- “¡Malditos buses!” – exclamó.

Ya llevaba un retraso de 10 minutos y para entretenerse comenzó a barajar diferentes excusas, para escoger de entre ellas la que usaría para justificar su tardanza.

Hubo un tiempo en donde se sintió muy orgulloso de sí mismo, ya que apenas cumplió su mayoría de edad, y a pesar de la oposición de sus padres, decidió viajar a la capital de su país y establecerse. Solo.

Nunca olvidaría la expresión de su hermano el día que abandonó la casa paterna: era una mezcla de admiración y envidia, al ver como su hermano se embarcaba en tamaña aventura… la cual él nunca creía poder hacer por sí mismo.

Se inscribió en la universidad y comenzó la carrera de administración de empresas. Nunca la terminó.
Ya para esa época había abandonado su sueño de ser músico, debido al convencimiento de que la música no daba para vivir.
Lo único que quedaba de sus sueños era su guitarra de siempre colgada en la pared de su cuarto de alquiler.

Con el paso del tiempo había acumulado muchas cosas: varios divorcios; varios trabajos; una carrera universitaria frustrada; amargura; y frustración.
Solo quedaba el cascarón de lo que una vez fuera un espíritu indomable.
Había pasado de montañista y bohemio a “realista”.

amargado webEl paso de los años había endurecido en tal manera su corazón, que para ver el mundo ya no concebía otra forma de hacerlo que a través del cristal del cinismo y la amargura.
Para xxxx los sueños no existían.

- “Son una pérdida de tiempo. ¡Hay que ser realistas!” – decía ante cualquier comentario al respecto.

Para xxxx, ser realista implicaba desechar desde el inicio cualquier proyecto que no fuese convencional y que involucrase riesgos… y mas de tipo monetario.

Se había convertido en un experto en sueños y proyectos… pero para pronosticar porque no iban a funcionar. Nadie le ganaba.

Podía hacer una vivisección del proyecto planteado y disertar acerca de como iba a fracasar y porqué.
Lo de él era ir a lo seguro. Como seguro era su yermo salario; su estrecha cuenta bancaria… y el vacío en su alma.
No quedaba ni la sombra del montañista intrépido, para el cual cualquier cima era pequeña.

- “¡Por fin!” – no pudo evitar decir en voz alta –; “Ya se movieron” – refiriéndose a los autos delante de él.

En cuanto pudo, tomó un desvío que lo condujo al atajo que desde hace mas de diez años usaba un día tras otro para dirigirse a su trabajo; y para regresar en la tarde al hogar.

Como pudo pisó el acelerador y en quince minutos estaba estacionando su vehículo en el sótano de la compañía.
Tenía 45 minutos de retraso.

- “Me van a matar” – pensó.

Apenas entró a su oficina, vio a su jefe enfilar hacia él llamándole por su nombre. La regañada demoró 5 minutos.

Malhumorado se dirigió hacia su cubículo; se acomodó y se dispuso a tratar de sobrellevar el día.
Los papeles se acumulaban en la bandeja de “Entrada” y en la de “Listo” solo había una página.
Rápidamente su mente se hundió en el sopor de la rutina, para olvidar como odiaba su trabajo.

Esa noche llegó a su casa y por un extraño motivo tomó la guitarra. Tenía años sin siquiera reparar que estaba colgando de una de las paredes de su sala. Rasgó sus cuerdas.

guitarrista-01 Con asombro se dio cuenta de que su oído todavía podía detectar la leve falta de afinamiento que la misma tenía.
Sus torpes dedos – como poseídos por el espíritu del músico que alguna vez fue – procedieron a afinar el instrumento.
Probó un par de acordes y, con una satisfacción que hacía años no sentía, comprobó que sonaba perfectamente.

Con una toalla limpió el polvo acumulado sobre la madera del instrumento hasta dejarla reluciente. Comenzó a tocar.

Con cada nota dentro de su alma fueron despertándose cosas que creía dormidas: sentimientos, sensaciones, emociones, vida…
Esa noche tocó por horas.
No importaba: no había nadie en casa para escucharle.

Ese fin de semana, apenas salió de su trabajo se dirigió a su armario y de lo mas profundo de él sacó sus aditamentos de acampar y se prestó a preparar su viejo equipaje de montañismo.
Ahora comprendía porqué siempre le había costado deshacerse de él.

No importaba si no tenía las condiciones o la edad para ello: había escogido una montaña de la localidad y se había propuesto subir hasta su cima.
Subiría esa montaña, así fuera lo último que hiciera.

Se lo debía a sí mismo.

Autor: Yohel Amat

lunes, 27 de julio de 2009

La gran tragedia de Susan Boyle

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Susan Boyle, la escocesa que se transformó en una estrella mundial gracias a su participación en el programa de talentos "Britain's got talent" dio su primera entrevista tras ser derrotada en la final del programa y declaró que su repentina fama fue como una "bola de demolición".
Agregó que "el impacto es como una bola de demolición. Ya saben, y cualquiera que ha sufrido ese tipo de impacto de verdad lo encuentra difícil de comprender".
Boyle debió ser internada por agotamiento y estrés durante los días finales del programa debido a lo abrumada que estaba con la atención.
Por estos días, la cantante está trabajando en un próximo álbum bajo la dirección de Simon Cowell, el agudo juez del programas "American Idol".

En anterior artículo (http://yohelyav.blogspot.com/2009/05/susan-boyle-una-persona-extraordinaria.html) elucubramos con respecto al gran mérito que tenía la inglesa Susan Boyle, la cual pese a su apariencia; edad; e inexperiencia tuvo el valor necesario para cantar delante de millones de personas y demostrarles que tenía talento, a pesar de tener, a simple vista, todo en contra.

Sin embargo, – y tal y como lo dice la noticia que encabeza la presente- Susan carecía de algo muy importante: un buen plan para poder lidiar con el éxito una vez alcanzado.

La fórmula para el éxito es simple y sencilla – como los grandes principios que gobiernan nuestra vida – y la expondremos a continuación:

la clave del éxito


Para que una fórmula surta el efecto deseado es de carácter obligatorio que todos sus componentes estén presentes, a saber: Un buen Plan; Trabajo Duro; y Buena Filosofía.

Desde que hace falta al menos uno, el resultado final ya carecerá de todos los beneficios esperados; o inclusive puede constituirse en un riesgo.

En el caso que nos ocupa, Susan tenía una buena filosofía que le permitió atreverse a lograr grandes cosas, con la confianza que tenía en su talento.
Ello le llevó a vencer todos los obstáculos que tenía por delante hasta el momento que tuvo su oportunidad para demostrar su talento. Y triunfó.
Además de eso, Susan también trabajó duro para alcanzar su meta de fama y por ello hizo lo que tenía que hacer.

Ahora, no pudo ganar el concurso, pero consiguió lo que todo artista anhela: la fama; el reconocimiento; el cariño de la gente.
Le llovieron ofertas para grabar discos; solicitudes de entrevistas; y ofrecimientos de giras en vivo con muy buenos réditos para ella.


La fama es peligrosa, su peso es ligero al principio, pero se hace cada vez mas pesado el soportarlo y difícil de descargar. - Hesíodo


Sin embargo, Susan no estaba preparada para lidiar con el precio de la fama.
Cuando en la calle las personas la reconocían y le detenían para saludar; o cuando a todas horas recibía llamadas con ofrecimientos; o cuando se veía bajo la presión del concurso en el cual estaba participando; o cuando los paparazis comenzaron a acecharla; Susan se dio cuenta entonces de que todas eran situaciones no previstas y para las cuales no tenía ningún plan con que enfrentarlas.

Siendo así su mente se derrumbó y sufrió los embates del estrés y del agotamiento; mismos que casi acaban con su recién comenzada carrera.

De nada vale contar con algunos de los antes mencionados tres elementos para alcanzar el éxito: tienen que estar presentes todos.

Llevándolo al plano de los negocios, se puede trabajar duro; y tener un buen plan; pero si nuestra filosofía es disipada, ello nos llevará a malgastar todas nuestras ganancias y a llevarnos a la quiebra a la larga.

Podemos trabajar duro y tener una buena filosofía de vida; pero si carecemos de un buen plan, podríamos correr el peligro de que todo nuestro trabajo e inversión se pierda, debido a que no teníamos un buen plan de negocios.

Y por último, podemos tener buena filosofía de vida y un buen plan; pero de nada nos va a servir ya que el éxito exige trabajo duro y si no estamos dispuestos a pagar ese precio, fracasaremos.

Aplicando los tres elementos garantizaremos el logro de nuestras metas y el estar preparados poder lidiar con las responsabilidades que el logro de las mismas acarrean.

En el caso de Susan Boyle aparentemente ya está recibiendo la ayuda necesaria y está aprendiendo poco a poco a lidiar con su nueva vida.

Le deseamos el mejor de los éxito ya que es una inspiración para muchas personas que andamos por la vida en búsqueda de la excelencia.

Autor: Yohel Amat

domingo, 26 de julio de 2009

El muchacho y la fortuna

Pozo del herradero

A la orilla de un pozo,
Sobre la fresca yerba,
Un incauto Mancebo
Dormía a pierna suelta.
Gritóle la Fortuna:
«Insensato, despierta;
¿No ves que ahogarte puedes,
A poco que te muevas?
Por ti y otros canallas
A veces me motejan,
Los unos de inconstante,
Y los otros de adversa.
Reveses de Fortuna
Llamáis a las miserias;
¿Por qué, si son reveses
De la conducta necia?»

Félix M. Samaniego

En esta fábula tenemos a un joven el cual para reposar y dormir no pudo encontrar un sitio mas imprudente que a la orilla de un pozo a ras de tierra.
Con cualquier giro de su cuerpo mientras duerme, puede caer dentro del mismo y morir o, en el mejor de los casos, quedar seriamente herido.

La diosa Fortuna al verlo en tan precaria posición le hace ver al incauto lo insensata de su decisión y el innecesario peligro al que se expone.

Esta fábula nos ilustra que en muchas ocasiones tendemos a despotricar contra la vida; contra Dios; contra los astros; contra la suerte; o lo que sea; dejando por fuera el principal causante de nuestras desgracias e infortunios: nosotros mismos.

La naturaleza humana nos impele a buscar culpables por nuestros predicamentos - de cualquier tipo –, ya que nuestro ego muchas veces nos impide ver como una serie de pequeñas acciones - casi desapercibidas – de nuestra parte nos han conducido hasta nuestra incómoda situación actual.

Esto es así debido a que hasta el más ligero movimiento ejercido sobre el timón de nuestra vida, cambia nuestro rumbo y nos lleva hacia otro destino… muchas veces alejado de nuestro objetivo inicial.

Cuando el peligro parece ligero, deja de ser ligero. - Sir Francis Bacon

Esto sucede así, debido a que nuestras acciones diarias no producen – en la mayoría de los casos – consecuencias notables o significativas en el momento, sino que las mismas se van acumulando (“¿Para que Lado se inclina tu balanza?” - http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/para-que-lado-se-inclina-tu-balanza.html) hasta alcanzar un “peso” significativo y entonces es que se hacen notar sus efectos, generalmente cuando ya son una carga muy pesada.

Por ejemplo, si cada vez que comemos de mas se nos cayera un diente, téngalo por seguro que en la siguiente ocasión evitaríamos hacer dicha acción, ya que apreciamos en mucho nuestra integridad física.
Sin embargo las consecuencias de comer de más son imperceptibles a simple vista, ya que se reflejan en forma de acumulación de depósitos de grasa y deterioro gradual de nuestra salud. Poco a poco; día a día; mes a mes; año a año.

Cuando nos damos cuenta, ya no cabemos en los pantalones y somos candidatos a una multitud de enfermedades como consecuencia de nuestro sobrepeso.
Muchas veces ya es demasiado tarde: nos hemos caído dentro del pozo por subestimar el peligro y dormirnos a su orilla.

¿Sería justo entonces que cuando sufrimos las consecuencias de nuestros actos – hayan sido grandes o pequeños – maldigamos a los dioses o busquemos culpables por nuestro infortunio? Ciertamente, que no.

Deberemos ser lo suficientemente maduros para darnos cuenta cuales de nuestras pasadas acciones nos condujeron hasta allí; aprender de ello; ponernos el firme propósito de corregir actitudes; y comenzar a avanzar en el sentido acorde a nuestros mejores intereses.

Una forma sencilla de interrumpir las cadenas de micro acciones que nos llevan al infortunio, es que a cada acto diario le apliquemos un filtro en forma de pregunta para determinar si su ejecución es de edificación nuestra o no.
Cada vez que vayamos a hacer algo preguntémonos:

¿Sirve esto que voy a hacer para alcanzar mis metas o no?

Así de simple; así de sencillo.

Si la respuesta es no, no lo hagamos y en su reemplazo busquemos otra actividad que si nos acerque a nuestras metas de vida; o que por lo menos no nos ponga en peligro.
¿Comerme ese postre extra me va a ayudar a alcanzar la excelencia en mi vida? La respuesta es obvia, por lo tanto no lo hagamos.

Para los efectos de nuestra fábula, definitivamente que dormir a la orilla de un pozo a ras de tierra, en nada va a ayudar a nuestro joven mozo a continuar con su camino.
Mal podrá, al encontrarse en el fondo del pozo luchando por su vida, entonces levantar el puño y maldecir a los hados por su infortunio cuando el único culpable de su desgracia es él mismo.
Dixi

Autor: Yohel Amat

sábado, 25 de julio de 2009

Como presentar o Exponer un Plan de Negocios

Este es un fragmento. Sigan el link para leer el artículo completo.
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Cómo presentar o exponer un plan de negocio

cómo presentar un plan de negocio

Supongamos el caso de que una vez elaborado nuestro plan de negocio, ha llegado el momento de presentarlo o exponerlo a inversionistas, prestamistas o potenciales socios.

Para tener mayores posibilidades de convencerlos de que inviertan con nosotros, de que nos otorguen el préstamo que requerimos, o de que se conviertan en nuestros socios, lo primero que debemos hacer es preparar una buena presentación.

Esta presentación debería estar acompañada de ayuda audiovisual. El uso de diapositivas de Power Point podría ser una buena alternativa.

Otra ayuda para nuestra presentación, podría ser la presencia física del producto que vamos a crear, así como algunos de los elementos relacionados a éste como, por ejemplo, algunos de los elementos publicitarios.

Asimismo, de ser posible, es recomendable entregar una copia de nuestro plan de negocio a cada asistente.

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viernes, 24 de julio de 2009

La Fila

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Ante las injusticias y adversidades de la vida... ¡calma! - Mahatma Gandhi

El hombre se detuvo al borde de la calle. Hacía calor... mucho calor.

Se dirigía al banco donde iba a pagar una mensualidad atrasada de la letra de su casa.
Se encuentra angustiado, ya que tiene tres pagos vencidos y teme que le vayan a quitar su casa, por lo que este depósito es importante.

Mira hacia ambos lados y se asegura que no venga ningún vehículo antes de cruzar la calle. Apresura el paso y la atraviesa de cuatro zancadas.

Se encamina hacia una de las dos entradas y abre la puerta. El guardia de seguridad del banco sale por la otra y le detiene.
Le indica que la puerta de entrada es la de la izquierda y no la que él está utilizando.

Levemente irritado –aunado a la presión y a la preocupación por el atraso en el pago de la hipoteca – entra por la otra entrada y se fija si hay muchas personas por atender en la fila.

- “¡Excelente!” – se dijo a sí mismo - “No hay muchas”.

Delante de él iba otro individuo, el cual ya se encaminaba hacia la fila

Fue en ese momento que nuestro protagonista descubrió algo extraño: había una tercera fila.
Lo normal es que hubiera una fila para las personas de la tercera edad – estaba a la izquierda – aparte de la fila normal.
Sin embargo esa extraña fila se encontraba entre esas dos, y en ella había una sola persona esperando, mientras que en la fila normal habían ocho.

Su instinto le dijo que se dirigiera a la fila normal, mientras que el señor que caminaba delante de él se dirigió a la fila del centro, la “misteriosa”.

Rápidamente llegaron dos personas mas y se encaminaron a la misma fila, la mas corta.
Casi que de inmediato comenzaron a ser atendidos.

Los que estaban en la fila normal – incluyendo a nuestro héroe - veían frustrados como un comerciante sacaba varias pacas de dinero en efectivo para su depósito en la única ventanilla del banco – una de tres - que les estaba atendiendo.
O sea, que la espera iba a ser larga.

Mientras tanto, la fila del centro rotaba rápidamente.

Esto empezó a causar malestar entre las personas que estaban en la fila "normal", ya que todos empezaron a hacerse la misma pregunta: “¿Que es lo que está pasando? ¿Por qué están atendiendo a la gente en esa fila? ¡Que injusticia!”.
Pero nadie hacia mas nada que quejarse y lamentarse.

El protagonista de nuestra historia ya de por si se encontraba irritado por el incidente a la entrada del banco, por lo que su furia iba en aumento.

Un grupo de personas optó por dirigirse a sus vecinos y empezar a quejarse con ellos.
¡Que desfachatez! ¿Nos ven cara de tontos?” – se lamentaban.

No faltaron unos que al considerarse burlados, por el banco y por las personas de la fila “especial”, optaron por salirse de la suya y abandonar el banco en busca de otra sucursal.
De esa forma expresaron su protesta por la burla a la que se habían visto sometidos.

En un momento dado todos en la fila – exceptuando nuestro hombre, el cual solo pensaba para sí - empezaron a quejarse en voz mas audible… pero nadie del banco les prestaba atención: las cajeras estaban ocupadas atendiendo; los representantes de atención al cliente todos estaban hablando por teléfono; inclusive la recepcionista estaba conversando por celular.

En otras palabras los únicos que estaban escuchando las quejas de sus vecinos y profiriendo las suyas eran las personas en la fila. Las que no podían hacer nada.

Nuestro protagonista desde hacía varios minutos oteaba por encima del hombro a la espera de una persona del banco que le pudiera explicar el gran misterio: ¿Que era esa tercera fila?

Sin embargo no había ningún funcionario del banco que estuviera disponible.
Su indignación iba creciendo, pero no decía nada. Solo estaba a la espera de aclarar el misterio.

Llegó un momento donde también consideró irse del banco y encaminarse a una sucursal que se encontraba dentro del centro comercial.
Sin embargo la providencia fue generosa con él: un representante se desocupó y se encontraba ensimismado escribiendo en un formulario sobre su escritorio.

- “¡Ésta es mi oportunidad!” – se dijo a sí mismo, mientras se dirigía hacia el funcionario.

Mientras tanto la gente en la fila seguía alzando el tono de voz: la algarabía estaba subiendo de volumen.
Cada uno escuchaba los berrinches de sus vecinos y estos a su vez escuchaban el suyo; cada uno cociéndose en su propia hiel.
Nadie hacia mas nada para solucionar el problema o dilucidar el misterio. Solo se quejaban.

Inclusive llegaron al punto de presionar al primer cliente en la fila para que cuando se liberara alguna de las otras ventanillas se dirigiera rápidamente hacia ella y exigiera que le atendieran.
El señor estaba tan desconcertado y nervioso que a pesar de la presión de grupo, no se movía. Estaba totalmente paralizado.
Mientras el comerciante seguía sacando mas pacas de dinero, elevando con ello la ira de las personas en la fila.

- “Disculpe” – dijo nuestro héroe cuando llegó al escritorio del funcionario –, “¿Puede usted aclararme cual es el objetivo de esa fila del centro? Las personas que estamos en la fila normal nos preguntamos porque ellos son atendidos a costa de nosotros?” – .
Había tenido el cuidado de moderar su ira y de hablar en tono calmo, ya que estaba ansioso de escuchar la respuesta al enigma que le atormentaba desde hacía varios minutos.

- “Señor” – gesticuló el funcionario - “Esa es la fila de las personas que vienen a realizar una sola transacción. La fila en la que usted se encontraba es para los que van a realizar de dos transacciones en adelante”.
- "¡Misterio resuelto!" - pensó con alegría.

Antes de retirarse hacia una de las filas, le comentó al funcionario que hubiera sido buena idea rotular las colas, de manera que no se prestara la situación para causar confusión e ira innecesaria entre los clientes del banco.
El funcionario tomó nota de ello y se dispuso a hacer la observación al gerente de sucursal inmediatamente.

El hombre – como consecuencia de la información que acababa de recibir – se dirigió hacia la famosa fila del centro, no sin antes hacer lo propio: en voz alta les avisó a todos en la fila normal cual era el objetivo de la del centro, y les invitó – ya que todos ellos habían llegado primero que él – a que todo aquel de ellos que solo fuera a realizar una sola transacción se pusiera delante de él.
El bullicio cesó inmediatamente.
Solo dos personas aceptaron la invitación.

Con celeridad fueron atendidas los clientes que habían delante de nuestro héroe, por lo que en menos de cinco minutos ya había realizado el pago de su hipoteca.

Se dirigió hacia la puerta del banco – una gran muralla de luz blanca que le estaba esperando – y salió por la de la izquierda, para evitar otro incidente con el vigilante a la entrada.

Se detuvo un instante y respiró profundamente. Estuvo meditando por un par de minutos, sumido en pensamientos varios.
Luego de ello se encaminó hacia la calle para atravesarla y continuar su camino.

Todavía tenía muchas filas mas que enfrentar.

Autor: Yohel Amat

jueves, 23 de julio de 2009

“Todo Saldrá Bien”

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El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas. - William George Ward

En anterior artículo (“¿Como cruzas tu Calle?” - http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/como-cruzas-tu-calle.html) comentamos la diferencia entre ser positivo y ser optimista. Además mencionamos en el mismo que es mejor combinar un poco de ambas cualidades para enfrentar los retos de nuestra vida.

Sin embargo muchas personas renuncian a su derecho a planificar y controlar en lo posible su futuro y prefieren dejar su responsabilidad al azar; a los dioses; o a terceros.

Este fenómeno se da principalmente entre los púberes, los cuales toman sus deberes escolares generalmente a la ligera, pensando que el futuro está muy lejos y que cuentan con todo el tiempo del mundo.

Las personas que renuncian al control de su futuro generalmente lo hacen basándose en el pensamiento “Todo saldrá bien”. Este exceso de optimismo puede ser mortal para su éxito futuro.

Con ello significan que cuando el futuro los alcance algo sucederá que resolverá la situación o que un tercero – sus padres; el gobierno; Dios; la compañía donde laborarán; etc. – dará la cara por ellos y les librará de las consecuencias de su dejadez y de su inacción.

Esta manera de conducirse en la vida trae generalmente consecuencias desastrosas, ya que en la vida real – a diferencia de las películas de Hollywood – los súper héroes o los defensores de la justicia escasean.

Debemos empezar a comprender la importancia de planificar el resto de nuestro vida y de asumir la responsabilidad que tenemos con respecto a nuestro futuro, ya que las consecuencias que nos esperan, estarán en directa proporción a nuestra dejadez.

Hay que estar conscientes de que las cosas no se arreglarán solas y que si no estamos preparados para enfrentar los retos que tiene la vida para nosotros inevitablemente saborearemos la hiel del fracaso.

"Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida." -Woody Allen

Por ejemplo, a un joven se le puede brindar toda la información pertinente sobre el manejo del dinero para que desde adolescente vaya comprendiendo la importancia del conocimiento acerca de como usar y administrar el dinero.
Sin embargo el púber prefiere escuchar música; conversar con los amigos; y agarrar la vida a la ligera, restándole importancia a dicha información, la cual será vital para él en su futuro.

El problema reside en nuestro erróneo sistema de calificación – tema del que hablé en otra columna (“¿Como he llegado hasta aquí?” - http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/como-he-llegado-hasta-aqui.html) - el cual nos hace etiquetar como importante lo banal; y darle la calificación mas baja a lo que realmente incidirá en nuestra vida futura.

Mientras no aprendamos a darle la correcta calificación a los elementos que constituyen nuestro presente, estaremos jugando a la “ruleta rusa” con nuestro futuro.

Autor: Yohel Amat

Volvamos a ser como niños



Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros. - Jean de la Bruyere

Muchas veces en la vida nos encontramos en situaciones difíciles, las cuales nos agobian y nublan nuestra visión del futuro.
En esos momentos la mayoría optan por entregarse a la desesperanza y abandonan toda fe en que las cosas vayan a mejorar.

Los duros avatares de la vida muchas veces “endurecen” nuestro corazón y nos hace cínicos y sarcásticos.
Abandonamos todos nuestros sueños y empezamos a creer que la vida es buena con los afortunados, y despiadada con los que no nacimos con suerte.

Todos nacemos con la chispa del genio en nosotros. TODOS.


Todos somos Hijos de Dios y nacemos con todo el equipo necesario para lograr todas las metas que nos propongamos y para desarrollar y aprovechar al máximo todos los talentos que Dios nos dio.

Cuando somos niños, para nuestra mente e imaginación no hay límites: todo es posible.

¿Qué si Santa Claus baja por una chimenea a traerle regalos para Navidad? ¡Claro que sí!
¿Qué si cuando crezca quiere ser astronauta? (“¿Cuáles son las probabilidades? ¡Pobre niño iluso!” – dirían los cínicos) ¡Claro que sí!
¿Qué si va a tener ese auto fantástico que vio en la televisión cuando sea grande? ¡Claro que sí!

Para nuestra mente infantil NO HAY LIMITES. TODO ES POSIBLE.

¿Qué si es muy alegre? ¿Qué si se emociona con nada? ¿Qué si cree en imposibles? ¿Qué si se preocupa por los demás? ¿Qué si cree en las personas? ¿Qué si cree en la amistad? ¿Qué si cree en lo bueno y lo malo? ¿Qué si tiene temor de Dios? Por supuesto que si.

En mi caso, mi reencuentro con mi niñez y juventud vino en forma de una vieja amistad de mis tiempos de colegio. Uno de los mejores amigos que he tenido en toda mi vida.

Me contactó un día por casualidades de la vida y la verdad es que ni su nombre ni su rostro me dijeron nada. Habían pasado mas de 27 años y mi mente estaba obnibulada por los problemas actuales.

Sin embargo ante la primera anécdota; ante el primer recuerdo; ante el primer chiste; vinieron a mi, en cascada incontenible, todos los recuerdos de nuestra juventud.

Recordé cuando éramos jóvenes e inocentes. Veíamos la vida como algo brillante y de colores vividos. La fuente de la vida para nosotros era inagotable y pensábamos que nunca se acabaría.
Estábamos llenos de planes para cada uno de nuestros futuros y disfrutábamos de cada día como si fuera el único.
Sosteníamos largas pláticas donde “diseccionábamos” la vida para descubrir todos sus secretos, ya que la curiosidad del joven es algo innato en él.

Carecíamos de deudas y los problemas que teníamos en nuestra etapa púber ahora, con el paso del tiempo, se ven insignificantes versus los actuales.

Nada era imposible y todo era probable. Contábamos con grandes sueños y nunca nos pusimos límites para lo que podíamos ser en la vida. Teníamos toda el futuro por delante.

Por supuesto, que por lo menos en mi caso carecía de planes concretos para alcanzar mis sueños, pero sobre ese tema hablaré en otras columnas.

¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad. - Simone de Beauvoir

La gran ventaja de que volvamos a ser niños es que con ello nos liberamos de gran parte del lastre que agobia nuestro crecimiento y limita nuestro futuro.
Cuando volvemos a ver la vida como niños podemos entonces reunir las fuerzas necesarias para vencer nuestros gigantes… así solo contemos con una honda y una piedra para ello.

Cuando enfrentamos la vida con desaliento y con pesimismo, la batalla prácticamente está perdida y las probabilidades que logremos salir avante se limitarán en gran manera.

Por mi parte un encuentro con mi pasado - después de tantos año y bajo la forma de un viejo amigo - me ha servido para llenarme nuevamente de ánimo y para encarar con mayor vigor los grandes retos que tengo por delante.

He renovado mi sentimiento de que cada día de vida es un regalo de Dios, el cual viene con un crédito por 24 horas – igual para todos – para que yo disponga de ellas como me plazca.

Las podré gastar en llanto; las podré gastar en quejas; las podré gastar en inacción; las podré gastar en el laberinto de mi ignorancia; las podré gastar en medios para evadirme de la realidad; las podré tirar por el caño si así lo deseo. Nada me lo impide.
Sin embargo he preferido gastarlas en construir un futuro mejor para mi y para mi familia.

Afianzaré mi creencia en lo que expresé en anterior columna (“Tu pasado es tu escuela o es tu garrote”; http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/tu-pasado-es-tu-escuela-o-es-tu-garrote.html) y aprenderé todo lo que pueda de lo bueno y lo malo en mi vida y pasado; y con ello recuperaré mi alma de niño.

Autor: Yohel Amat

miércoles, 22 de julio de 2009

¿La vida es dura?

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La vida es con frecuencia terriblemente desagradable; pero por muy desagradable que la vida sea, no hay vida tan agradable como la vida que pasa un hombre que estima que lo más agradable de la vida es la vida. -Enrique Jardiel Poncel

En muchas ocasiones – me incluyo en ello – muchas personas han pensado y manifestado que la vida ha sido muy dura con ellos.
Dicha expresión generalmente expresa un sentimiento de frustración al considerar injustas las cosas que nos están sucediendo – hablo en presente, ya que generalmente del pasado solo recordamos lo bueno –, y de deseo de que las cosas fueran diferentes.

El peligro en el que caemos al sentirnos así es por partida doble.

Puede causarnos un sentimiento de inevitabilidad

Si caemos en este tipo de sentimientos podemos llegar a pensar que no tenemos control sobre las situaciones diarias ya que las mismas son ineludibles; escapan a nuestro control; y ya están escritas.
Sobre este dilema existencial se ha escrito mucho y es material para extensos debates.

Por supuesto que hay cosas que nos suceden y que se prestan para clamar al Cielo sobre el motivo por el cual nos pasan: la muerte de un familiar cercano; enfermedades; injusticias sociales; etc.
Todos estos elementos definitivamente que escapan a nuestro control y no tenemos en lo absoluto influencia sobre su evolución.

Sin embargo, debemos ser conscientes que no es posible que exista un Dios vengador que haya posado sus ojos sobre nosotros y que nos esté enviando oleadas de castigos como forma de expiación por nuestros pecados pasados.
Si así fuera, el mundo ya de por sí sería un infierno. Y a pesar de que mucha gente piensa así, la gran mayoría no quiere irse y averiguar si hay un mundo mejor.

Para gran parte de los micro elementos que cincelan nuestra vida si tenemos control, y por ello deberemos asumir la propiedad de nuestro destino y estar conscientes de que para lo inevitable… resignación.
Pero para lo que si está bajo nuestra égida, deberemos entonces empezar a tomar el control y empezar a definir un mejor futuro para nosotros.

Puede hacernos caer en la inacción

Otra consecuencia de este tipo de sentimiento es que al convencernos de que vamos por la vida a la deriva, o que simplemente somos peones de los dioses o de los astros, entonces podríamos pensar que no vale la pena actuar. Simplemente deberemos ir con la corriente y esperar el fin.

El hombre fue creado para alcanzar grandes cosas, pero a veces la cárcel de nuestra mente y nuestra actitud ante las situaciones de la vida nos apresan y nos limitan.
Ante nuestra realidad actual podemos tomar la actitud de caer de hinojos y echarnos a morir, o la de llenarnos de valor; tratar de enmendar las cosas y seguir adelante.

El mejor ejemplo de esto es la historia que cuenta la situación en la que se encontraban dos ratones en un plato de leche.
Los mismos habían caído por accidente en él, y ya llevaban una hora de estar pataleando para no ahogarse.alice_02d-swim_with_mouse

- “¿Para que seguimos pataleando?” – preguntó uno de repente. “Nadie nos va a salvar”.

- “Sigamos intentándolo. No quiero morir” – Le contestó el otro.

Después de un par de horas mas, el primer ratón se rindió; dejó de patalear y se ahogó.

El otro ratón siguió pataleando y por efecto de su pataleo; del calor que hacía; y del tiempo la leche se cuajó. Con ello pudo apoyarse en la superficie cuajada y salir del plato… dejando atrás el cadáver de su amigo en el fondo del plato.


La vida muchas veces nos parece dura, pero lo que si es, es justa.
Nos da lo que nos merecemos: al que estudia mas; le da mas oportunidades de trabajo y altos salarios. Al que estudia menos, le espera el desempleo y los bajos salarios.

Al que hace el mal, la vida inevitablemente – aunque no lo parezca – le pasa su factura. Al que actúa bien, le espera un sueño placentero y paz mental. Este último elemento muy sub valorado en nuestra época.

Muchas veces las personas se frustran al verse en ciertas situaciones de la vida, sin siquiera tratar de determinar cuales de sus acciones pasadas son las que en realidad los han conducido a su actual percance.

Por ejemplo: ¿Es justo que despotriquemos en contra del sistema bancario al encontrarnos arruinados por las deudas?
En realidad la ruina financiera casi siempre es producto de nuestras malas decisiones con respecto al dinero. Inclusive, aún si se hubiese tratado de que fuimos víctimas de una estafa, nosotros tomamos la decisión de caer en ella por nuestra candidez.

Al aceptar tarjetas de créditos o al solicitar préstamos estábamos vendiendo nuestra libertad y haciéndonos esclavos de los bancos.
No deberíamos quejarnos al respecto, sino luchar para romper las cadenas; liberarnos; y nunca mas permitir – y menos por nuestra propia voluntad – ceñirnos los grilletes.

Por último le reiteramos lo que comentamos en artículo anterior(http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/tu-pasado-es-tu-escuela-o-es-tu-garrote.html) con respecto a nuestro pasado, en el sentido de que no debemos tomar la actitud de auto castigarnos, sino que deberemos aprender de nuestros errores y comenzar a labrar nuestro nuevo futuro.

Autor: Yohel Amat

martes, 21 de julio de 2009

Las 48 Leyes del Poder: Ley No. 11 – Haga que la gente dependa de usted

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Tal y como lo definimos en la introducción de esta serie de 48 artículos - véase el enlace http://yohelyav.blogspot.com/2009/06/las-48-leyes-del-poder-el-inicio-de-una.html - el propósito es analizar en su totalidad "Las 48 leyes del Poder".
Hoy vamos a seguir con la Ley número 11.

Ley No. 11: “Haga que la gente dependa de usted”

Para mantener su independencia, es indispensable que los demás lo quieran y necesiten. Cuanto más confíen y dependan de usted, tanto más libertad usted tendrá. Haga que la gente dependa de usted para lograr su felicidad y prosperidad, y no tendrá nada que temer. Nunca enseñe a los demás lo suficiente como para que puedan arreglárselas sin su ayuda.

Esta ley tiene un matiz eminentemente comercial y laboral. En ambos aspectos el mensaje es el mismo: hagámonos imprescindibles y de esa forma aseguraremos nuestra posición e ingresos.

En el ambiente laboral, la idea es labrarnos una posición dentro de la compañía que asegure que nuestros servicios sean requeridos por el mayor tiempo posible.
Po supuesto que nadie es imprescindible dentro de una compañía, y más si la misma se ha sabido organizar de manera que nunca cometa el error de depender de una sola persona para que un determinado trabajo se haga.

"Todos los cementerios del mundo están llenos de gente que se consideraba imprescindible." - George Clemenceau

Es por ello que no deberemos cometer el error de creernos imprescindibles, ya que una cosa es creérselo y otra cosa es hacerse necesario.
El primero puede estar creyendo que la empresa no puede vivir sin él, cuando la realidad es otra; mientras que el segundo siempre está consciente de lo volátil de su posición y por ello constantemente analiza su entorno y de esa forma hace los ajustes necesarios para mantenerse siempre en la palestra y vigente.

En el ambiente comercial, en esta ley subyace la fórmula del éxito empresarial: que nuestros productos o servicios sea indispensables para nuestros clientes y para el mercado en general.

Muchas empresas y negocios tienen el concepto equivocado de que las compañías están para servirse del cliente cuando el concepto es para servir al cliente.

En el mundo de los negocios, no necesariamente el que tiene el mejor producto o servicio es que mas vende, si no el que mejor sirve a sus clientes.
La constante dentro de las empresas es que se han convertido en servidoras del mercado que atienden.
Están conscientes de que a las personas les gusta sentirse atendidas y mimadas y por ello hará lo financieramente posible para que sus clientes siempre se sientan especiales.

Por ejemplo: McDonalds no vende las mejores hamburguesas, pero si sabe como servirle a sus clientes: atractivas promociones; precios bajos; auto servicios; servicio a domicilio; etc.

Cuando una marca se aloja en la mente del colectivo ya tiene la batalla ganada: se vuelve imprescindible y por lo tanto ello se reflejará en sus estados financieros.

Autor: Yohel Amat

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lunes, 20 de julio de 2009

¿Cómo cruzas tu calle?

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Una característica que, de nosotros cultivarla, nos puede causar muchos problemas en nuestra vida al momento de afrontar los riesgos y problemas, es el optimismo en exceso

Muchas personas tendemos a confundir “Positivismo” con “Optimismo”, ya que en realidad son términos muy parecidos, pero para los efectos de la logística son muy diferentes.

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Consideramos que la diferencia medular entre estos dos tipos de actitudes es que el positivo es práctico y el optimista siempre busca lo bueno de las cosas y situaciones, y procede en consecuencia. El primero prevee; el segundo confía.

Lo ideal sería que cultiváramos ambas en igual medida y sin excesos, ya que optimismo "per se" podría causarnos muchos problemas.

Voy a ilustrar nuestro punto con un ejemplo.

¿Como se puede cruzar una calle?

1. La persona promedio, el que siempre quiere jugar a seguro, esperará a que no circule ningún vehículo en ambos sentidos para cruzarla.

  • A favor: grandes probabilidades de que no será tropellado.
  • En contra: de aquí a que cruce la calle, muchos peatones más ya la habrán cruzado hace mucho tiempo.

2. El Positivo tomará todas las precauciones del caso y se fijará muy bien a la espera del momento más adecuado para dar el primer paso y cruzar la calle. Planeará muy bien antes de dar el primer paso y de ser posible preveerá que hacer en caso de que aparezca súbitamente un auto.

  • A favor: Cruzará la calle primero – eso es seguro – que el peatón del punto anterior.
  • En contra: Existen algunas probabilidades de ser alcanzado por un automóvil… pero son remotas.

3. El Optimista cruzará la calle impetuosamente y sin mirar, confiando en que todo saldrá bien.

  • A favor: si no lo atropellan – lo más probable es que si – definitivamente será el primero en cruzar.
  • En contra: Las probabilidades de ser atropellado son INMENSAS. Pocas oportunidades de llegar de una pieza al otro lado de la carretera.

El optimismo es necesario para ser una persona de éxito y para lograr objetivos, pero si al mismo le sumamos una buena dosis de positivismo, entonces nuestras probabilidades de cruzar la calle entre los primeros, y de una pieza, aumentarán.

Por supuesto que como todo en la vida, el exceso de positivismo nos puede llevar a convertirnos en conservadores y podemos caer en el primer modo de cruzar la calle. Evitemos los excesos.

Lo más inteligente es cruzar la calle al estilo del punto número 2. Si usted procede así, ello indica que antes de embarcarse en una aventura – de negocios; personal; laboral; etc. – primero hará un análisis profundo de todas las cosas que puedan salir mal y planificará con antelación las estrategias de emergencia ha aplicar en un momento dado y dependiendo de los acontecimientos futuros.

Si por otra parte si cruzamos nuestra calle utilizando el primer método, lo mas probable es que siempre miraremos como pasa la vida… desde el otro lado de la calle.

Autor: Yohel Amat