sábado, 28 de noviembre de 2009

Vivir la Excelencia!!!: Los 10 Mandamientos de la Excelencia.

 

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I

Descubre y abraza tu Ideal.

II

Vive a la altura de los Principios.

III

No comprometas tus sueños e integridad con algo menor que la excelencia.

IV

Acuérdate de tomarte un tiempo a fin de aclarar tus motivos, recuperar el equilibrio y renovar tus fuerzas espirituales, mentales, físicas y socio-emocionales, para seguir hacia adelante.

V

No te quejes, ni critiques, ni murmures.

VI

Desarrollo relaciones fuertes y constructivas.

VII

Vigila tus pensamientos y hábitos más constantes.

VIII

Acepta tu libertad.

IX

Acepta tu responsabilidad.

X

Acepta que la vida es abundante.

Nota: Luego de pensar bastante en esto de la excelencia, he querido presentar lo que considero sus diez mandamientos. Sin embargo, una vez que terminé de escribir el borrador en uno de mis cuadernos de apuntes, acudí a google para buscar si alguien ya había escrito algo así. Me tope con un libro: “El decálogo de la excelencia”, de Jesús Mondría. Sólo he visto el índice del mismo, y me parece interesante. Pero, mi concepción de lapergamino_1bb_VE excelencia me impulsa a dar, lo que voy a llamar hoy, mi versión de los diez mandamientos de la excelencia. ¡Qué disfruten de esta entrega! Recuerden dejar sus comentarios.

Vivir la Excelencia!!!: Los 10 Mandamientos de la Excelencia.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Relación mentor – aprendiz: El ego y el orgullo… ¿Buena compañía?

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El verdadero discípulo es el que supera al maestro.
Aristóteles

Uno de los elementos fundamentales para alcanzar el éxito y la excelencia es el hecho de contar con un mentor.

mentor, ra.

(Del gr., Méntor, personaje de la Odisea, consejero de Telémaco).

1. m. y f. Consejero o guía.

2. m. ayo.

El hecho de contar con uno ahorra muchos golpes y esfuerzos durante el largo camino de alcanzar nuestra metas, ya que los mismos ya han recorrido el sendero y muchas veces están ávidos de compartir con otros sus experiencias, ya que ello a la vez les causa la satisfacción de demostrarles a otras personas que ello si triunfaron… mientras que nosotros somos solo simples aspirantes al solio en el palacio del éxito.

Ahora, conseguir uno no es fácil, ya que los posibles mentores se dividen en dos grupos:

  • Aquellos que se niegan a compartir sus experiencias, ya sea por miedo a crear competidores; porque no les interesa; por mezquindad o simplemente porque nunca han pensado en ello.
  • Aquellos que desean compartir sus experiencias adoptando aprendices con los cuales compartir sus experiencias y satisfacer – en cierta forma – su ego.

Si llegamos a tener el privilegio de que una persona esté dispuesta a compartir sus secretos del éxito con nosotros, deberemos visualizar la situación como lo que es: una oportunidad única en la vida y de la cual la mayoría se ven privados.

Sin embargo el proceso de aprendizaje guiado por un mentor dista mucho de ser un proceso placentero y agradable, ya que lo primero que tenemos que dejar atrás es nuestro orgullo, ya que en muchas ocasiones nos veremos en la circunstancia de que nuestro mentor nos llame la atención con respecto a una conducta o una acción nuestra, y la cual se conciba – desde su punto de vista - como censurable.

En dichas ocasiones nuestro ego nos instará a mandar todo por el caño, ya que lo primero que vendrá a nuestra mente es que “ya no somos niños, y para que me regañen… sólo mis padres”.

Si por un momento nos ponemos a meditar al respecto llegaríamos a varias conclusiones:

  • Durante todo el proceso de aprendizaje con nuestro mentor, realmente si somos “niños” en camino a convertirnos en “adultos” plenos y exitosos. Ello implica que en cierta forma, nuestro consejero se yergue ante nosotros como un padre dispuesto a enseñarnos y disciplinarnos – proceso nada agradable para ninguna de las partes – en aras de nuestro propio beneficio.
  • Uno de los principales enemigos del éxito es la imprudencia; el hecho de dejarse llevarse por los sentimientos o el temperamento, ya que ello generalmente produce actuaciones impropias de nuestra parte y las cuales posteriormente se volverán en nuestra contra y nos llenarán de culpa y remordimientos. Todo nuestro actuar durante toda nuestra vida deberá ser guiado por la prudencia y la paciencia, ya que las mejores decisiones y acciones se toman en el solaz de una mente fría.

Ahora, el mentor debe estar a la altura de las circunstancias y siempre debe conducirse dentro de los terrenos de la decencia y las buenas maneras, ya que la humillación y el sometimiento nunca han sido herramientas de enseñanza adecuadas y le hacen un gran daño a los que las utilizan.

No es fácil aceptar llamadas de atención y reproches. Muchas veces las justificaciones y las excusas pugnarán por salir de nuestro pecho y se atropellarán en nuestra boca; pero en esos momentos lo mejor es aceptar con humildad el consejo y continuar – guiados de la mano de nuestro preceptor – el largo pero satisfactorio camino hacia el alcance de nuestros sueños.

Autor: Yohel Amat

viernes, 6 de noviembre de 2009

Confieso que he pecado: El error de generalizar

urbano hombre

 

Generalizar es señalar la paja en el ojo ajeno sin reparar en la viga del nuestro.
Anónimo

El sistema de transporte de la capital de mi país es un desastre. Los buses la mayoría de las veces son chatarras ambulantes, a la vez que trampas de muerte y lóbregas cavernas hediondas, escenario del sufrimiento diario de aquellos desdichados que no tienen otra alternativa para transportarse.

Los dueños de dichos vehículos lo único que les importa es la cuota diaria que les tiene que entregar el conductor del vehículo y todo lo demás es secundario para él.
Por lo inhumano del sistema, los conductores conducen como energúmenos y son la principal causa del estrés generalizado que vivimos la mayoría de los conductores que tenemos la desgracia de toparnos con ellos.

En mi concepto todos los conductores de estos anacrónicos ejemplos de nuestro tercermundismo todos son iguales: maleantes, groseros, irresponsable y una amenaza a todo lo que sea decencia y respeto al derecho ajeno.
Todos son iguales.” – decía mientras meneaba mi cabeza de un lado al otro.

Sin embargo un día en uno de los corredores de nuestro país me tocó ponerme en una fila que conducía a una caseta de peaje en la cual el sistema de cobro se acababa de dañar.
Por ello me veía en la disyuntiva de luchar contra una jauría de carros que se empeñaban en dejarme fuera de la fila más cercana por algún oscuro motivo.

Cual fue mi sorpresa, que uno de los llamados “Diablos Rojos” se dio a la tarea no solo de darme cortesía para poder entrar a la fila que me urgía, sino que además ayudó a muchos de los desventurados que se encontraban en mi misma situación.

En realidad, ya había visto varios ejemplos de conductores – no sólo de buses de transporte, sino además de taxis – que ostentaban buenos sentimientos hacia sus congéneres y que desplegaban cortesía en el manejo; respeto hacia las leyes y consideración hacia los demás conductores. En realidad los había visto, pero no había caído en cuenta de ello.

Ello me llevó a darme cuenta de que muchas veces durante el día tendemos a tachar a los individuos pertenecientes a algún grupo social – léase políticos; léase personas de barrios populares; léase personas pertenecientes a un gremio o profesión, etc. – como individuos uniformes en su comportamiento y con los mismos patrones de comportamiento.

Muchas veces el estrés diario nos lleva a actuar así, impidiéndonos ver la realidad a nuestro alrededor: los individuos todos tenemos similitudes, pero también muchas diferencias.

El hecho de generalizar y tildar a una persona en base a su profesión o medio de vida simplemente es una forma fácil de denigrar a nuestros semejantes.
Además sirve como forma de dar rienda suelta a todo ese cúmulo de frustraciones que acumulamos día a día en nuestra lucha diaria por el sustento y por alcanzar la excelencia.

El hecho de generalizar nos pone en una posición aparente de poder, la cual nos permite señalar los errores de los demás sin reparar en los muchos dedos que apuntan hacia nosotros: nos convertimos en una sociedad de “señaladores” profesionales.

Lo propio es auto examinarnos y detectar aquellos comportamientos que nos hacen repelentes o indeseables hacia nuestros semejantes y con ello comenzar a cambiar las cosas desde donde realmente tenemos el control: nuestro interior.

Autor: Yohel Amat

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Confesiones de un mediocre en rehabilitación: Capítulo 7; De la adolescencia a la etapa adulta – La Gran Transición

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Capítulo anterior: Capítulo 6; Las Bases del Futuro

De cómo emprender una gran tarea… pero con todas las de perder

Tal y como ya hemos comentado, venimos a este mundo con todo el equipo necesario para alcanzar las alturas más altas y para desarrollar plenamente todos los talentos con los que nacemos y sin embargo somos programados para perder.

Pero como siempre, cuando alguien pierde otros ganan.

Mi experiencia

Yo crecí en una ciudad pequeña y fronteriza de mi país. Eran los 80, Siglo XX, y la verdad es que es una época que recuerdo con mucha nostalgia, ya que era joven y creía estar seguro de lo que quería de la vida.

A mis 18 años solo quería tres cosas:

  • Conseguir mi documento de identidad que me acreditara como ciudadano mayor de edad (“Para poder hacer lo que me daba la gana” – pensaba.)
  • Entrar a la universidad (Para estudiar la carrera de computadoras y para conocer chicas)
  • Conseguir un trabajo (“Para comprar lo que quisiera”)

¿Difiere esto mucho de lo que usted deseaba a esa edad? Estoy seguro que no.

Y si tienes esa edad al leer ésta columna o si estas pronto a cumplirla, también creo que deseas lo mismo, exceptuando lo de la carrera de computadoras, donde estoy seguro que tendrás otros gustos al respecto.
En realidad esa carrera la elegí simplemente por instinto, producto de varios artículos que había leído en diferentes revistas.
Nunca en mi vida había tenido una computadora, así que este deseo se basaba puramente en suposiciones y en corazonadas de que ello era lo que realmente deseaba hacer en la vida.

image Deben tomar en cuenta que para 1982 las computadoras personales apenas habían salido al mercado y sus precios eran altos.
Por ejemplo, una típica computadora IBM – compañía inventora del género de la computadora personal - podía costar alrededor de $6,000.00 y en mi hogar no disponíamos de tamaña cantidad.

Nunca tomé ninguna prueba de aptitudes para ver si mis talentos eran los adecuados para la carrera y menos aun analicé si el mercado estaba preparado para profesionales de dicha carrera.
Tampoco calculé los costos de dicha carrera para ver si en la familia disponíamos de lo necesario para sufragarla.
En otras palabras, todo lo hice basado en pálpitos y en suposiciones, conducta que los años me han enseñado es suicida, como lo reiteraremos más adelante en la presente obra.

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Una de las grandes ilusiones que tenía a esa edad era la de estudiar en España, ya que tengo mucha familia allá.
Sin embargo del sueño nunca pasé. Nunca hice un análisis de ese deseo y de que era lo que necesitaba para alcanzarlo.
Y peor aún: mi padre tampoco.

A muy temprana edad mi nos llevó a todos en casa a un viaje de un mes a España, recorriendo muchas partes de ella y dejándome, hasta el día de hoy, con varios de los recuerdos más agradables de mi vida.
De allá mi padre vino con dos cosas: con una inversión en bonos y con la idea de que fuéramos a estudiar a España la universidad.

Cometí un error en aquella ocasión – uno de los primeros que cometería a lo largo de mi vida – y fue que dilapidé los beneficios de mi primera aventura financiera.
Varios de esos bonos estaban a mi nombre y todavía recuerdo que periódicamente tenía que ir al correo público a recoger los cheques que correspondían a los dividendos ganados. Si mal no recuerdo los cheques eran trimestrales.

Como buen “animalito salvaje” - en términos financieros - nunca abrí una cuenta de ahorros con ese dinero; o preparé un fondo para el ambicioso sueño de irme a estudiar al extranjero.

Yo pensaba que todavía ese sueño estaba lejos y que llegando el momento las cosas se arreglarían solas y todo saldría bien.

Lo que hice fue:

  • Seguir esperanzado en que mi papá en su momento me daría todas las facilidades para cumplir ese sueño que él había despertado;
  • Y gastarme el dinero trimestral tan pronto como pudiera en cosas fútiles e innecesarias en términos del alcance de mis sueños, ya que de metas… nada.

Ahora, ya empezaba a vivir en mi “matriz” y por ello me dejé llevar por los mensajes de mi entorno, los cuales le enseñan a uno a gastar y consumir. Lo último a lo que te incentivaban es a ahorrar.

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Si hubiera sabido aprovechar la oportunidad que mi padre me dio – ¡Pobre púber ignorante! - hubiera ahorrado dicho dinero para poder tener los recursos necesarios para alcanzar el gran anhelo que tenía de estudiar en el extranjero.

Sin embargo, carecía totalmente tanto del conocimiento como de las herramientas mentales necesarias para haber podido aprovechar esa oportunidad sabiamente.

Por un lado mis progenitores no estaban conscientes de que necesitaba una guía al respecto, y por otro ni yo estaba en la capacidad – es lo más probable – de asimilar el consejo en caso de haberse dado.

En otras palabras, por mi falta de visión ya estaba comprometiendo mi futuro, al no prepararme para alcanzar mis futura metas.
En lugar de eso me dediqué a vivir para el presente y a esperar a ver qué pasaba.

He querido resaltar este punto – ampliamente explicado en capítulos anteriores – para ilustrar que en la adolescencia es que empezamos a adquirir los malos hábitos que serán nuestra perdición en el futuro.

(continuará)

Autor: Yohel Amat

martes, 3 de noviembre de 2009

Tu también puedes “brillar”

La persistencia es de nuevo en este caso, como en muchas otras cosas de este mundo, la primera y más importante clave del éxito.
Anónimo

Este anuncio - originario de Tailandia -tiene un mensaje tan poderoso que he optado por publicarlo en éste blog, ya que me ha conmovido casi hasta las lágrimas.

Nos muestra la irreal historia de una sorda con deseos de aprender a tocar el violín… todo a ritmo de música clásica.

Vemos las burlas de los demás y los clásicos “realistas” que quieren hacerle ver la realidad: una sorda no podrá nunca tocar el violín.
Nuestra protagonista aún así persiste y lo primero que consigue para alcanzar su objetivo es un mentor.
Se trata de un músico callejero el cual – y sin tener ningún tipo de relación con ella - sí cree en su deseo ardiente y la apoya y alienta.

Durante el transcurso del anuncio vemos como a su alrededor todo el mundo - expertos en el arte de saber porqué los sueños no se van a realizar – le dicen todos los motivos por los cuales ella va a fracasar.

Su mentor le regala su primer violín y con él comienza su entrenamiento… y además arrecian los problemas.
Ello siempre será así porque cuando se trata de un ideal noble siempre habrá resistencia para probarnos a nosotros mismos de que estamos hechos y si realmente nos lo merecemos.

Posteriormente vemos como ella comienza a practicar y practicar sin que nada ni nadie le haga desistir.
Mientras tanto ni por parte de su propia hermana – la cual es pianista – recibe ningún apoyo.
Todo lo que recibe son mensajes como:

- “¿Puede una gallina volar?
- “¿Puede un sordo aprender a tocar el violín? ¿Por qué no aprendes otra cosa?

Llorando habla con su mentor y le pregunta, desesperada: “¿Por qué tengo que ser diferente que los demás?”; a lo que él le contesta:

- “¿Y porqué tendrías que ser igual? La música es algo visible. Cierra tus ojos y la verás.

¡Qué contraste!

Sus compañeros en el colegio se burlan de ella… nadie cree en su sueño. Sin embargo nuestra protagonista se mantiene firme practicando y en aras de su sueño el cual es participar en un concurso de música clásica. ¡Qué locura!

Para colmo de males unos gamberros en la calle le destrozan su violín y además hieren a su mentor el mismo día del concurso. Ello descorazonaría hasta al más templado, sin embargo nuestra heroína arregla como puede su violín y se presenta al concurso, cuando ya daban por sentado que no asistiría.

En ese momento toca con el corazón en la mano y da rienda suelta a todo el dolor y frustración acumulado en el camino recorrido hasta ese momento: el momento de demostrarle a todo el mundo que ella si podía ser una gallina voladora.

Las notas – inaudibles para ella – fluyen con la pasión de alguien que está en el éxtasis de hacer lo que siempre deseo realizar y que por ello aprovecha el momento para poner alma, vida y corazón en cada uno de sus movimientos, en aras de la perfección.

De más está decirles que al final recibe una ovación de pie, junto con el mensaje final: “Tu puedes brillar”.

Espero que ustedes también lo disfruten como yo lo he hecho y que podamos darnos cuenta de que los sueños están a nuestro alcance, solamente requerimos de dos cosas: creer en nosotros mismos y decidirnos a ir a por ello.

Autor: Yohel Amat

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domingo, 1 de noviembre de 2009

Conflicto Generacional

Xavier Sáez–Llorens
xsaezll@cwpanama.net

Cuando una persona empieza a decir que sus tiempos fueron mejores que los actuales, su mente ha iniciado síntomas de senilidad prematura. Me fastidia cuando médicos veteranos critican a los doctores bisoños, tildándolos de deficientes en capacidad analítica y faltos de apego a los andares tradicionales de nuestra profesión. No parecen recordar sus propios titubeos pretéritos. Lo que más me irrita, sin embargo, es escuchar a adultos moralistas manifestando que la juventud de hoy exhibe una profunda pérdida de valores. Paja verbal. Por mucho que nos veamos tentados a pensar de esa manera, la percepción de que “el pasado fue mejor” es falaz, estéril e incluso perniciosa.

No podemos retrasar la evolución natural de una sociedad que se adapta recurrentemente a modernos y disímiles desafíos. Este tipo de conflicto generacional surge multitudes de veces al pasar de una cohorte etárea a otra, pero parece interpretarse como un desastre que nadie había podido prever con antelación.

Para mitigar pesimismos, convendría repetir esa famosa charla dictada por un galeno británico que circula por la red cibernética desde hace varios años.

Este orador citaba cuatro frases populares que se emiten de forma cíclica: “La juventud es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos ya no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”; “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada y horrible”; “El mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin no puede estar muy lejos”; y “Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes y no podrán mantener nuestra cultura”.
Al enunciarlas, la concurrencia asentía de conformidad con cada una de las locuciones. Apenas se silenciaron los murmullos, él reveló el origen de dichas citas: La primera frase es de Sócrates, que vivió del 470 al 399 a.C.; La segunda es de Hesíodo, pronunciada el año 720 a.C.; La tercera es de un sacerdote, 2000 a.C.; y la cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia, con más de 4 mil años de existencia. Ante la perplejidad de los asistentes, el disertante exhortó al público: “Señores, relájense, que la cosa siempre ha sido así”.

Lo único que cambia realmente es el entorno social. Nosotros, al ir cumpliendo años, nos alejamos de esa juventud y olvidamos que, a la misma edad, éramos muy parecidos a los chavales contemporáneos. El ritmo de un objeto en movimiento no puede describirse adecuadamente si el evaluador también se mueve.

Actuemos con inteligencia. Nuestra labor como individuos experimentados no es enrumbar las costumbres y proyectos de vida de los jóvenes por senderos recorridos décadas atrás, sino protegerlos de riesgos innecesarios, inherentes a la escasez de información o desinformación que propiciamos en sociedad, escuela u hogar.

La educación sexual integral es, quizás, el mejor ejemplo de nuestras falencias como ciudadanos, educadores y padres. Años atrás, la iniciación sexual precoz tenía como posible consecuencia adversa la adquisición de gonorrea o sífilis, ambas tratables con penicilina. Ahora, el muchacho inexperto se expone al virus del sida, dolencia terrible e irreversible. Los nuevos adolescentes, además, están padeciendo infecciones crónicas por herpes y HPV debido a la moda actual de sexo oral y anal con compañeros para evitar riesgo de embarazo. Lastimosamente, por más sermones de abstinencia y fidelidad que pregonemos, enseñanzas que avalo, no vamos a lograr un impacto significativo en su conducta sexual. Hay que insistir, además, en hablar del inofensivo y demonizado condón, propaganda que ha sido tristemente abandonada por las autoridades sanitarias y los medios de comunicación.

El más grande placer en la vida para un adolescente es hacer lo que los mayores le indican no hacer. Tengo varios amigos profesionales cuyos hijos han caído en drogas, embarazos indeseados o infecciones sexuales debido a un ejercicio parental anticuado, rígido y dogmático. Como decía Shakespeare, “Los viejos desconfían de la juventud porque han sido también jóvenes”.

La Prensa

Una semana de silencio…

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La vida humana se parece a un camino cuya salida es un precipicio horroroso; nos advierten de ello desde los primeros pasos; pero el decreto está ya pronunciado: es preciso adelantar siempre sin poder retroceder.
Jacques Benigne Bossuet

Primero que todo les debo una explicación. Durante meses me propuse escribir diariamente en éste blog, tanto para mí – como catarsis para deshacerme de la angustia y de la culpa – cómo principalmente para ustedes, mis queridos lectores.

Durante ese lapso de tiempo derramé en las páginas de éste blog mi dolor y mi pena ante el azote inmisericorde de la adversidad. El lacerante dolor causado por el látigo impío sobre mis carnes y sobre mi espíritu era insoportable en algunos casos, y ustedes debieron haberlo intuido en algunos de mis escritos.
Sin embargo siempre estuve consciente de que a pesar de que el frío viento del invierno hincara sus dientes sobre mí el verano llegaría… y así ha sucedido.

Llegó en la forma de un nuevo comienzo. Llegó en la forma de una nueva oportunidad.
Nadie ha dicho que soy digno de ella ni nadie garantiza que esta sea MI oportunidad… simplemente me aferro a ella con la satisfacción de saber que Dios aprieta… pero no ahoga.

En el momento justo que las fuerzas me estaban abandonando y que el agua comenzaba a entrar a borbotones por mi garganta, surgió la mano amiga que me tomó de la mía y no solo impidió mi impío viaje hacia las oscuras profundidades de la angustia, sino que me ha llevado a la orilla.
A cambio lo único que me ha pedido es “Sé digno de ello”. Vive Dios que lo haré.

A causa de mi nueva realidad, el tiempo es inmisericorde y por ello quizás notarán que ya no escribiré diariamente o que mis escritos son de más corta extensión, sin embargo mi anhelo por alcanzar la excelencia ahora se ve incrementado por los grandes retos que estaré enfrentando y que desde ya exigen mucho de mi.

Cuento con ustedes para que compartan conmigo los sucesos y eventos que acontezcan de aquí en adelante, como si estuviésemos en una especie de historia que se escribe en el día a día y de la cual no sabemos el final, ya que las páginas se llenarán durante el diario… dinámica pura.

Gracias por acompañarme ahora y siempre y ésta semana de silencio me la regalé para reordenar mis prioridades y para refrescar mi espíritu, ya que escribir a diario exige un esfuerzo agotador de mi parte a pesar de lo mediocre – por ahora - del producto final.
Sin embargo soy consciente de que sólo alcanzaré la excelencia si me someto al riguroso régimen de la acción diaria. Y para ello cuento con ustedes.

Ante mí se yerguen todas las oportunidades posibles para expiar mis pasados pecados y para expulsar por fin y de una vez por todas la angustia y la desesperación.

Ojalá lo pueda hacer en la mejor compañía: ustedes, mis tan queridos lectores.

Autor: Yohel Amat