jueves, 30 de julio de 2009

Una Inspiración para el Camino

"Un padre es más de un centenar de maestros de escuela". - George Herbert

En muchas ocasiones de la vida nos hemos encontrado en encrucijadas donde todos los caminos que yacen ante nosotros se tornan oscuros; trabajosos y tormentosos.

Es en esos momentos donde nos damos cuenta de lo solitario que es nuestro andar por la vida, y de lo importante que es contar con una figura que nos sirva de norte y nos ayude - directa e indirectamente -a soportar el camino que tenemos por delante.

Mas aún, cuando veamos asombrados los destrozos causados en nuestra vida por nuestros errores y desaciertos, en muchas ocasiones tenderemos a auto recriminarnos y a sentirnos como los seres mas inútiles sobre la faz de la Tierra.
Ello nos puede hacer perder el rumbo o peor aún: sumergirnos en la depresión y en la postración.

Es en esos momentos donde deberemos hacer una pausa y buscar en el fondo del corazón esa persona o personas a las cuales les debemos algo: les debemos el hacernos merecedores a tantas esperanzas y a tanto amor.
En mi caso, esa persona es mi padre.

Se llamaba Juan Amat y fue la persona que me enseñó los principios y valores – correctos e incorrectos - que guiarían mi vida y que esculpirían mi carácter.
Siempre tuvo altas expectativas para mí - ¿Que padre no las tiene? – y siempre trató de ayudarme cuando me equivoqué.

En muchas ocasiones, a lo largo de mi vida adulta, he recriminado a mi padre por no haber hecho mucho mas por mí en momentos críticos de mi vida.
Ahora – después del paso del tiempo – he podido darme cuenta de que en su momento no me había hecho merecedor a dicha ayuda, ya que mis acciones y carácter en esos momentos no me hacían digno de confianza.
Ahora lo entiendo.

Mi padre murió en Diciembre del año 2000 y todavía ese espacio que dejó en mi corazón nunca ha sido llenado.
Permanentemente sopla en él el frío viento de la recriminación y el duro halito del remordimiento por las cosas que no hice por él… cuando pude.

No estoy orgulloso de muchas cosas en mi vida, pero al igual que lo he mencionado en otra columna (http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/tu-pasado-es-tu-escuela-o-es-tu-garrote.html) estoy aprendiendo a usar mi pasado como una escuela, y no como instrumentos de flagelación con el cual castigarme por tantos desaciertos cometidos.

Siendo así, cada día que Dios me da de vida lo utilizaré para convertirme en una persona que pueda pararse ante su padre con la frente en alto y con el orgullo de haber no solo llenado las expectativas, sino superado las mismas… y con creces.

Siempre debemos contar con esa persona – viva o en el éter – que nos sirva de ariete para destrozar los obstáculos que se nos presenten en la vida; y como inspiración para ser cada día mejores personas.

De ninguna forma sugiero que mi padre fuera perfecto o que careciera de errores… nada mas lejos de ello.
Sin embargo el amor y entrega que siempre tuvo para con nosotros – mi madre y mi hermano – me inspiran a admirarle como lo que fue: un gran ser humano.

Muchas veces nos queremos tan poco, que es bueno recurrir a figuras que nos recuerden que no vinimos a este mundo para llenar un espacio, sino para hacer grandes cosas.
Con el y con mi familia sé que mi búsqueda de la excelencia me llevara a buen puerto.

Y a ti también, querido lector.

Autor: Yohel Amat


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