domingo, 1 de noviembre de 2009

Conflicto Generacional

Xavier Sáez–Llorens
xsaezll@cwpanama.net

Cuando una persona empieza a decir que sus tiempos fueron mejores que los actuales, su mente ha iniciado síntomas de senilidad prematura. Me fastidia cuando médicos veteranos critican a los doctores bisoños, tildándolos de deficientes en capacidad analítica y faltos de apego a los andares tradicionales de nuestra profesión. No parecen recordar sus propios titubeos pretéritos. Lo que más me irrita, sin embargo, es escuchar a adultos moralistas manifestando que la juventud de hoy exhibe una profunda pérdida de valores. Paja verbal. Por mucho que nos veamos tentados a pensar de esa manera, la percepción de que “el pasado fue mejor” es falaz, estéril e incluso perniciosa.

No podemos retrasar la evolución natural de una sociedad que se adapta recurrentemente a modernos y disímiles desafíos. Este tipo de conflicto generacional surge multitudes de veces al pasar de una cohorte etárea a otra, pero parece interpretarse como un desastre que nadie había podido prever con antelación.

Para mitigar pesimismos, convendría repetir esa famosa charla dictada por un galeno británico que circula por la red cibernética desde hace varios años.

Este orador citaba cuatro frases populares que se emiten de forma cíclica: “La juventud es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos ya no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”; “Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada y horrible”; “El mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin no puede estar muy lejos”; y “Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes y no podrán mantener nuestra cultura”.
Al enunciarlas, la concurrencia asentía de conformidad con cada una de las locuciones. Apenas se silenciaron los murmullos, él reveló el origen de dichas citas: La primera frase es de Sócrates, que vivió del 470 al 399 a.C.; La segunda es de Hesíodo, pronunciada el año 720 a.C.; La tercera es de un sacerdote, 2000 a.C.; y la cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia, con más de 4 mil años de existencia. Ante la perplejidad de los asistentes, el disertante exhortó al público: “Señores, relájense, que la cosa siempre ha sido así”.

Lo único que cambia realmente es el entorno social. Nosotros, al ir cumpliendo años, nos alejamos de esa juventud y olvidamos que, a la misma edad, éramos muy parecidos a los chavales contemporáneos. El ritmo de un objeto en movimiento no puede describirse adecuadamente si el evaluador también se mueve.

Actuemos con inteligencia. Nuestra labor como individuos experimentados no es enrumbar las costumbres y proyectos de vida de los jóvenes por senderos recorridos décadas atrás, sino protegerlos de riesgos innecesarios, inherentes a la escasez de información o desinformación que propiciamos en sociedad, escuela u hogar.

La educación sexual integral es, quizás, el mejor ejemplo de nuestras falencias como ciudadanos, educadores y padres. Años atrás, la iniciación sexual precoz tenía como posible consecuencia adversa la adquisición de gonorrea o sífilis, ambas tratables con penicilina. Ahora, el muchacho inexperto se expone al virus del sida, dolencia terrible e irreversible. Los nuevos adolescentes, además, están padeciendo infecciones crónicas por herpes y HPV debido a la moda actual de sexo oral y anal con compañeros para evitar riesgo de embarazo. Lastimosamente, por más sermones de abstinencia y fidelidad que pregonemos, enseñanzas que avalo, no vamos a lograr un impacto significativo en su conducta sexual. Hay que insistir, además, en hablar del inofensivo y demonizado condón, propaganda que ha sido tristemente abandonada por las autoridades sanitarias y los medios de comunicación.

El más grande placer en la vida para un adolescente es hacer lo que los mayores le indican no hacer. Tengo varios amigos profesionales cuyos hijos han caído en drogas, embarazos indeseados o infecciones sexuales debido a un ejercicio parental anticuado, rígido y dogmático. Como decía Shakespeare, “Los viejos desconfían de la juventud porque han sido también jóvenes”.

La Prensa

2 comentarios:

  1. Me has dado una lección, Yohel. Tienes toda la razón. La única razón por la que me dará miedo que mis hijas salgan por la noche es porque temeré que se metan en los mismos líos en que yo me metí y de los que salí indemne gracias a la infinita misericordia de Dios. Mi temor no será que se metan en los mismos líos, que se meterán, sino que no tengan tanta suerte.

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  2. Fuego negro: Todos tenemos el mismo temor y en mi caso yo sí me acuerdo "cuando era sacristán". Si te contara las locuras que cometíamos en la pandilla - en el buen término de la palabra - te
    reirías conmigo. Hubieron situaciones donde las cosas pudieron haber salido mal para mí. Sin embargo Dios me cuidó.

    Solo nos queda convencernos de que así mismo como es falso eso de que "Todo tiempo pasado fue mejor" así mismo no hay mejores épocas para crecer como púber: simplemente son diferentes.

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