domingo, 22 de noviembre de 2009

Relación mentor – aprendiz: El ego y el orgullo… ¿Buena compañía?

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El verdadero discípulo es el que supera al maestro.
Aristóteles

Uno de los elementos fundamentales para alcanzar el éxito y la excelencia es el hecho de contar con un mentor.

mentor, ra.

(Del gr., Méntor, personaje de la Odisea, consejero de Telémaco).

1. m. y f. Consejero o guía.

2. m. ayo.

El hecho de contar con uno ahorra muchos golpes y esfuerzos durante el largo camino de alcanzar nuestra metas, ya que los mismos ya han recorrido el sendero y muchas veces están ávidos de compartir con otros sus experiencias, ya que ello a la vez les causa la satisfacción de demostrarles a otras personas que ello si triunfaron… mientras que nosotros somos solo simples aspirantes al solio en el palacio del éxito.

Ahora, conseguir uno no es fácil, ya que los posibles mentores se dividen en dos grupos:

  • Aquellos que se niegan a compartir sus experiencias, ya sea por miedo a crear competidores; porque no les interesa; por mezquindad o simplemente porque nunca han pensado en ello.
  • Aquellos que desean compartir sus experiencias adoptando aprendices con los cuales compartir sus experiencias y satisfacer – en cierta forma – su ego.

Si llegamos a tener el privilegio de que una persona esté dispuesta a compartir sus secretos del éxito con nosotros, deberemos visualizar la situación como lo que es: una oportunidad única en la vida y de la cual la mayoría se ven privados.

Sin embargo el proceso de aprendizaje guiado por un mentor dista mucho de ser un proceso placentero y agradable, ya que lo primero que tenemos que dejar atrás es nuestro orgullo, ya que en muchas ocasiones nos veremos en la circunstancia de que nuestro mentor nos llame la atención con respecto a una conducta o una acción nuestra, y la cual se conciba – desde su punto de vista - como censurable.

En dichas ocasiones nuestro ego nos instará a mandar todo por el caño, ya que lo primero que vendrá a nuestra mente es que “ya no somos niños, y para que me regañen… sólo mis padres”.

Si por un momento nos ponemos a meditar al respecto llegaríamos a varias conclusiones:

  • Durante todo el proceso de aprendizaje con nuestro mentor, realmente si somos “niños” en camino a convertirnos en “adultos” plenos y exitosos. Ello implica que en cierta forma, nuestro consejero se yergue ante nosotros como un padre dispuesto a enseñarnos y disciplinarnos – proceso nada agradable para ninguna de las partes – en aras de nuestro propio beneficio.
  • Uno de los principales enemigos del éxito es la imprudencia; el hecho de dejarse llevarse por los sentimientos o el temperamento, ya que ello generalmente produce actuaciones impropias de nuestra parte y las cuales posteriormente se volverán en nuestra contra y nos llenarán de culpa y remordimientos. Todo nuestro actuar durante toda nuestra vida deberá ser guiado por la prudencia y la paciencia, ya que las mejores decisiones y acciones se toman en el solaz de una mente fría.

Ahora, el mentor debe estar a la altura de las circunstancias y siempre debe conducirse dentro de los terrenos de la decencia y las buenas maneras, ya que la humillación y el sometimiento nunca han sido herramientas de enseñanza adecuadas y le hacen un gran daño a los que las utilizan.

No es fácil aceptar llamadas de atención y reproches. Muchas veces las justificaciones y las excusas pugnarán por salir de nuestro pecho y se atropellarán en nuestra boca; pero en esos momentos lo mejor es aceptar con humildad el consejo y continuar – guiados de la mano de nuestro preceptor – el largo pero satisfactorio camino hacia el alcance de nuestros sueños.

Autor: Yohel Amat

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