jueves, 9 de septiembre de 2010

La depresión, el mal de este siglo « ** PANA LETRAS *

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Elodia Muñoz -

Existe un temor natural a perder la salud, lo que es comprensible en todo ser humano, por lo que admiro la actitud de aquellos que por un motivo fortuito la pierden.

Hoy exalto la gran valentía, aplomo, valor y dignidad de la que fue mi compañera y amiga, PS. Lourdes Ulloa, a quien el cáncer le ganó la batalla, pero nos legó un regalo de vida.   Nos conocimos cuando laborábamos en la Gobernación de Panamá, sufrimos con su enfermedad, le apoyamos en sus quimioterapias y fue en esta adversidad, cuando conocimos a una mujer afanosa, valiente y decidida a vivir. El trabajo diario nos confraternizó, intercambiando sus experiencias y preocupaciones como profesional, defensora a ultranza de La Red Interinstitucional de Prevención Contra la Depresión laboral, guardo los mejores recuerdos y una gran admiración por ella; tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre las crisis depresivas, el origen del alto índice de ausentismo y el bajo rendimiento laboral, limitando la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida.

En los últimos tiempos se ha pensado que la depresión, el estrés y la forma de vida, son los efectos de la modernización, consecuencia de un mundo vertiginoso.   Sin embargo, esto no es del todo cierto, también le ocurre a hombres y mujeres de sensibilidad a flor de piel; recién un amigo muy estimado fue víctima de este terrible padecimiento, fue un ser solitario, sin apego alguno a la vida ni a los bienes materiales, pero de afectos hacia sus seres amados, hoy se dice que es la fuerza de voluntad el único nervio motor para enfrentar este mal.

La depresión es estimada como un trastorno mental, un sentimiento de tristeza y melancolía eventual o prolongada donde el individuo se abisma en sus propios pensamientos a veces de culpa o alegría desmesurada.

Lo preocupante de esta enfermedad que afecta el entorno laboral, tanto público como privado, es la actitud indolente de los directivos, siendo el punto neurálgico y coincidente y criterio compartido con la PS. Ulloa; puesto que el colaborador depresivo, pierde el interés por la vida, incapacidad laboral e incluso presenta asomo de suicidio. No obstante, reconocemos la responsabilidad de los facultativos en el tratamiento de este mal, también es cierto que demanda del interés, empatía y la comunicación que se ejecute entre jefes y colaboradores.

Por lo que no se requiere graduarse de psicólogo o psiquiatra; lo que sí se necesita es un mejor ser humano, (directivos o jefes), con profesionalismo, capaces de comprender que la depresión es una enfermedad tratable, llevadera y curable, pero una gran parte de la terapia depende tanto de paciente como de quienes conviven con él.

Artículo publicado el 4 de septiembre de 2010 en el Diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que a la autora,   todo el crédito  que les corresponde.

 

 

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