lunes, 22 de junio de 2009

Las 48 Leyes del Poder: Ley No. 7 - Logre que otros trabajen para usted, pero no deje nunca de llevarse los laureles

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Tal y como lo definimos en la introducción de esta serie de 48 artículos - véase el enlace http://yohelyav.blogspot.com/2009/06/las-48-leyes-del-poder-el-inicio-de-una.html - el propósito es analizar en su totalidad "Las 48 leyes del Poder".
Hoy vamos a seguir con la Ley número 7.

Ley Número 7: “Logre que otros trabajen para usted, pero no deje nunca de llevarse los laureles”

“Utilice la inteligencia, los conocimientos y el trabajo físico de otros para promover su propia causa. Ese tipo de ayuda no sólo le permitirá ahorrar mucho más tiempo y energía, sino que le conferirá un aura divina de rapidez y eficiencia. A la larga, sus colaboradores serán olvidados y todos se recordarán a usted. Nunca haga lo que otros pueden hacer por usted.”

Esta ley es descarada, hay que admitirlo. Sin embargo, durante mis mas de 23 años de vida laboral vi su aplicación decenas de veces.
Y principalmente por personas con mando, ya que ese es el vehículo que las mentes estrechas utilizan para escalar en la estructura jerárquica de las compañías donde laboran.

Aparentemente es despreciable la ley pero sin embargo nunca se puede descartar del todo, ya que si se cuenta con subordinados mediocres o sin aspiraciones ¿Por que no utilizar su trabajo para que otros que si lo deseamos, podamos escalar?

Ahora, de esta ley saco algo que es muy valioso y que muy poco practican: el arte de delegar.

En muchas ocasiones emprendedores y empleados de mando de todos los niveles cometen un error mortal que afectará el posible crecimiento y expansión de sus empresas o compañías o sus posibilidades de ser promovidos, en el caso de los que son empleados.
Esto es tratar de hacer todo ellos mismos.

Dice el diccionario con respecto a la palabra delegar: “Dar a una persona la facultad o el poder para que la represente y los ejerza en su nombre”.

Para los efectos de nuestra disertación, delegar significa pasar el trabajo superfluo o banal a subordinados para que se encarguen de hacer las tareas correspondientes mientras usted se dedica a las cosas importantes y urgentes.
De esa manera su eficiencia aumentará ya que no desperdiciará su tiempo en banalidades sino en actividades que aumenten el rendimiento, utilidad y valor de la actividad a la que se dedique.

Aquellas personas que actúan bajo la premisa que reza “Para que las cosas se hagan bien hay que hacerlas uno mismo” están cometiendo un error garrafal, ya que están desperdiciando su valioso tiempo en actividades que otras personas pudieran hacer.

Ilustraré esto con un ejemplo: en una ocasión tenía una empresa como cliente, cuya gerente todo lo quería hacer por ella misma.

En un momento dado había que comprar equipo especializado de comunicaciones – rama que ella no dominaba, por supuesto – y dicha gerente decidió salir ella misma a comprar los equipos; saltando de tienda en tienda buscando el mejor precio. Todo ello a pesar de que había departamento de compras.

Cuando nosotros llegamos el Presidente de dicha compañía estaba furioso, ya que se había pasado toda la mañana tratando de reunirse con la gerente y la misma se encontraba de “shopping”.

Aparentara que ella estaba actuando correctamente, ya que estaba haciendo dos cosas: buscando un mejor precio y demostrando que le interesaba hacer su trabajo.

Sin embargo el Presidente de la compañía – en medio del disgusto que tenía – razonaba así: “¿Cuanto le cuesta a la compañía la hora de trabajo de esta señora?”
Este razonamiento está lleno de sabiduría: ¿Cuanto le costaba a la compañía una hora de trabajo de esta funcionaria? Por supuesto que mucho mas que el que se le pagaba a los empleados encargados de las compras.

Ella ganaba mas, porque se le pagaba para hacer un trabajo que solo ella sabe hacer; y no para que gastara su valioso tiempo en cosas que cualquiera otra persona podía hacer. He allí el meollo de mi disertación.

Si usted no aprende a delegar, entonces nunca podrá organizar un equipo de trabajo eficiente que sea su soporte mientras usted planifica; analiza; y toma decisiones, que es para lo que usted le pagan; o lo que representa su principal función en su empresa.
Siendo así usted deberá tener la suficiente fe - si otros han podido, ¿Por qué usted no? – en que podrá armar un grupo de trabajadores de su confianza que le asisten en las nimiedades.

Ahora, los principales argumentos que se esgrimen para invalidar lo anteriormente planteado son los siguientes:

  • Falta de confianza en las capacidades y en la honradez de los subalternos: bajo este esquema se esconde una sola cosa: miedo. Miedo a que el subalterno nos robe; miedo a que aprenda secretos de la compañía y que en el futuro se convierta entonces en nuestra competencia; etc.. Usted nunca debe actuar bajo la premisa de que todo el mundo es incapaz o deshonesto ya que ello implicaría un encasillamiento que lo único que causa es que usted y su empresa vivan limitados
  • Falta de capital o resistencia a invertir en subalternos: por supuesto que si su empresa es nueva, lo mas probable es que usted sea un “hombre orquesta” al inicio, ya que no contará con el suficiente capital para contratar todos los empleados que se necesitan. Pero si al crecer su empresa usted sigue pensando así nunca va a crecer lo que pudiera, debido a que todo lo hace usted. En cuanto se pueda sería bueno que usted contratara personal idóneo que le sirva de soporte.

Hay que tener bien claro que usted debe ser dueño de su propio sistema y no de su propia empresa, ya que de otra forma usted no es esclavo de un salario, pero si de una empresa… aunque sea la suya.

Ello implica que si usted se retira una semana de su negocio y el mismo se paraliza, ello quiere decir que usted es esclavo de su empresa y que la misma existirá mientras usted esté pendiente de ella.
De ser así usted deberá diseñar una forma adecuada de ir delegando funciones, de manera que le permita en un momento dado disfrutar de los frutos de todo su esfuerzo pasado y diseñar nuevas estrategias de negocio que le permitan seguir creciendo.


Autor: Yohel Amat

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