En muchas ocasiones hay administrativos que se estrenan en compañías donde ingenuamente creen que rápidamente podrán imprimir su marca e imponer estilos. Llegan con un costal de planes y sueños, prestos a ser aplicados en su trabajo... hasta que se estrellan con la realidad.
La misma está compuesta por personas que le importan dos pepinos los planes de cambio; por sistemas obsoletos que se aferran cual lapas para no perder vigencia y de los cuales se puede esperar de todo menos rendición. Al enfrentarse con una realidad tan distinta a la soñada, dichos ingenuos muchas veces se descorazonan y se pliegan a los designios de su entorno, echando a la basura todos sus idealistas planes de reforma. Es bueno cargar a cuestas un costal de sueños e ilusiones, pero es mejor agregar al mismo una buena cantidad de realidad, de manera que desde el inicio nos demos cuenta de que el mundo odia los cambios y de que los mismos - junto con las "revoluciones" - hay que aplicarlos lenta, pero firmemente, de manera que afectemos nuestro entorno de forma positiva y sin traumas. Gota a gota se horada la roca.
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martes, 5 de enero de 2010
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