jueves, 22 de octubre de 2009

Toma efectiva de decisiones: las tres preguntas

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Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia.
Paulo Coelho

A veces volteo a ver hacia atrás “y me espanto” como dice la famosa frase.
¿Cuantas veces estuve ante la disyuntiva de contestar con un “SI” o con un “NO” y al final escogí la peor respuesta? ¿Cuantas veces con una sola palabra, mi vida habría sido otra y sin embargo no lo hice así y ahora cargo con las consecuencias?

Una de las materias que debería ser de obligatoria enseñanza en nuestros centros educativos es la de “Toma de decisiones”; ya que a lo largo de nuestra vida la mayoría de nosotros deambulamos sin siquiera tener una idea de como tomar buenas resoluciones que sean de edificación para nuestras vidas y que nos ayuden a alcanzar nuestras metas… si es que tenemos, pero eso es material de otras columnas.

Y si tomamos en cuenta que una mala respuesta ahora pudiera acarrearnos pesadas consecuencias mañana, estaríamos entonces ante la certeza de que la sabia toma de decisiones en un momento dado es un elemento clave para nuestro futuro bienestar.

He leído muchos libros al respecto y en muchos de ellos se plantean extensos planes y además complejos de ejecutar para la sabia toma decisiones; cosa que considero un error, ya que para resolver las pequeñas disyuntivas diarias de nuestras vidas no deberíamos enfrentarnos a complejas elucubraciones.

He aprendido un método muy simple para ayudarnos a mejorar nuestra habilidad para la toma sabia de decisiones y el mismo se basa en someter a tres preguntas cualquier situación dada que exija de nuestra parte una resolución.

1. ¿Realmente quiero ser esto; o queremos hacer esto; o tener esto?

Cada vez que se nos exija una respuesta de nuestra parte – generalmente tan simple como decir “Si” o “No” – deberemos preguntarnos si la disyuntiva vale la pena por medio de someterlo a ésta pregunta, ya que las consecuencias que acarree una respuesta o la otra deberán sopesarse de acuerdo al grado de importancia que tenga la situación para nosotros.
No contestemos a la ligera por cosas que en el fondo realmente no deseamos, actuando en la mayoría de los casos bajo la presión de nuestro interlocutor.

2. ¿Me ayudará al logro de mis objetivos y metas?

Debemos evaluar si el hecho de contestar de una u otra forma me ayudará a alcanzar mis objetivos o si me llevaría en sentido contrario.

Por ejemplo si camino a una entrevista de trabajo me encuentro con un amigo y el mismo me presiona para que me tome unas cervezas con él, quizás la respuesta a la primera pregunta sea “Si”, sin embargo al someter la propuesta a la segunda me doy cuenta de que llegar con aliento alcohólico a la entrevista no me va ayudar a conseguir el trabajo.

Escojamos la respuesta que más nos acerque a nuestros objetivos y procedamos en consecuencia.

3. ¿Está en armonía con las leyes de Dios y los hombres?

Si la situación supera las dos preguntas anteriores, ya sólo queda someterla a la luz de la tercera, mismo que nos dirá fácilmente si una acción en uno u otro sentido rompe con alguna ley divina o terrenal; siendo ambas de igual valor.

Si la respuesta es negativa, entonces alejémonos de futuros problemas y contestemos en consecuencia.

Es importante acotar que para el momento de tomar la decisión final, es clave que la respuesta que vayamos a dar haya pasado los tres filtros, ya que aquí no es válido eso de “dos de tres” o “una de tres”.
De proceder así, el resultado al final – casi garantizado que así será – se volteará contra nosotros y nos morderá en la garganta… y para entonces probablemente ya sea muy tarde.

Autor: Yohel Amat

 

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