martes, 6 de octubre de 2009

La parábola de los talentos o de cómo por mediocres nos perdemos del éxito

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Evangelio según San Mateo; Capítulo 25; Versículos 14-30

Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiéndose lejos llamó á sus siervos, y les entregó sus bienes.

Y á éste dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno: a cada uno conforme a su facultad; y luego partió lejos.

Y el que había recibido cinco talentos se fue, y granjeó con ellos, e hizo otros cinco talentos.

Asimismo el que había recibido dos, ganó también él otros dos.
Mas el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos, e hizo cuentas con ellos.

Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: “Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco talentos he ganado sobre ellos.”
Y su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.”

Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos.“
Su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.”

Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste;
Y tuve miedo, y fui, y escondí tu talento en la tierra: he aquí tienes lo que es tuyo.”

Y respondiendo su señor, le dijo: “Malo y negligente siervo, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí.”
”Por tanto te convenía dar mi dinero á los banqueros, y viniendo yo, hubiera recibido lo que es mío con usura.
Quitadle pues el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque á cualquiera que tuviere, le será dado, y tendrá más; y al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.”

Ésta parábola ilustra de manera clara y sencilla – cómo la mayoría de las contenidas en los cuatro evangelios – un concepto que es de uso universal y que de diversas maneras he tratado de ilustrar en éste blog y que inclusive - me atrevería a decir - es el principal escollo que quiero vencer en mi vida: la mediocridad.

El hombre de la historia representa a la vida: dura, injusta, implacable y a la vez exigente.
Por otra parte también significa a nuestro Creador, el cual nos ha privilegiado con el don de la vida y no sólo eso:nos ha dado infinidades de “talentos” para que los utilicemos no sólo en nuestro beneficio, sino para el de los demás.

El siervo que recibió un talento es el clásico mediocre: actúa y reacciona ante todo por miedo.
Se la pasa criticando a la vida; se conforma con lo que tiene ya que en el fondo no se cree capaz de hacer cosas grandes o aunque sea diferentes.
En el fondo vive aterrado por el fracaso, por lo que prefiere “enterrar” en la rutina y el conformismo los talentos que le fueron dados en el momento de nacer, para justificarse después aduciendo que lo hizo como una forma de resguardar lo percibido.

Es como haber recibido una camisa nueva y fina y nunca usarla, ya que su temor es que de hacerlo se ensuciará o se arrugará.
Actuar de esta forma – como lo hacemos millones de personas diariamente – es la forma más estúpida de trabajar con lo que Dios nos dio.

Decidámonos de una vez por todas a salir de la mediocridad y empecemos a hacer uso de ese caja de herramientas que Dios nos dio, ya que en algún momento se nos pedirán cuentas de cada uno de ellos… y lo mejor es que tengamos algo constructivo que decir.

Autor: Yohel Amat

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