viernes, 16 de octubre de 2009

Yo margino; tu marginas; todos marginamos

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Debemos reconocer la plena igualdad de todas las personas ante Dios y ante la ley, y en los cuerpos gubernamentales. Debemos hacerlo no porque resulte ventajoso económicamente, aunque lo es; no porque las leyes de Dios así lo dispongan, aunque así lo disponen, y no porque las gentes de otras tierras así lo deseen. Tenemos que hacerlo por la razón única y fundamental de que es lo correcto.

Robert Kennedy

En mi país habitan personas de todas partes del orbe y en general los extranjeros son aceptados con los brazos abiertos, ya que nuestra cultura y raza es multicolor.
Por ello raras veces el extranjero se siente excluido en nuestro suelo patrio.

Sin embargo últimamente se ha dado el fenómeno de una ola migratoria proveniente de un país limítrofe, a causa de la violencia; la guerrilla y el narcotráfico.
Ha resulta de ello, en nuestro país los niveles de delincuencia se han elevado a alturas nóveles para nosotros.
Ello se refleja en que últimamente se han dado toda clase de tropelías, cual de todas más vil y desalmada.

Como en nuestro país nunca hemos experimentado tal grado de maldad y violencia, actualmente el grueso de la población empieza a ver a dichos inmigrantes como los causantes directos de dicha distorsión de nuestra vida nacional y costumbres.
Yo no me atrevo a afirmar que ello sea cierto, por lo que me reservaré mi opinión.

Traigo esto a colación, ya que por avatares del destino me tocó conocer a una gran persona proveniente de dicho país y al cual considero responsable y muy trabajador.
Sin embargo el mismo se encuentra frustrado, ya que no puede aplicar para un trabajo - ya que sus papeles no están en regla todavía - y por otra parte, tampoco puede montar su propio emprendimiento por falta de capital de trabajo.

Ya lo ha intentado varias veces, pero en cuanto el posible socio escucha su acento, inmediatamente lo encasilla, perdiendo con ello toda oportunidad de negocio.
Bautizaré a mi amigo como Carlos.

Carlos tiene a su familia en su país de origen y además carece de una entrada fija, por lo que actualmente se encuentra desesperado, ya que la norma últimamente es que no tiene ni para comer.

Carlos me comenta lo difícil que es para él el hecho de ver en los rostros de las personas la desconfianza y el señalamiento al momento de determinar su nacionalidad, ya que siente que por el simple hecho de provenir de dicho país, inmediatamente se convierte en delincuente, guerrillero o narcotraficante ante los ojos de su interlocutor.
Muchas veces habla al respecto con lágrimas en los ojos.

El ser humano tiende a marginar a todo aquel que no es igual a él.
El norteamericano margina al latino; el latino en su país margina al indígena; y así la cadena sigue sin fin.
Todos en un momento dado marginamos y señalamos sin tener siquiera los elementos para determinar si la persona objeto de nuestro miedo realmente es merecedor de él.

Mi consejo para Carlos es que todos discriminamos y todos somos discriminados en un momento dado.
A veces – sutilmente – somos marginados por ser gordos; por nuestra apariencia; por nuestro color de piel; por nuestra vestimenta; por nuestro país de origen; por nuestra clase social;  etc.
Es por ello que el simple hecho de discriminar a una persona por su nacionalidad es el más vil de los actos, ya que podríamos estar condenándolo al ostracismo, aunque tuviera la mejor de las intenciones.

Ahora, hay que ser realista: si nosotros permitimos que la idea que los demás tengan de nosotros nos afecte negativamente, entonces viviremos amargados y perseguiremos siempre la utopía de obligar a los demás a cambiar su mentalidad; cosa que nunca va a suceder.

Sobre lo que si tenemos control es sobre nuestra actitud ante la marginación y opiniones de los demás, por lo que tenemos que blindarnos con la coraza del coraje y de la determinación; cerrar los ojos; apretar los dientes y seguir nuestra caminar hasta que logremos las metas que nos hayamos propuesto.
Eso nadie nos lo podrá quitar.

Autor: Yohel Amat

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