domingo, 28 de marzo de 2010

En Búsqueda de la Excelencia: La densa niebla de lo porvenir

El sabor de la cerveza fría en su boca aplacaba en cierta forma el espantoso calor que le rodeaba y que pesaba sobre él como algo material y consistente. El sopor hacía presa de él y se sentía al borde del desmayo.

El abanico que tenía frente a él vomitaba aire caliente sobre su torso y rostro y desde hacía horas estaba considerando si no era mejor apagarlo.
Sin embargo de solo pensar que el ruido de su motor cesase le espantaba en cierta forma, ya que el sonido le ayudaba a pensar. Y vaya que necesitaba evadirse mentalmente hablando, ya que llevaba horas meditando.

Durante años había trabajado para labrarse un destino para él y para su familia y a pesar de su escasa educación universitaria, sentía que había alcanzado mucho en la vida. Por lo menos hasta hacía dos años atrás.
Después de más de veinte años de trabajo continuo en una gran compañía de su país, había experimentado en su carne las dentelladas de la crisis en la forma de un despidos por motivos de reducción de personal. Y él había sido uno de los "reducidos".

Al principio el choque inicial al enterarse de la noticia le había dejado estupefacto y totalmente ido por varios días. No podía asimilar que todo aquello que daba por sentado no era tal y que el piso que creía firme se desvanecía debajo de él revelando un oscuro y profundo abismo de incertidumbre.

Cuando su mente había asimilado el nuevo escenario trató de compensar el peso de la incertidumbre con la certeza de que muchos caminos se abrían ante él y de que el mundo era suyo.

El ladrido de su perra en el patio le sacó brutalmente a la superficie de su mente, dejándole totalmente indefenso y a merced del sol de la realidad, el cual le quemaba las retinas con sus despiadados rayos.

Llevaba horas sumergido en la profunda y oscura ciénaga de su mente y revolcándose en su fondo en el lodo de sus pensamientos, tratando de ver si podía ahogarse allí para nunca más salir.
Odiaba el eterno astro rey que le aguardaba al salir a la superficie, ya sea por voluntad propia o por elementos como el ladrido de marras.

Aprovechó - antes de sumergirse desesperadamente otra vez - para tomar otro sorbo de cerveza que aliviara el sopor que le estaba causando una modorra de padre y señor nuestro.

Cuando nuevamente alcanzó el fondo nadó libremente y se dejó ir...

Había descubierto hacía poco que una de las ciencias mas ingratas y evasivas de todas era la de determinar cual era el mejor camino a seguir en momentos críticos de la vida.
Era cierto que cuando le habían despedido se habían abierto cientos de caminos a seguir pero ¿Cómo saber cual era el correcto? ¿Cómo saber cual era el suyo, y no el de la perdición, o - peor aún - el que le condujera a un callejón sin salida que le causara perder parte del poco tiempo que le quedaba a su edad actual de hombre maduro?

Cuatro años atrás había tenido la epifanía de prepararse para tener recursos propios y capear futuros temporales. Para ello había sostenido reuniones familiares para llegar a consensos que le permitiesen aprovechar un bien familiar para poder constituir un negocio que llevase la prosperidad a los participantes. Por supuesto él incluido.

Ese fue el primer camino que escogió seguir. Sin embargo el mismo solo le había conducido a la jungla profunda de la decepción,ya que todos los familiares que había contactado a última hora habían cambiado de opinión y habían decido que el bien era intocable.
0 y van dos, a favor de la desesperanza.

Siempre le había gustado contar con un "plan b" para todo, pero en éste caso no lo tenía, ya que la liquidación que había recibido al ser despedido la había usado imprudentemente para pagar deudas y la misma no había alcanzado, por lo que ahora se encontraba desempleado; descapitalizado; lleno de deudas y sin ningún camino a seguir.

La llamada de su mujer para que fuera a buscar la ropa a la lavandería le sacó nuevamente a la realidad y muy a su pesar tuvo que bracear para salir hacia la superficie.
Si bajo el agua pudiesen verse sus lágrimas al hacerlo hubiese inspirado mucha lastima al observador casual.

Cuando regresó de la misión, se zambulló nuevamente buscando con desespero el arrullo y consuelo que encontraba en el fondo de su mente.

Pasó los peores 8 meses de su vida, viendo como su hoja de vida aparentemente servía solo de papel higiénico para las compañías y agencias de empleo a las cuales las había enviado.
Allí pudo darse cuenta de que sus más grandes enemigos iban - e irían - con él por el resto de su vida: su escasa preparación universitaria y su edad.
Fue consciente de que alguien con semejante perfil se las iba a ver maduras para poder conseguir un trabajo decente o al menos acorde con su último salario.

Fue allí donde la "suerte" le ayudó y desde el abismo de su pasado surgió un amigo que le tendió la mano y le consiguió su actual trabajo, en el cual ganaba la mitad de lo que fue su antiguo salario.
Si alguien hubiese podido ver que al pensar en la palabra "suerte" había utilizado comillas, se habría preguntado el porqué de las mismas.
La respuesta era sencilla: odiaba su trabajo, independientemente de que era el salvavidas actual que impedía que las deudas hicieran presa de él e hicieran pedazos todo lo construido durante más de 20 años.
Por absurdo y malagradecido que sonara, ODIABA su actual trabajo.

Bajo éste escenario fue que un Domingo cualquiera la duda le asaltó cual depredador desde las alturas de un árbol. Su zarpazo le había agarrado de sorpresa y el terror había hallado cobijo en su corazón, helando su interior como si una tormenta de nieve se hubiese desatado en su interior.

¿Y si a su edad ya era demasiado tarde? ¿Y si su destino era terminar sus días haciendo un trabajo que odiaba y solo soñando con alcanzar la utopía de que había algo más para él? ¿Y si estaba escalando con toda su alma - y vive Dios que así era, a pesar de la aversión que le tenía a su actual medio de vida - la montaña equivocada? ¿Que haría al llegar a la cima del monte y darse cuenta de ello? ¿De donde sacaría fuerzas para descender y para escoger otra cima a la cual subir... otra vez? ¿Y si en realidad él no era buena para nada y sí mediocre en todo?

Al hacer un audito de su vida se había dado cuenta de que los resultados eran mediocres en muchos aspectos, quedando con ello casi convencido de que no era bueno para nada en especial. Un auténtico perdedor de marca mayor, que no se había estrellado en llamas contra el duro suelo de la realidad antes, debido a una especie de torcida buena suerte.

A causa de todo ello, últimamente vivía en compañía de la desesperación; de la ira; de la incertidumbre y de la amargura.
Había llegado a oscuras y siniestras conclusiones a las preguntas que asolaban su alma y atormentaban su mente desde hacía semanas.
La conclusión mayor era simple: no sabía nada; no esperaba nada y no tenía ni idea de hacia donde iba.
El frío de la incertidumbre era sobrecogedor y se reflejaba en el hecho de que últimamente le costaba mucho trabajo respirar: vivía con un perenne nudo en su garganta, producido por el miedo.

- "Dios mío, ¿Que hago?" - se dijo a sí mismo en su nuevo viaje hacia la superficie. "De donde saco inteligencia y fuerzas para seguir mi camino o mejor aún: para saber cual es el mio?"

En ésta ocasión el viaje también había sido producido por una distracción externa: su hijo de 10 años se había situado sigilosamente detrás de él y en un momento de descuido - su padre parecía fuera de éste mundo, lo cual por un momento le había asustado - le había rodeado con sus brazos.
Procedió entonces a estampar un beso en una de las mejillas de su padre y le había susurrado al oído:

- "Papá, ¡Te quiero mucho!".

Su padre le devolvió el beso y el abrazo, sin darse cuenta de las lágrimas que habían empezado a fluir sin control mientras lo hacía: era el día de su cumpleaños y no había podido darle ningún regalo de valía, ya que no tenía dinero.
Toda la desesperación y la frustración de los últimos meses salieron en forma de lágrimas y jadeando como un bebe con hipo abrazaba a su hijo sin poderlo evitar.

Cuando nuevamente ganó control de sus emociones trató de tranquilizar a su hijo - se había asustado al ver la parte visible de su desahogo - y le despidió con un beso en la frente para que siguiese jugando.

Cuatro palabras le habían dado las respuestas que había estado buscando infructuosamente en el lugar equivocado. La solución al enigma ahora radiaba espléndida delante de él: por oscura y densa que fuese la niebla que oscurecía el futuro que le aguardaba, su única salida era seguir avanzando.
Apretar los dientes y seguir intentándolo una y otra y otra y otra y otra vez. Todas las que fuesen necesarias, ya que sus hijos no merecían menos de eso.

Apurando un último trago de cerveza se levantó de su asiento y se enfiló hacia el velado camino de lo porvenir.
Caminó con el paso seguro que sólo brinda la certeza de saber que es lo que se está haciendo y con la certeza de que jamás volvería su vista para ver hacia atrás. Nunca más.

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