lunes, 19 de octubre de 2009

Confesiones de un mediocre en rehabilitación: Capítulo 5 - La adolescencia; El perfeccionamiento de la mediocridad

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La pérdida de nuestras fuerzas es debida más bien a los vicios de la juventud, que a los estragos de los años.
Cicerón

Capítulo anterior: Capítulo 4: De cómo echar a perder un cerebro genial

Sobre esta etapa si tengo que confesar que tuve una infancia feliz, por lo menos que yo recuerde.

Cuando inicié el colegio - alrededor de 1977 - fui con todas las intenciones de conocer esos dos nuevos mundos: el de la educación media y el de la adolescencia, la etapa crucial de todo hombre y mujer.
Es en ella donde nos encontramos en una encrucijada donde podremos escoger por cual camino continuar nuestro caminar… y de esas decisiones dependerá nuestro futuro.
Yo no estaba consciente de esto, por lo que entré a esta etapa crucial de la vida sin un PdV –Plan de Vida - y a “ensayo y error”.

Ahora el principal obstáculo que tenemos en esta etapa no se encuentra en nuestro entorno, sino en nuestro interior: las hormonas.
Esas condenadas nos transforman de niños inocentes en púberos calenturientos en búsqueda de “acción” con el sexo opuesto. También nos nublan la razón y no nos dejan tomar buenas decisiones.
La situación es más grave cuando papá y mamá están más ocupados trabajando, que aconsejando a sus hijos; siendo peor aún cuando alguno de los padres falta.

La pubertad es una etapa muy confusa en la cual el joven se siente perdido; carente de un plan o rumbo fijo.
No sabe que quiere; y si lo sabe no sabe cómo conseguirlo; y en la mayoría de las cosas la situación es aún más grave: piensa que todo lo sabe y que vivirá para siempre.

El peor de los errores que cometemos durante nuestra adolescencia es PENSAR QUE TODAVÍA NOS SOBRA TIEMPO PARA HACER LAS COSAS QUE TENEMOS QUE HACER.

El púber típico se siente inmortal. Piensa que las cosas “le ocurren a los demás”. Por eso hace toda clase de disparates, tales y como:

  • jugar con el sexo antes de tiempo;
  • empezar a crear malos hábitos tales y como fumar o beber bebidas alcohólicas;
  • descuidar sus estudios “porque estudiar es aburrido”;
  • empezar a jugar con el dinero;

image El gran problema - y que algunos aún después de ser adultos todavía tienen - es pensar que todavía hay tiempo de sobra para realizar las cosas que hay que hacer.
Tareas como estudiar, prepararse, planificar, investigar, etc., son consideradas aburridas y propias de viejos. Lo único que interesa es departir con los amigos y “vivir la vida”; ya que ya habrá tiempo para las cosas “aburridas” o “serias”.
Tristemente muchos de esos jóvenes nunca superan ese tipo de actitud y pasarán el resto de su vida actuando en consecuencia.

Es por eso que algunos define la adolescencia como “la etapa donde se adolece de docencia”.

¿Siguen siendo nuestros padres los villanos?

Durante toda nuestra juventud - y en la mayoría de los casos -nuestros padres son los “malos” de la película.
Por supuesto que nuestros “héroes” son nuestros amigos y compañeros, por muy estúpidos y mediocres que sean.

Nuestra mente está nublada por la cantidad de mensajes anodinos que recibimos por todas partes:

  • De nuestros profesores;
  • De nuestros amigos;
  • De nuestros políticos;
  • De la televisión;
  • De las letras de las canciones que escuchamos;
  • De los libros y revistas que leemos (lo cual ya de por sí es un milagro ya que el adolescente promedio no lee ni aunque su vida dependiera de ello)

Sin embargo, de entre todo ese mar de señales -y que la mayoría de ellas lo único que causarán al seguirlas es “naufragar” nuestro futuro - siempre hay algunas que son constructivas, objetivas y didácticas.

Siempre hay un familiar o amigo que nos dice cuales son las cosas realmente importantes; siempre nos tropezaremos con un profesor o maestro que tratará de aconsejarnos con respecto o nuestras malas actitudes o errores para que corrijamos; siempre habrá algún libro o revista donde habrá un artículo que tratará de abrirnos los ojos; siempre habrá un mensaje en la radio o televisión que tratará de darnos el mapa necesario para salir de la adolescencia como personas de éxito y no como “personas de bien”.

Persona de Bien: dícese del asalariado promedio, resentido por no ganar lo que él considera justo y lleno de deudas. Pero eso sí: no le hace mal a nadie. Lo malo es que no se hace bien a sí mismo.

He aquí donde nuestro nivel de responsabilidad por nuestras actitudes aumenta, ya que al ser imberbe ya dejamos de ser niños.
Ya somos más conscientes de lo bueno y lo malo y muy en el fondo sabemos que cosas son importantes y cuáles no, pero la presión de grupo y nuestra falta de madurez nos impiden tomar las decisiones correctas.

Es por ello que tan pocos adultos salen incólumes de la adolescencia.
La mayoría arrastramos durante toda nuestra vida adulta las consecuencias de las malas decisiones o malos hábitos adquiridos durante esta etapa púber de la vida: vicios; embarazos indeseados; matrimonios inmaduros; abandono de la educación por el trabajo; malos hábitos financieros; drogas; pandillerismo; etc.

Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda.
Martin Luther King

(Siguiente capítulo: Capítulo 6; Las bases del futuro)

Autor: Yohel Amat

2 comentarios:

  1. Me apunto la definición de ciudadano de bien, no sin antes añadir una segunda acepción; "Dícese de aquel que nunca tiene una mala palabra, ni una buena acción".

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  2. Fuego Negro:

    Gracias por el aporte. Como resalto en la columna, ésta definición no la digo ni con desprecio ni me eximo de ella tampoco, ya que durante gran parte de mi vida viví la misma. El asunto es que ahora me niego a terminar mis dias así y por ello es que estoy en ésta búsqueda de la excelencia.

    Gracias como siempre.

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