viernes, 9 de octubre de 2009

Confesiones de un mediocre en rehabilitación: Capítulo 3 - ¿Los mediocres nacen o se hacen?

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Capítulo 2: http://yohelyav.blogspot.com/2009/10/confesiones-de-un-mediocre-en.html

Algunas personas sueñan con el éxito... mientras otras se despiertan y trabajan duro para lograrlo.
Anónimo

El deseo de alcanzar el éxito es un estado mental; un estado de ánimo que debe alimentarse día a día con lo necesario para que poco a poco nuestro deseo por el éxito se convierta en una obsesión.

Ahora antes de seguir quisiera aclararle que conozco muchas personas que se sienten bien en “la matriz”.
Ello es comprensible debido a que enfrentar la realidad implica riesgos e incomodidades, mientras que yacer en su vaina viviendo una realidad artificial es más cómodo.
Si ese es su caso, entonces siga languideciendo y viva feliz.
Pero si ya está cansado y ya desea salir de la caverna en la cual ha vivido hasta el momento, permítame transmitirle mis experiencias y lo que he aprendido de ellas para su propia edificación.

Ahora comencemos nuestro recorrido por mi bitácora de viaje, no sin antes aclarar que estos artículos no tratan solamente sobre dinero o el éxito financiero.
En nuestro concepto el éxito es algo integral que engloba varios aspectos de la persona humana y por ello queremos hacer esta aclaración antes de que iniciemos.

¿Los mediocres nacen o se hacen?

Cada niño que viene al mundo nos dice: Dios aún espera del hombre.
Rabindranath Tagore

Todos nacemos con la chispa del genio en nosotros. TODOS.
Todos somos Hijos de Dios y nacemos con todo el equipo necesario para lograr todas las metas que nos propongamos y para aprovechar al máximo todos los talentos que Dios nos dio.

Page_1 Cuando somos niños, para nuestra mente e imaginación no hay límites: todo es posible.
¿Qué si Santa Claus baja por una chimenea a traerle regalos para Navidad? ¡Claro que sí!
¿Qué si cuando crezca quiere ser astronauta? (“¿Cuáles son las probabilidades? ¡Pobre niño iluso!”) ¡Claro que sí!
¿Qué si va a tener ese auto fantástico que vio en la televisión cuando sea grande? ¡Claro que sí!
¿Qué si es muy alegre? ¿Qué si se emociona con nada? ¿Qué si cree en imposibles? ¿Qué si se preocupa por los demás? ¿Qué si cree en las personas? ¿Qué si cree en la amistad? ¿Qué si cree en lo bueno y lo malo?
Ante personas así, diría el clásico sabihondo y mediocre: “Ya la vida se encargará de él/ella”.

Generalmente la connotación de esta frase es negativa.
Lo que estila con ella es indicar que los avatares diarios ya se ocuparán de ese infante y lo “acondicionarán”.
En otras palabras, ya el mundo se encargará de que tenga conciencia de ganado; a que sus creencias y acciones sean exactamente iguales a las de todos los demás en su entorno.
A que pasten con el resto del rebaño y no desentonen.
A que viva el resto de su vida dentro de “la matriz”.

Cuando esa infantil mente empieza a exponerse a los sistemas educativos de la mayoría de nuestros países y a los mensajes transmitidos por sus padres – con toda la buena intención del mundo, aclaro -, empieza la gradual programación de una mente - con todos los elementos para ganar – para convertirla en mediocre.

Comenzamos por introducir en las mentes de esos infantes el concepto de que todo lo que sea conocimiento es aburrido. Pareciera que todo el sistema educativo estuviera diseñado para que nuestros niños encuentren más divertido ver una caricatura en la televisión - con mensajes hecho para “adormilar” la mente, más que para despertarla – que la acción de estudiar.

Se le enseña a los niños, que la piedra angular del aprendizaje es la memorización y la repetición; y no la investigación y la lógica.
Se trata de que nuestros niños sean como pequeños discos donde queremos que se graben todos los contenidos de los libros de texto y de las clases de los profesores.

¿Por qué enseñarles a nuestros niños a cuestionar, si es mejor que “se porten bien y se estén calladitos”?
¿Para qué enseñarles a investigar y a analizar, si es más fácil que memoricen, hagan un examen y que pasen las mejores “grabadoras”?
¿Qué importa si una semana después el estudiante ya no recuerda nada de lo memorizado? Ese ya no es problema del sistema.

(Capítulo 4: De cómo echar a perder un cerebro genial)

Autor: Yohel Amat

1 comentario:

  1. La excelencia es incómoda. Difícil de aprender y de enseñar. Recuerdo que tuve un maestro que tenía escrito en un cuaderno lo que tenía que enseñar a sus alumnos. Fuera de ese cuaderno, nada existía. El cuaderno llegó a ajarse y sus cantos se tiznaron del sudor de sus manos de tantos años de utilizarlo para repetir lo mismo año tras año.

    Otro llegó que se empeñó en que aprendiéramos a pensar. Enseguida fue catalogado como un individuo peligroso. Tal vez lo era, porque creó una una generación en mi pueblo de chicos que utilizaron su cerebro para algo más que para recordar lo que otros querían que recordaran. Creo personas capaces de pensar por sí mismos. Peligrosos porque no obedecían las órdenes a la primera y preguntaban mucho ¿por qué?.

    La mediocridad es más cómoda para todos. Para el maestro que enseña y para el alumno que aprende. Para el empresario que vende y para el cliente que compra. Y para quien tiene que gobernar a los unos y a los otros.

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