martes, 13 de octubre de 2009

De cómo el dolor y el placer definen nuestra conducta

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El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.
Platón

Estoy leyendo el libro “Despertando el Gigante Interior” del autor Anthony Robbins, y en él encontré un argumento que me llamó mucho la atención y que en esencia dice que nuestra conducta siempre está sujeta a dos sentimientos: placer y dolor.

Sobre un tema parecido había escrito en mi columna “Somos Esclavos de Nuestros Hábitos”, y allí esbozaba mi propia opinión al respecto.

Este es un tema recurrente en mí, ya que siempre me he preguntado – y con mayor razón después de haber hecho algo estúpido o carente de sentido – porque hice lo que hice en un momento dado

El obeso sabe que comer de más le hace daño; disminuirá su calidad de vida y le matará a la larga. Sin embargo lo sigue haciendo.
El fumador sabe que con cada cigarrillo su vida se acorta y que su muerte probablemente será lenta y dolorosa, producto de algún enfisema o cáncer de pulmón. Sin embargo sigue fumando.
El empleado sabe que robar de la caja chica a la larga causará que se le descubra y se le señale como ladrón, además de tener que cargar con las consecuencias de su hurto. Sin embargo sigue robando.

Ante todos estos casos - y ante todos los parecidos a ellos – no queda más que preguntarse: “¿Por qué lo hacen? ¿Por qué insisten en una conducta auto destructiva con pleno conocimiento de ella?”.

La respuesta es muy simple: relacionamos más dolor con el hecho de cambiar un hábito o actitud, que con el dolor causado por la situación actual.

El ser humano tiende hacia las cosas que le causan placer o satisfacción, mientras que rehúye todo aquello que le causa dolor o incomodidades.
Ello explica que un obeso persista en comer – gratificación inmediata – a pesar de que en el fondo desea bajar de peso y disfrutar de todas las cosas vedadas para él por su actual condición – gratificación a la larga – pero no está dispuesto a sufrir el proceso necesario para alcanzar ese placer a mediano plazo, el cual es mayor… pero tiene su precio de dolor e incomodidades.

Es importante aprender a dominar nuestros placeres y nuestros dolores, de manera que los usemos a nuestro favor, usándolos como acicate para alcanzar el placer a mediano y largo plazo, casi siempre mas satisfactorio y gratificante.

El problema es que si no lo hacemos así – por ejemplo - el obeso puede llegar a un punto donde desarrollará algún problema grave de salud – diabetes; apnea obstructiva del sueño; problemas cardíacos; disfunción eréctil; etc. – y entonces vendrá un dolor mayor que llevará a considerar como atractivo lo que antes era doloroso e incómodo, o sea una rutina de dieta y ejercicio.

Lo triste es que muchas veces ya será demasiado tarde y pueda ser que quedemos con secuelas permanentes que nos recordarán por el resto de nuestra vida que la gratificación inmediata no necesariamente es lo mejor a larga.

Dolor y placer definen nuestra conducta, pero nadie ha dicho que tengamos que ser esclavos de ellos.
Redefinamos nuestros paradigmas; comencemos a recorrer el camino largo y cesemos de buscar atajos que nos llevarán a ningún lado: “Comida para hoy; hambre para mañana.”

Autor: Yohel Amat

3 comentarios:

  1. Yo he seguido tres seminarios de Tony Robbins y he pagado por escucharle más de lo que me gustaría reconocer, y aunque tiene extraordinarias ideas y una enorme experiencia sobre como llevar a la práctica las enseñanzas de la Programación Neurolingüística, mi vida no cambió por escucharle. Mi vida cambió el día en que decidí hacer algo distinto de lo que hacía. "Una sóla frase puede cambiar tu vida", es solamente una frase que no cambiará tu vida. Tu vida cambiará cuando cambies un hábito negativo por uno positivo. El pensamiento, el conocimiento, por sí sólos, no cambian nada; una sóla acción, lo puede cambiar todo.

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  3. Fuego negro: dentro de mi banco de ideas para columnas existe una que trata sobre el hecho de que únicamente con pensar o desear algo las cosas no se van a dar. El momento mágico es cuando tomamos la decisión.
    Por ejemplo, yo vivo en la capital de mi país - después de 35 años de vivir en provincias - por una simple decisión.
    Al saber que la fábrica donde trabajaba la iban a cerrrar tenía dos opciones: esperanzarme a conseguir un trabajo en mi provincia de siempre o arriesgarme a encontrar una vida mejor para mi y mi familia en territorio desconocido.
    Tomé la decisión de entrar a la oficina de mi entonces jefe y manifestarle mi deseo de participar de cualquier traslado a la sede de la compañía en Panamá.
    Nunca olvidaré lo que me dijo durante la conversación: "Amatcito. No sabía que querías irte a la capital".
    Ello quiere decir que si no hubiera tomado la decisión de manifestar mi deseo, quizás todavía estaría esperando que las cosas se dieran.

    Gracias como siempre por tus comentarios, Fuego Negro, ya que siempre aprendo mucho de ellos.

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