jueves, 30 de julio de 2009

¿Como Cruzas tu Calle? (Parte II)

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¡Caer está permitido. Levantarse es obligatorio!. - Proverbio ruso

En artículo anterior (http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/como-cruzas-tu-calle.html) reflexionamos sobre la diferencia entre ser optimista y ser positivo.

Resaltamos que era muy importante combinar ambas características en igual medida para que nuestros planes de acción tuvieran un balance entre la realidad y lo etéreo.

Para ilustrar el punto utilizamos el ejemplo de tres diferentes formas por las que podamos optar para cruzar una calle.

En el primer caso (el conservador), podemos optar por esperar que no haya ningún carro a la vista para cruzar.
En el segundo caso (el positivo), podemos esperar el momento mas oportuno para cruzar; planear muy bien la estrategia necesaria; e inclusive diseñar un plan de contingencia en caso de que súbitamente aparezca un vehículo.
Por último (el optimista), podemos abrazar la teoría de que todo saldrá bien y que los hados estarán de nuestra parte.
Por ello procederemos a cruzar nuestra calle sin plan alguno y sin meditación previa.

Ahora, en cualquiera de los tres casos, existen probabilidades de ser “atropellados” en el proceso de alcanzar un objetivo. Incluyendo el caso de los conservadores.

Lo bueno es que raras veces el “atropello” es mortal: tenemos el libre albedrío de decidir si morimos o si continuamos.

Es por ello que hoy nos concentraremos en el caso fortuito de que seamos atropellados por los inconvenientes no planeados, por los azares del destino; por nuestra incapacidad; o por nuestra candidez.

El Conservador

Este es el mas improbable de los tres casos. Normalmente no será atropellado ya que nunca pudo, ni tan siquiera, cruzar su calle, ya que casi siempre habrán carros circulando – por pocos que sean – retando nuestra habilidad para continuar nuestro camino.
Lo mas probable es que nuestro amigo languidezca el resto de su vida en la acera esperando que los astros se alineen para poder cruzar. Si es que le quedan deseos de hacerlo.

Si por alguna circunstancia de la vida llegase la oportunidad de cruzar - de acuerdo a sus estándares - y aún así resulte atropellado; lo mas probable es que el conservador quede en el suelo lamentándose de su imprudencia y de el porque no se quedó en la segura orilla.
Maldecirá a los dioses; y si logra nuevamente arrastrarse hasta la acera – por supuesto de la que partió, no a la de destino – nunca más hará otro intento.
- “¡Yo lo sabía!” – será su eslogan por el resto de su vida.

El Positivo

El positivo se levantará y analizará los daños.
Determinará cuales fueron las causas por la cuales – y a pesar de todas sus previsiones – se dio la aciaga circunstancia.
Con ese conocimiento, afinará su estrategia e intentará continuar su camino. Se dirigirá nuevamente hacia la acera de destino, ya que está a medio camino y a la misma distancia que la acera desde la cual partió.

El Optimista

Su comportamiento será sutilmente diferente al de nuestro amigo el positivo.
La diferencia estribará en que el optimista, como siempre, obviará el paso de aprendizaje y planificación y procederá a continuar su camino confiando en que todo saldrá bien.
El riesgo que corre el optimista será el de ostentar las mayores probabilidades de volver a ser atropellado.
En consecuencia – y luego de varios percances más – podrá tender a perder el espíritu y terminar por unirse a las huestes de los conservadores.

No ha aprendido las lecciones de la vida quien diariamente no ha vencido algún temor. - Ralph Waldo Emerson

La realidad es una: con haber alcanzado el otro lado de la calle, el camino no termina.
Todavía habrán muchas calles más que cruzar.

Lo bueno es que con cada una que crucemos iremos perfeccionando la técnica debido a la acumulación de experiencia.
En un momento dado los percances se reducirán al mínimo.

Lo triste es quedarse en la acera de origen – aparenta ser lo más seguro – ya que languidecerán allí la mayoría de los transeúntes, todos desalentando a los que si pretendan cruzar la calle, por medio de contarles lo mal que les fue a ellos en anteriores intentos… si es que alguna vez lo intentaron.

Su estrategia principal de desaliento será el pronosticar – cual imponente agorero – todas las cosas que podrán salir mal al intentar cruzar la calle y continuar el camino.
Con lujo de detalle describirán todos los accidentes que han presenciado desde la acera y varios de ellos detallarán todas las heridas que sufrieron al hacer el intento.
-“¡Quédate con nosotros!” – les dirán - “Aquí estamos seguros.

El conservador invertirá su tiempo en lo que sea para entumecer su mente y espíritu con rutina, de manera que los mismos no sean conscientes de que están deteniendo su avance simplemente por el miedo a los riesgos.
Vivirán el resto de sus vidas en la seguridad de sus tumbas, cual modernos muertos vivientes… pero seguros.

Aprender a superar los infortunios y percances debería ser parte natural de nuestro crecimiento, pero nuestros miedos nos hacen rechazar – por cobardía – las cosas buenas que Dios tiene para nosotros y que solo están a unas cuantas calles de distancia.

Autor: Yohel Amat

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