jueves, 23 de julio de 2009

Volvamos a ser como niños



Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros. - Jean de la Bruyere

Muchas veces en la vida nos encontramos en situaciones difíciles, las cuales nos agobian y nublan nuestra visión del futuro.
En esos momentos la mayoría optan por entregarse a la desesperanza y abandonan toda fe en que las cosas vayan a mejorar.

Los duros avatares de la vida muchas veces “endurecen” nuestro corazón y nos hace cínicos y sarcásticos.
Abandonamos todos nuestros sueños y empezamos a creer que la vida es buena con los afortunados, y despiadada con los que no nacimos con suerte.

Todos nacemos con la chispa del genio en nosotros. TODOS.


Todos somos Hijos de Dios y nacemos con todo el equipo necesario para lograr todas las metas que nos propongamos y para desarrollar y aprovechar al máximo todos los talentos que Dios nos dio.

Cuando somos niños, para nuestra mente e imaginación no hay límites: todo es posible.

¿Qué si Santa Claus baja por una chimenea a traerle regalos para Navidad? ¡Claro que sí!
¿Qué si cuando crezca quiere ser astronauta? (“¿Cuáles son las probabilidades? ¡Pobre niño iluso!” – dirían los cínicos) ¡Claro que sí!
¿Qué si va a tener ese auto fantástico que vio en la televisión cuando sea grande? ¡Claro que sí!

Para nuestra mente infantil NO HAY LIMITES. TODO ES POSIBLE.

¿Qué si es muy alegre? ¿Qué si se emociona con nada? ¿Qué si cree en imposibles? ¿Qué si se preocupa por los demás? ¿Qué si cree en las personas? ¿Qué si cree en la amistad? ¿Qué si cree en lo bueno y lo malo? ¿Qué si tiene temor de Dios? Por supuesto que si.

En mi caso, mi reencuentro con mi niñez y juventud vino en forma de una vieja amistad de mis tiempos de colegio. Uno de los mejores amigos que he tenido en toda mi vida.

Me contactó un día por casualidades de la vida y la verdad es que ni su nombre ni su rostro me dijeron nada. Habían pasado mas de 27 años y mi mente estaba obnibulada por los problemas actuales.

Sin embargo ante la primera anécdota; ante el primer recuerdo; ante el primer chiste; vinieron a mi, en cascada incontenible, todos los recuerdos de nuestra juventud.

Recordé cuando éramos jóvenes e inocentes. Veíamos la vida como algo brillante y de colores vividos. La fuente de la vida para nosotros era inagotable y pensábamos que nunca se acabaría.
Estábamos llenos de planes para cada uno de nuestros futuros y disfrutábamos de cada día como si fuera el único.
Sosteníamos largas pláticas donde “diseccionábamos” la vida para descubrir todos sus secretos, ya que la curiosidad del joven es algo innato en él.

Carecíamos de deudas y los problemas que teníamos en nuestra etapa púber ahora, con el paso del tiempo, se ven insignificantes versus los actuales.

Nada era imposible y todo era probable. Contábamos con grandes sueños y nunca nos pusimos límites para lo que podíamos ser en la vida. Teníamos toda el futuro por delante.

Por supuesto, que por lo menos en mi caso carecía de planes concretos para alcanzar mis sueños, pero sobre ese tema hablaré en otras columnas.

¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad. - Simone de Beauvoir

La gran ventaja de que volvamos a ser niños es que con ello nos liberamos de gran parte del lastre que agobia nuestro crecimiento y limita nuestro futuro.
Cuando volvemos a ver la vida como niños podemos entonces reunir las fuerzas necesarias para vencer nuestros gigantes… así solo contemos con una honda y una piedra para ello.

Cuando enfrentamos la vida con desaliento y con pesimismo, la batalla prácticamente está perdida y las probabilidades que logremos salir avante se limitarán en gran manera.

Por mi parte un encuentro con mi pasado - después de tantos año y bajo la forma de un viejo amigo - me ha servido para llenarme nuevamente de ánimo y para encarar con mayor vigor los grandes retos que tengo por delante.

He renovado mi sentimiento de que cada día de vida es un regalo de Dios, el cual viene con un crédito por 24 horas – igual para todos – para que yo disponga de ellas como me plazca.

Las podré gastar en llanto; las podré gastar en quejas; las podré gastar en inacción; las podré gastar en el laberinto de mi ignorancia; las podré gastar en medios para evadirme de la realidad; las podré tirar por el caño si así lo deseo. Nada me lo impide.
Sin embargo he preferido gastarlas en construir un futuro mejor para mi y para mi familia.

Afianzaré mi creencia en lo que expresé en anterior columna (“Tu pasado es tu escuela o es tu garrote”; http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/tu-pasado-es-tu-escuela-o-es-tu-garrote.html) y aprenderé todo lo que pueda de lo bueno y lo malo en mi vida y pasado; y con ello recuperaré mi alma de niño.

Autor: Yohel Amat

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