viernes, 24 de julio de 2009

La Fila

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Ante las injusticias y adversidades de la vida... ¡calma! - Mahatma Gandhi

El hombre se detuvo al borde de la calle. Hacía calor... mucho calor.

Se dirigía al banco donde iba a pagar una mensualidad atrasada de la letra de su casa.
Se encuentra angustiado, ya que tiene tres pagos vencidos y teme que le vayan a quitar su casa, por lo que este depósito es importante.

Mira hacia ambos lados y se asegura que no venga ningún vehículo antes de cruzar la calle. Apresura el paso y la atraviesa de cuatro zancadas.

Se encamina hacia una de las dos entradas y abre la puerta. El guardia de seguridad del banco sale por la otra y le detiene.
Le indica que la puerta de entrada es la de la izquierda y no la que él está utilizando.

Levemente irritado –aunado a la presión y a la preocupación por el atraso en el pago de la hipoteca – entra por la otra entrada y se fija si hay muchas personas por atender en la fila.

- “¡Excelente!” – se dijo a sí mismo - “No hay muchas”.

Delante de él iba otro individuo, el cual ya se encaminaba hacia la fila

Fue en ese momento que nuestro protagonista descubrió algo extraño: había una tercera fila.
Lo normal es que hubiera una fila para las personas de la tercera edad – estaba a la izquierda – aparte de la fila normal.
Sin embargo esa extraña fila se encontraba entre esas dos, y en ella había una sola persona esperando, mientras que en la fila normal habían ocho.

Su instinto le dijo que se dirigiera a la fila normal, mientras que el señor que caminaba delante de él se dirigió a la fila del centro, la “misteriosa”.

Rápidamente llegaron dos personas mas y se encaminaron a la misma fila, la mas corta.
Casi que de inmediato comenzaron a ser atendidos.

Los que estaban en la fila normal – incluyendo a nuestro héroe - veían frustrados como un comerciante sacaba varias pacas de dinero en efectivo para su depósito en la única ventanilla del banco – una de tres - que les estaba atendiendo.
O sea, que la espera iba a ser larga.

Mientras tanto, la fila del centro rotaba rápidamente.

Esto empezó a causar malestar entre las personas que estaban en la fila "normal", ya que todos empezaron a hacerse la misma pregunta: “¿Que es lo que está pasando? ¿Por qué están atendiendo a la gente en esa fila? ¡Que injusticia!”.
Pero nadie hacia mas nada que quejarse y lamentarse.

El protagonista de nuestra historia ya de por si se encontraba irritado por el incidente a la entrada del banco, por lo que su furia iba en aumento.

Un grupo de personas optó por dirigirse a sus vecinos y empezar a quejarse con ellos.
¡Que desfachatez! ¿Nos ven cara de tontos?” – se lamentaban.

No faltaron unos que al considerarse burlados, por el banco y por las personas de la fila “especial”, optaron por salirse de la suya y abandonar el banco en busca de otra sucursal.
De esa forma expresaron su protesta por la burla a la que se habían visto sometidos.

En un momento dado todos en la fila – exceptuando nuestro hombre, el cual solo pensaba para sí - empezaron a quejarse en voz mas audible… pero nadie del banco les prestaba atención: las cajeras estaban ocupadas atendiendo; los representantes de atención al cliente todos estaban hablando por teléfono; inclusive la recepcionista estaba conversando por celular.

En otras palabras los únicos que estaban escuchando las quejas de sus vecinos y profiriendo las suyas eran las personas en la fila. Las que no podían hacer nada.

Nuestro protagonista desde hacía varios minutos oteaba por encima del hombro a la espera de una persona del banco que le pudiera explicar el gran misterio: ¿Que era esa tercera fila?

Sin embargo no había ningún funcionario del banco que estuviera disponible.
Su indignación iba creciendo, pero no decía nada. Solo estaba a la espera de aclarar el misterio.

Llegó un momento donde también consideró irse del banco y encaminarse a una sucursal que se encontraba dentro del centro comercial.
Sin embargo la providencia fue generosa con él: un representante se desocupó y se encontraba ensimismado escribiendo en un formulario sobre su escritorio.

- “¡Ésta es mi oportunidad!” – se dijo a sí mismo, mientras se dirigía hacia el funcionario.

Mientras tanto la gente en la fila seguía alzando el tono de voz: la algarabía estaba subiendo de volumen.
Cada uno escuchaba los berrinches de sus vecinos y estos a su vez escuchaban el suyo; cada uno cociéndose en su propia hiel.
Nadie hacia mas nada para solucionar el problema o dilucidar el misterio. Solo se quejaban.

Inclusive llegaron al punto de presionar al primer cliente en la fila para que cuando se liberara alguna de las otras ventanillas se dirigiera rápidamente hacia ella y exigiera que le atendieran.
El señor estaba tan desconcertado y nervioso que a pesar de la presión de grupo, no se movía. Estaba totalmente paralizado.
Mientras el comerciante seguía sacando mas pacas de dinero, elevando con ello la ira de las personas en la fila.

- “Disculpe” – dijo nuestro héroe cuando llegó al escritorio del funcionario –, “¿Puede usted aclararme cual es el objetivo de esa fila del centro? Las personas que estamos en la fila normal nos preguntamos porque ellos son atendidos a costa de nosotros?” – .
Había tenido el cuidado de moderar su ira y de hablar en tono calmo, ya que estaba ansioso de escuchar la respuesta al enigma que le atormentaba desde hacía varios minutos.

- “Señor” – gesticuló el funcionario - “Esa es la fila de las personas que vienen a realizar una sola transacción. La fila en la que usted se encontraba es para los que van a realizar de dos transacciones en adelante”.
- "¡Misterio resuelto!" - pensó con alegría.

Antes de retirarse hacia una de las filas, le comentó al funcionario que hubiera sido buena idea rotular las colas, de manera que no se prestara la situación para causar confusión e ira innecesaria entre los clientes del banco.
El funcionario tomó nota de ello y se dispuso a hacer la observación al gerente de sucursal inmediatamente.

El hombre – como consecuencia de la información que acababa de recibir – se dirigió hacia la famosa fila del centro, no sin antes hacer lo propio: en voz alta les avisó a todos en la fila normal cual era el objetivo de la del centro, y les invitó – ya que todos ellos habían llegado primero que él – a que todo aquel de ellos que solo fuera a realizar una sola transacción se pusiera delante de él.
El bullicio cesó inmediatamente.
Solo dos personas aceptaron la invitación.

Con celeridad fueron atendidas los clientes que habían delante de nuestro héroe, por lo que en menos de cinco minutos ya había realizado el pago de su hipoteca.

Se dirigió hacia la puerta del banco – una gran muralla de luz blanca que le estaba esperando – y salió por la de la izquierda, para evitar otro incidente con el vigilante a la entrada.

Se detuvo un instante y respiró profundamente. Estuvo meditando por un par de minutos, sumido en pensamientos varios.
Luego de ello se encaminó hacia la calle para atravesarla y continuar su camino.

Todavía tenía muchas filas mas que enfrentar.

Autor: Yohel Amat

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