lunes, 14 de septiembre de 2009

“Déjalo ir”

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Cuando un tonto va cuesta abajo déjalo, que su camino lleva. – Proverbio español

En reiteradas ocasiones hemos predicado en el presente blog las virtudes de la persistencia; clave esencial para alcanzar nuestras metas y objetivos.

Sin embargo, hay una sutil diferencia entre persistencia y terquedad; siendo la primera deseable y debiendo repudiar la segunda.

Persistencia: Insistencia, firmeza, empeño en la ejecución de algo.

Terquedad: Porfía, obstinación, tenacidad excesiva.

La insistencia y la firmeza son valiosas; la obstinación y el exceso de tenacidad son lastres en nuestro andar.

En ocasión pasada me tocó trabajar en un proyecto empresarial con dos personas más con las cuales pensé que tenía objetivos y puntos de vista en común.

Al inicio todo iba bien, pero conforme las cosas se iban desarrollando fueron saliendo a flote las aristas que denotaban que había tomado una mala decisión.

Como siempre he predicado que uno no se debe rendir ante los obstáculos y que hay que persistir, traté – por medio de infinitas reuniones y conversaciones – de hacer del conocimiento de todos que el camino que estábamos siguiendo era erróneo; tratando con ello de lograr un cambio de paradigmas que nos permitiera desarrollar el proyecto en el que estábamos inmersos.

Sin embargo luego de penosos incidentes donde tuve que dar la cara ante los clientes solo - ya que mis otros dos socios estaban cada uno por su lado – tuve que llegar al convencimiento de que nunca iba a lograr los cambios necesarios para enrumbar la compañía por derroteros de éxito.
Todo ello era debido a que lo que era importante para mí – atención de primera a los clientes; planificación; dedicación a la compañía; etc. - era nimio para ellos.

Pude seguir pensando que los triunfadores nunca se rinden y que debía seguir insistiendo… pero llegó un momento donde una epifanía divina me enseñó que estaba simplemente tratando de resucitar un muerto.
Ese día aprendí en carne propia la diferencia entre persistir y entre actuar con terquedad: la primera se aplica a causas que tienen futuro; mientras que la segunda generalmente aplica a las causas perdidas, pero que nos negamos a aceptar como tal.

Yo no tenía ningún control sobre la situación, ya que siendo todos socios no se podía trazar una línea y exigir resultados.
Habíamos muchos jefes y pocos indios. Craso error.

Si quieren saber más sobre lo que aprendí de esa experiencia vean el enlace http://yohelyav.blogspot.com/2009/06/ojo-precauciones-que-hay-que-tomar.html.

Hay que desarrollar el instinto y el arte de determinar que batallas merecen ser peleadas, y cuales ameritan una retirada estratégica, antes que las circunstancias hagan una masacre con nosotros.

La terquedad sólo conduce a la ruina y al fracaso, ya que enturbia nuestro criterio y visión; además nos lleva directamente al desastre.

Ahora que ha pasado el tiempo cuando volteo a ver hacia atrás me horrorizo ante todo el tiempo; esperanzas; ilusiones y recursos que invertí en una causa que estaba perdida desde su génesis, a causa de mi propia miopía.

“No hay peor ciego que el que no quiere ver” – Proverbio español

Autor: Yohel Amat

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