miércoles, 16 de septiembre de 2009

La mosca – Parte 2

mosca1

El éxito de un hombre no se mide por sus triunfos, si no por la capacidad de sobresalir ante los fracasos.
Jorge Vidaurreta

(La primera parte de ésta columna se encuentra en el enlace http://yohelyav.blogspot.com/2009/09/la-mosca-parte-1.html)

“¿Realmente me he desecho de ella?” – seguía preguntándose sin poderlo creer.

Lo sucedido le trajo a la memoria una película que había visto recientemente, en donde el héroe utilizaba un arma de tal calibre que cualquier desdichado que fuera alcanzado por ella desaparecía en medio de un amasijo de sangre y carne en milésimas de segundo ante la vista del espectador.
Así mismo había sucedido con la mosca.

A los tres minutos de estar celebrando el haber mandado la mosca a conocer a su Creador, la misma sobrevoló nuevamente el cuarto: el problema persistía y había fracasado en su intento de magnicidio.

- “¡Demonios!” – dijo en voz alta.

Toda su depresión y problemas seguían en segundo plano.
Nuevamente agarró la toalla y se puso en posición de ataque. Ya llevaba tres horas encerrado en su cuarto.

Esperó por casi 20 minutos más, teniendo que soportar el sobrevuelo de la mosca por toda el área cercana a él.
Nunca le daba el gusto de posarse sobre una superficie para entonces desatar su ira divina sobre ella.

mosca De repente volteó a ver hacia abajo y reparó en algo inaudito: ¡La mosca había tenido la osadía de posarse sobre una de sus pantorrillas!

Sin dudarlo ni un segundo soltó un latigazo, dando directamente en el área donde estaba el díptero.
Nuevamente la mosca desapareció en milésimas de segundo.

Esta vez no cantó victoria tan prontamente.
Buscó algún signo de su muerte; y luego de un rato lo encontró a sus pies: una mancha negra e informe.

Con una rabia inaudita se levantó de su cama y saltó sobre la mancha pisándola con la fuerza que le daban su frustración y los problemas que habían sido la génesis de su destierro en el cuarto.
Pisó, pisó, y pisó varias veces, con la satisfacción de la victoria reflejada en su cara… hasta que vio la mosca volando nuevamente a su alrededor. Había fallado, otra vez.

Preso de la desesperación, comprobó que por el método de la toalla nunca iba a lograr su objetivo, así que se levantó rápidamente y corrió hasta uno de los libreros en la sala, sitio donde tenía una reluciente y brillante lata de insecticida en aerosol.

Regresó a toda velocidad a su cuarto y nuevamente se puso en posición de asalto: sentado a borde de cama.
Tomó la precaución de poner el dedo sobre el disparador – cual gatillo de un revólver – y se aseguró de no estar haciendo el proceso al revés: lo último que le faltaba era que se rociara él mismo.

En un momento dado la mosca sobrevoló la esquina del cuarto enfrente de él; y fue entonces que actuó: una reluciente y límpida nube de veneno cubrió el área donde sobrevolaba la mosca.
El insecto trató de huir, por lo que volvió a usar el disparador y nuevamente la cubrió de veneno.

- “¡Ahora sí!” – se dijo a sí mismo.

Para su desesperación la mosca seguía volando.
Por un momento llegó a pensar que se enfrentaba a un ser inmortal.
Sin embargo su vuelo se fue haciendo cada vez más lento, hasta que finalmente se posó sobre el piso, boca arriba.
El díptero finalmente había sido derrotado.

Se sintió con una satisfacción tan grande que todos los problemas se volvieron nimios.
Cualquiera diría que acaba de lograr el mayor triunfo de su vida.

Viendo las cosas de otra forma, posó su cabeza sobre la almohada – ya llevaba casi 4 horas de “retiro” – y cerró los ojos.

- “Ya mañana será otro día.” – fue su último pensamiento antes de que el sueño hiciera presa de él.

Esa noche durmió como un bebe.

Autor: Yohel Amat

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