lunes, 7 de septiembre de 2009

El pesado fardo que cargamos

atlas[1]

No pidáis a Dios que os de una carga apta para vuestros hombros; pedidle unos hombros aptos para soportar vuestras cargas. - Phillips Brooks

Desde hace mucho tiempo siento que sobre mis hombros hay una carga demasiado pesada de soportar; constituida por elementos misceláneos, cual de todos mas álgido: desempleo; sueños rotos; proyectos fracasados; decepciones; frustraciones; deudas; incomprensión; indiferencia.

He descubierto que cuando uno “cae en desgracia”, es cuando empiezas a conocer realmente quienes están contigo… y quienes no.
Y resalto que no he dicho “quienes son nuestros amigos”, ya que otra cosa que he descubierto es que la familia a veces escoge mirar hacia otro lado, ya que aparentemente una persona en el suelo – aunque haga de todo por levantarse – debe ser un espectáculo patético e incómodo de presenciar.

Admito que no soy un buen cristiano, en el sentido de que no asisto a la iglesia con la regularidad que debiera; aunque cada acto y cada respiro se lo dedico a mi Dios.
Sin embargo tengo que aceptar que a veces volteo a ver hacia el Cielo y – cayendo de hinojos - le pregunto al Señor “¿Por qué es tan complicado corregir errores? ¿Por qué es tan difícil expiar los pecados? ¿Por qué nos tropezamos con las personas equivocadas? ¿Por qué la carga es tan pesada?

Es en esos momentos donde varias veces he sido presa de la desesperación y por un momento pierdo toda la esperanza de que las cosas algún día mejoren.

A veces quisiera ser una máquina sin corazón y totalmente insensible; para poder hacer todo lo que tenga pendiente para poder levantarme y correr, sin tener que sufrir por lo pesada de la carga, y por el dolor de un corazón y alma destrozados. ¡Dulce utopía!

Sin embargo, hay algo que me sostiene y que evita que me tienda en el suelo; deje de luchar; y espere calmo por la Parca: Dios; mi familia; y mi firme propósito de triunfo.

Renegar de los problemas – y más en caso de que se deban a acción u omisión de nuestra parte – es fútil y carece de sentido.
Sin embargo a veces – cual bálsamo– ayuda a purificar el alma y el espíritu al poder sacar por su medio, todo ese veneno que llevamos por dentro.

Sería como si fuésemos de pesca a un lago infestado de alimañas y peligros y que por causa de nuestra negligencia volteemos el bote y lo hundamos.
¿Tendría sentido ir maldiciendo por nuestra desventura y clamar a los dioses por los avatares que estamos pasando para llegar a tierra firme de una pieza y sorteando peligros?
Definitivamente que recuperarse de una caída no es fácil.
Además conlleva un proceso que no se puede obviar y que tomará tiempo.

Contar con el valor necesario para ponerse en pie es el elemento indispensable; y despotricar en el camino no es malo… siempre y cuando no sea el punto focal de nuestra vida.
Mientras tanto tendremos que llenarnos de propósitos y de Dios, de manera que podamos seguir cargando con nuestro pesado fardo, con la conciencia de que cada gramo de su peso fue añadido por nosotros… y que en nosotros también está el aligerar su peso.

La fortaleza crece en proporción a la carga. - Thomas Wentworth Higginson

Autor: Yohel Amat

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