martes, 11 de agosto de 2009

Autoayuda: ¿Realmente sirve de algo?

autoayuda

No hay que confundir nunca el conocimiento con la sabiduría. El primero nos sirve para ganarnos la vida; la sabiduría nos ayuda a vivir. - Sorcha Carey

Sobre este tema los puristas y los intelectuales tienen una posición unificada: el material de autoayuda no sirve para nada.

Según esta rama del saber, la autoayuda es un arte inútil que engaña a los incautos y que prácticamente colocan al nivel de la superchería y de las artes adivinatorias.

Para decir esto, los intelectuales se basan en el escaso valor literario de la mayoría del material de autoayuda y de – según ellos – la poca ayuda real que brindan.
Sobre este punto podemos acotar que es cierto: muchos libros de autoayuda, al ser comparados entre sí, resultan ser redundantes; y el valor estético y artístico muchas veces es escaso.

Sin embargo somos del convencimiento que las personas que se expresan así generalmente lo hacen ya sea porque son víctimas de la arrogancia que a veces adorna a las personas que se consideran “cultas” ; o porque su cinismo ante cualquier cosa que vaya en contra de sus moldes mentales les impide ver el valor real que hay en otro tipo de literatura.

Muchas veces se pierde de vista que la industria de la autoayuda gira alrededor de lo práctico; de la eficacia.
De allí su escaso valor artístico, ya que se enfoca en un solo objetivo: ayudar a las personas a solucionar sus problemas y a ser proactivos.

El desprecio natural ante un libro que se titule “10 Cosas que usted puede hacer para salvar su matrimonio” pierde de vista una cosa: realmente PUEDE salvar su matrimonio seguir los consejos allí plasmados.

Por supuesto que lo más probable es que en dicho libro se encuentren redundancias u obviedades tales como “Paso No.1: Sea más cariñoso con su pareja”, para luego explicar que cosas hacer para lograr ese cometido.

Sin embargo muchas veces se pasa por alto que las obviedades son patentes, pero ello no quiere decir que estemos conscientes de ellas.
En otras palabras, muchas veces lo obvio no es evidente.

Podemos estar diariamente haciendo una acción refleja condicionada por años de aplicarla diariamente hasta que llega un momento que no somos conscientes de su existencia.

Para los efectos de nuestro ejemplo, puede ser que tengamos la mala costumbre de nunca decirle “Te quiero” a nuestra pareja.
Ello a la larga puede ser uno de los desencadenantes de la situación matrimonial actual.

Es obvio que lo solucionaríamos en parte corrigiendo la actitud y comenzando a decirle a nuestra consorte cuanto la queremos, sin embargo no somos conscientes de la omisión “per se”.

Si a mis manos llega un libro que me hace ver el mal hábito realizado por tanto tiempo, ya he ganado mucho: lo obvio se volvió evidente para mí y puedo entonces tomar medidas para mejorar las cosas. Empezaré a ser proactivo.

He allí el principal valor de la literatura de autoayuda: hacer evidente lo obvio. Nada más; nada menos.

Sin embargo la simpleza del mensaje es una de las principales causas por las cuales dichas obras sean consideradas nimias por los intelectuales, ya que generalmente para un sapiente la verdad sin estar envuelta en un manto de complejidad se vuelve despreciable e insignificante, “ergo” indigna de su intelecto.

La gran verdad es que un libro de autoayuda está orientado hacia la masa; hacia el hombre y mujer común; los cuales giran y giran en un círculo vicioso de mediocridad dictado por las programaciones mentales que desde pequeños les fueron inculcadas.

Utilizar un lenguaje grandilocuente – por consecuencia – invalidaría su objetivo primario: llevar una guía de conducta y de cambio al hombre de a pie; aquel que probablemente no ha pisado los imponentes templos del conocimiento o que no ha podido disfrutar de la elocuencia y de la capacidad intelectual de los puristas del intelecto.

Ahora si nos vamos a los resultados, para mí es más útil contar con todos los libros que pueda para aprender cómo mantener mi matrimonio sano, que leer un libro sobre la infancia desgraciada de un niño en la segunda guerra mundial.
Con esto no quiero decir que la literatura culta o que los clásicos no cumplan una función. Al contrario.
Sin embargo todo tiene su tiempo.

Cuando somos núbiles tenemos la oportunidad de leer de todo y de llenar nuestra mente con todo el conocimiento posible, de manera que se cultive nuestro léxico y abra nuestra mente a las ideas y al conocimiento en general.

Sin embargo llega un momento en nuestras vidas donde la edad; los problemas; y las responsabilidades nos deberían obligar a ser más selectivos con el material que escuchemos y leamos, ya que en un momento dado lo que necesitamos son soluciones para lidiar con los avatares de la vida.

Son incontables los ejemplos – me incluyo en este grupo – de personas que han cambiado sus vidas y que han corregido actitudes a resultas de un “librito” de poco costo el cual sería utilizado por un intelectual como porta vasos.
Y ni hablar de los beneficios financieros para muchas de esas personas.

Por otra parte, todos los libros de autoayuda buscan lo mismo: servir de ayuda.
Ninguno le enseña banalidades ni asuntos etéreos: van al grano. Buscan una reacción en el lector y un cambio en sus vidas.
Y ello no tiene nada de malo.

En conclusión este debate será eterno, pero mientras tanto, millones de personas alrededor del mundo mejoran sus vidas; conceptos; creencias; y personalidades por medio de libros vilipendiados y despreciados por los portaestandartes de la sabiduría.

Ya alguien pensará en escribir un libro para ellos llamado “Como aprender a ser humilde en 10 pasos”.
Aprenderían mucho de él.

Autor: Yohel Amat

2 comentarios:

  1. gracias por compartir
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