viernes, 14 de agosto de 2009

La colosal gigantez de las mentes pequeñas

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La única profesión para la que no se necesita preparación, es la de idiota; para lo demás hay que estudiar. – Anónimo

Nuestro hombre iba por la carretera manejando. Su esposa le acompañaba.
Todos los días utilizaba ese paso montañoso para regresar a casa.

Un vehículo color blanco iba delante de él a velocidad normal.
Súbitamente dicho carro se encontró con tres individuos caminando uno al lado del otro, prácticamente ocupando todo el espacio de los dos únicos carriles de la carretera.

Sólo había un pequeño espacio en el centro – uno de los marchantes estaba a la derecha y los otros dos a la izquierda – en el cual apenas cabía un carro.

Curiosamente el segundo caminante – de izquierda a derecha – empujaba una carretilla sobre la cual llevaba unos sacos de cemento y un balde muy grande, aparentemente lleno de arena.

El vehículo blanco pasó en medio del grupo y continuó su camino.

Nuestro conductor vio como que el hombre de la carretilla hacia el amago de dirigirse hacia la derecha.
El conductor asumió que quería cruzar hasta llegar al borde de la carretera.

Viendo la situación prefirió detenerse completamente para que el mismo pudiera desalojar la carretera y seguir su camino.

Los tres caminantes le vieron con extrañeza. No comprendían lo que estaba sucediendo.
Para sus pequeñas y sórdidas mentes la amabilidad y la cortesía eran elementos tan exóticos como haberse tropezado con un grupo de pingüinos caminando por su carretera.

Su vida había sido tan mezquina y tan miserable que sus mentes y corazones se encontraban encallecidos por los muchos golpes que toda su vida habían recibido.

Siendo así, ellos asumieron que el conductor se había detenido para retarles; no para ayudarles a despejar la carretera; prevenir un accidente; y preservar sus vidas.

Viendo que nadie se movía y que el área era insegura, el conductor – empezando a ponerse nervioso – prefirió acelerar y pasar suavemente entre el grupo, como unos segundos antes lo había hecho el vehículo blanco.

Cuando ya estaba terminando de rebasar al grupo sintió un golpe en su carro y fijándose por el retrovisor pudo ver como el hombre había perdido el equilibrio de la carretilla y en ese momento se disponía a agacharse a recoger todo su contenido, el cual se había desparramado por la carretera.

Por increíble que pareciera, el hombre había estrellado la carretilla contra el auto del conductor para pegarle y producto del impacto había perdido el equilibrio de la misma.

El conductor vio todo y prefirió seguir de largo.

Mientras continuaba su camino iba preguntándose a sí mismo:

- “¿Que es lo que le pasa a estos tipos?”


La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia. - Amos Bronson Alcott

En muchas ocasiones a lo largo de nuestras vidas nos hemos tropezado con personas cuyas actitudes y comportamientos son incomprensibles para el grueso de los mortales a su alrededor.

Son personas maleducadas; cínicas; mezquinas; carentes de urbanidad y respeto; y con un odio profundo hacia todo y hacia todos.

Son seres miserables a los cuales la vida les ha deparado una serie de infortunios desde el momento en que nacieron y para los cuales no existe en lo absoluto la esperanza. No la conocen.

Desde muy tierna edad los mismos recibieron el maltrato por parte de sus padres; o en algunos otros casos algo que a veces es mucho peor y más cruel: su indiferencia.

Crecieron como animales salvajes sin ningún tipo de orden ni disciplina, y por ello han enquistado en sus pequeñas mentes el concepto de que la sociedad en su totalidad les debe a ellos, ya que nunca tuvieron nada.

Difícilmente este tipo de personas son conscientes de que el destino de sus vidas – aunque difíciles – está en sus manos y de que la única forma de salir de su hueco es por medio del propio esfuerzo.

Constantemente buscan un culpable para explicar sus desventuras, y los villanos de turno casi siempre son los mismos: el gobierno; sus padres; Dios; etc.
Todo el mundo tiene la culpa de su miserable vida menos ellos.

Lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga, adquiere confianza. - Anónimo

Están acostumbrados a que todo se lo den y por el contrario ellos nunca prodigan nada a nadie.
La única persona que les interesa es – al igual que la canción del difunto Michael Jackson – el hombre en el espejo.
Como su entorno ha sido tan duro con ellos, encuentran en el narcisismo y en el nihilismo un escudo protector para que su medio no repare en todas las heridas que su alma ostenta.

Algunas personas comparan este tipo de individuos con “pequeños niños heridos” que deambulan por doquier tratando de sobrevivir y sin ninguna esperanza de mejorar sus vidas, sabiendo que sus heridas supurarán por el resto de su vida… sin que ellos nada puedan hacer.

El único elemento que puede liberar a dichas almas en pena es uno solo: la educación; el conocimiento; la verdad.
Si a ellos llegara la información certera que necesitan, en muchos de los casos podrían entonces desechar esa parte animal predominante y comenzar a desarrollarse a sí mismos con plena conciencia de que ningún gobierno ni persona los va a salvar.
En sus propias manos está su salvación.

El hombre de nuestro ejemplo al retirarse iba fantaseando con bajarse de su automóvil; sacar un revolver; hacer un disparo al aire y luego obligar al malandrín a arrodillarse para que le pidiera perdón por el golpe.
¿Le culparía usted?

Sin embargo si meditamos en lo planteado se dará usted cuenta de que este tipo de seres en realidad son dignos de lástima ya que son tristes almas áridas carentes de afecto, cariño y educación.
Lo único que nos queda es desear que de alguna manera dichas mentes oscuras den cabida aunque sea a un rayo de luz, de manera que él mismo espante los horrores que allí subyacen y que le hacen vivir una vida de dolor e ira vengativa.

El conocimiento no es algo separado y que se baste a sí mismo, sino que está envuelto en el proceso por el cual la vida se sostiene y se desenvuelve. - John Dewey

Autor: Yohel Amat

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