lunes, 10 de agosto de 2009

Anoche Soñé… Que mi padre no había muerto

papa y yo en la feria

¿Acaso el sueño no es el testimonio del ser perdido, de un ser que se pierde, de un ser que huye de nuestro ser, incluso si podemos repetirlo, volver a encontrarlo en su extraña transformación? - Gastón Bachelard

Anoche soñé que mi padre no había muerto.
Anoche soñé que lo tenía ante mi… consciente, vital… vivo.

Anoche soñé que lo tenía ante mi y por un instante - que parecía una eternidad – pensé que todo era una ilusión.
Anoche soñé que para convencerme le abracé.

Anoche soñé que al abrazarlo volvía a ser niño.
Volví a sentir su olor: lo suave de la tela de su camisa favorita; la calidez de su cuerpo; y esa sensación de que todo iba a salir bien.

Anoche soñé que mi padre me habló.
Con lo que me dijo me di cuenta de que no había un solo momento de mi vida; una sola acción; una sola palabra de lo dicho por mi, de lo cual él no estuviera enterado.
Anoche me di cuenta de que siempre había estado cerca y pendiente de mí.

Anoche soñé que ante sus palabras – carentes de reproche – lloré como un infante. Como nunca había llorado en mi vida.
Anoche soñé que no lo hacía por pena o remordimiento, sino por la felicidad de saber que todavía podía contar con él, y que lo tenía ante mi para siempre; a mi padre querido que tanta falta me había hecho.

Anoche soñé que su muerte había sido una cruel burla de los sentidos para hacerme creer que ya no iría a sentir más su presencia. Para hacerme creer que ya no contaría con sus consejos; que ya no escucharía su voz.

Anoche soñé que le contaba a mi padre – por horas – todas mis cuitas y mis éxitos.
Anoche soñé que le enseñaba todas las cosas que desde su “muerte” había mejorado en mi vida y en mi persona.

Anoche soñé que le revelaba todos los errores y desaciertos que había cometido pero sin pena; sin sentir culpa.
Anoche soñé que le detallaba todo lo que había aprendido de ellas y como el barco de mi vida ya no iba a la deriva, llevado por la fuerza de las corrientes o del viento tormentoso.
Anoche soñé que mi padre, después de escucharme, me abrazó y me habló lo que pocas veces me había dicho en vida, pero que siempre estuve consciente que sentía desde que vi la luz primera. Me dijo: “Hijo, te quiero mucho”.

Anoche soñé que ante ello nuevamente surgió raudo, desde el fondo de mi corazón, un torrente incontenible – en forma de lágrimas - de paz y de satisfacción, que durante unos minutos me mantuvo absorto; expectante; vigilante.

Anoche soñé que sin darme cuenta estaba de hinojos en el suelo dándole gracias al Cielo por esta segunda oportunidad para renovar mi alma y espíritu; y para reiterar mi propósito de demostrarme a mi mismo que haría honor a todos los dones que Dios me había dado.

Anoche soñé que allí de rodillas le daba gracias a Dios por mis piernas; por mi salud; por mi familia; por mis brazos; por mis manos; por mis hijos; por lo que tenía; por los problemas; por las deudas; por los errores cometidos; por el país en el que vivía – ni igual ni peor que el de cualquier otro.
Anoche soñé que finalmente me daba cuenta de que todo era una vorágine de elementos – cual los colores del arcoíris – que al mezclarlos mostraban el color mas brillante de todos: el color de la vida.
Anoche soñé que Dios me escuchaba y que estaba conmigo

Anoche soñé que mi padre se levantaba y que poco a poco se difuminaba.
Anoche soñé que sus palabras apresuraban el paso y que me transmitía sus mensaje final, antes de partir nuevamente.
Anoche soñé que mi padre me aconsejaba y me volvía a reiterar todo su amor y cariño.
Anoche soñé que sus palabras sonaban a despedida.

Anoche soñé que la misma angustia que sentí cuando le perdí por vez primera me embargaba y que mi garganta se cerraba por la desesperación de lo inevitable.
Anoche soñé que sentía de nuevo la misma impotencia que cuando tomé su nuca en la morgue del hospital cuando le estábamos vistiendo para sacarle de allí.

Anoche soñé que mi padre notó la tormenta en mi alma y con palabras - urgidas por el poco tiempo que quedaba - intentó sosegar la angustia que me embargaba y darme a conocer que así mismo como siempre había estado conmigo, así mismo sería siempre.
Anoche soñé que mi padre me dio un último abrazo y un beso en mi mejilla antes de desvanecerse - cual la niebla a nuestro paso – en un suspiro.

Anoche soñé que en mi corazón empecé a sentir un calor y una tibieza que no tenía antes de que mi padre se hiciera material.
Anoche soñé que ese calor era el amor perdido; el conocimiento de que tenía un propósito de el porqué vivir.
Anoche soñé que era consciente de lo mucho que quería a mi familia y de lo mucho que amaba a todas las personas que siempre habían estado conmigo.

Anoche soñé que me ponía en pie y que miraba hacia adelante; con el firme propósito de nunca mirar hacia atrás para buscar un reproche; sino para aprender de lo vivido y para recordar de donde había venido y refocilarme en todos mis aciertos.

Anoche soñé que no había sido solo un sueño.

Autor: Yohel Amat

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