martes, 4 de agosto de 2009

La Tristeza de los Sueños Rotos

arbol_y_escuela

La descomposición de toda empresa comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundada. – Montesquieu (con variaciones)

Hace un tiempo fui a pagar una cuenta de un servicio público, y al salir del local y cruzar la calle me dirigí hacia los estacionamientos de un centro comercial muy popular en mi ciudad. Ya casi era media tarde.

Pocas veces paso por allí, por lo que de repente reparé en una vetusta librería que hace tiempo no visitaba.
La misma desde afuera tenía el aspecto de haber vivido tiempos mejores y realmente reflejaba una especie de cansancio y de existencia agotada.

Su letrero estaba deslucido y en algunas partes la pintura se había caído y develaba el fondo metálico del mismo.

Siguiendo un impulso, y aprovechando que estaba en las cercanías, entré a ver que novedades tenía.

Al traspasar la puerta pude reparar en la única dependiente del local.
Se trataba de una señora de mediana edad; vestida conservadoramente y en sus ojos pude notar la ansiedad de la venta.
Su piel era morena y su peinado era totalmente a la antigua.
No había mas nadie en el local. Ni un solo cliente más.

La iluminación solamente ayudaba a acentuar la sensación estar dentro de un mausoleo en penumbras.
Inclusive, en el ambiente había un frío que no solo correspondía al aire acondicionado, sino que también transmitía la tristeza de la decadencia.

Estuve revisando algunos de los título, con la certeza de que no iba a comprar, ya que no disponía del efectivo para comprar ni el más humilde de los libros.
Simplemente quería “curiosear”.

La señora se me acercó y me preguntó si deseaba algo. Le contesté cortésmente que simplemente quería ver que novedades habían en existencia.

Fue en ese momento que una sensación de angustia comenzó a embargarme.
Sentía una presión en el ambiente, producto de la ansiedad de la dependienta en cerrar una venta.
Casi podía decir que se comportaba como si yo hubiera sido el primer cliente del día.

La verdad es que me puse a observar a mi alrededor y todo destilaba un hálito de decaimiento y tristeza.
Casi podía decir que escuchaba el resuello del agonizante negocio, como el de un viejo dinosaurio herido y tendido cuan largo era sobre el duro suelo esperando por la muerte.

De repente tuve la imperiosa necesidad de salir del local y respirar aire fresco, aunque afuera hiciese calor.
Sin embargo a la vez sentía la necesidad de darle algo de esperanza a la dependienta por medio un amago de compra.

Para ello le pedí un libro sobre como mejorar la redacción, enfocado hacia escritores nóveles.
La señora se dirigió confusamente hacia las estanterías y empezó a revisar varios títulos, hasta que escogió uno y me lo alargó.
Ahora me se sentía más culpable, ya que le había dado esperanzas sobre una venta que yo sabía no podía pagar.

El libro era en realidad una colección de cuentos de diferentes autores de la localidad. No era lo que le había pedido.
Se lo hice saber con gentileza y le prometí que el fin de semana regresaría con mas tiempo.
Por supuesto no pensaba hacerlo.

Rápidamente salí hacia la luz, no sin antes despedirme de la dependienta la cual con tristeza procedió a ocupar el asiento en el cual estaba cuando entré por vez primera.
Fue lo último que vi antes de que la puerta se cerrara detrás mío.

Me aleje con pasos presurosos.


Todos los negocios comienzan por un sueño.
Para el que funda una empresa, la misma es como un hijo que hay que cuidar y mantener al principio, para que finalmente crezca; se desarrolle y se eleve hacia los cielos de la prosperidad.

Muchas veces al inicio se comienza con buen pie, ya que se planifica el crecimiento de la compañía y se rigen por estrictas normas de conducta que permitan al negocio desarrollarse.


Aquellas personas que no están dispuestas a pequeñas reformas, no estarán nunca en las filas de los hombres que apuestan a cambios trascendentales. - Mahatma Gandhi


Lo único constante en el mundo de los negocios es el cambio. El empresario que no entiende esto está destinado a la extinción.

Una de las prácticas obligatorias de todo dueño de negocio es la constante revisión de su esquema de trabajo para ajustarlo a la realidad del momento y para monitorear los resultados que se obtengan de dichos ajustes.

Muchas veces nos aferramos a esquemas obsoletos de mercadeo y ventas, y por ello poco a poco las mismas van disminuyendo. La sangre deja de fluir.
Si dicha conducta persiste, el final será inevitable.

Hay muchos tipos de tristeza, pero uno de las mas deprimentes es la de estar en un negocio agonizante.
Se siente cómo la decadencia se ha esparcido por todas las rendijas del negocio y ello obliga al cliente a alejarse, ya que a nadie le agrada presenciar el decaimiento en acción.

Si se aplican buenas prácticas de auto revisión y de renovación, nos aseguraremos de que la empresa cuente con una larga vida.

Autor: Yohel Amat

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