miércoles, 26 de agosto de 2009

De como un plato de arroz me enseñó una lección

comida-china

De altos espíritus es aspirar a las cosas altas – Miguel de Cervantes Saavedra

Cerca del lugar donde pernocto durante el día hay dos restaurantes famosos: uno por ser un restaurante "popular" – llamémosle “Cilantro” – y el otro por su excelente ambiente y cocina china – llamémosle “King-Lu”.

Generalmente durante los mediodías salgo a buscar almuerzo para todos y obviamente me dirigía al “Cilantro” a buscar comida “corriente”: arroz blanco; carne al gusto y dos acompañamientos. Todo ello por $2.75.
Si uno quería ensalada, el precio se elevaba a $3.75.
Y encima no tienen aire acondicionado en el local.

La comida del “Cilantro” hace honor al término “comida corriente” ya que el arroz es blanco e insípido, y con él llenan tres cuartas partes del plato.
La carne no tenía nada de extraordinario y encima hay que pagar una penalización por la ensalada.

Sin embargo siempre iba allí porqué asumía que la comida del “King-Lu” era más cara.
La verdad es que no puedo recriminarme por mi actitud, ya que éste restaurante es famoso no solamente por su comida, sino que además es centro de reunión del jet-set nacional, incluyendo entre ellos a políticos y empresarios de éxito.

¿Cómo iba a pretender comprar comida en un lugar así? ¡Debía costar un ojo de la cara!

No recuerdo las circunstancias exactas de porqué actué así – quizás por el tedio de estar pagando por un plato lleno de arroz blanco -, pero el hecho es que un día me encaminé al “King-Lu” por mera curiosidad.

Lo primero que descubrí es que habían dos restaurantes en uno: uno para las personas que podían darse el lujo de comprar platos de comida con precios de dos dígitos; y otro popular.

Yo ya sabía esto, pero asumía que hasta lo “popular” en ese restaurante debería ser inalcanzable para nuestros bolsillos, a menos que se tratase de una ocasión especial.

Cual sería mi sorpresa al darme cuenta de que los precios estaban prácticamente igual – habían como $0.40 de diferencia solamente – y la comida era espectacular: arroz sabroso y de vegetales; vegetales al vapor que eran una delicia a la vista y al paladar; y una variedad de carnes de entre las cuales escoger y cual de todas mas exótica y sabrosa… y con aire acondicionado en el restaurante.

Ese día aprendí varias cosas:

1. Hay que aspirar a más… siempre.

Ya estábamos resignados a que la comida que nos merecíamos – por el precio que estábamos dispuestos a pagar – era la del “Cilantro”.
Y a pesar de que no era de nuestro completo agrado.

Con ello estábamos descartando toda posibilidad de almorzar mejor… prácticamente por el mismo precio.
Sin embargo al desechar del todo - y sin haber siquiera hecho el intento – el otro restaurante, estábamos en realidad botando nuestro dinero.
La mejor relación “costo – beneficio” era indudablemente para el “King-Lu”.

2. ¿Cuantas veces me habré perdido de cosas buenas por el simple hecho de considerarlas inalcanzables?

Al menospreciarnos a nosotros mismos y resignarnos a “ocupar nuestro lugar”, en realidad estamos limitando nuestras capacidades y coartando las posibilidades de conocer cosas buenas que sí estaban a nuestro alcance, pero para las cuales nos considerábamos indignos o sin los recursos para obtenerlas… siendo esto totalmente falso.

3. Hasta de un plato de arroz se puede aprender algo

Dixi.

Autor: Yohel Amat

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