domingo, 2 de agosto de 2009

La Soledad del Corredor

corredor

La vida no es sueño. El más vigoroso tacto espiritual es la necesidad de persistencia en una forma u otra. El anhelo de extenderse en tiempo y en espacio. - Miguel de Unamuno

El hombre se detuvo en la esquina. Jadeaba intensamente, ya que llevaba más de diez minutos de trote y se encontraba totalmente agotado.

Sudaba copiosamente y su corazón galopaba como un caballo salvaje.
Su prominente vientre se agitaba con cada respiración.
A los 40 años, y con el sobrepeso que ostentaba, 10 minutos de carrera eran una hazaña.

Ya tenía tres semanas de levantarse 6 días a la semana – descansaba solo los domingos – a las 5:00am.
A la hora que muchos todavía se acurrucaban en sus camas, el corredor procedía a cepillarse sus dientes; ponerse su uniforme de trotar y sus zapatillas; para luego salir al frío aire de la mañana y hacer su ejercicio matutino por una hora.

Tenía tres meses de retraso en su programa.

Durante ese tiempo se había dado a sí mismo todas clases de excusas para no levantarse en la madrugada y cumplir con su deber.
Había carecido de la disciplina necesaria, pero un día tuvo una epifanía y desde ese momento se prometió a sí mismo que no cejaría hasta que bajara 50 libras.

Normalmente en las mañanas se tropezaba con pocas personas que compartieran su programa de ejercicio.
Pocos eran los corredores en su camino; y los que habían iban concentrados en su tarea y raras veces intercambiaban saludos.
La carrera era lo importante.

Lo que si abundaban eran rostros cansados de personas decepcionadas de sus vidas y agotadas de tener que ir a trabajar un día tras otro. Una y otra vez.

También lo que en su mayoría encontraba eran vehículos que pasaban a toda marcha apurados en ir hacia ningún lado, ya que sus conductores y pasajeros simplemente se dirigían todos los días hacia ninguna parte.

Realmente su carrera era en solitario.

No supo si fue el grito o el escándalo del vehículo – tenía de esos dispositivos en el tubo de escape para hacer un escándalo de los mil demonios cuando aceleraban el motor – lo que lo sacaron de su estupor.

El conductor le gritaba improperios, burlándose de su prominente vientre y de su estúpido intento de rebajar.
Se había tomado el trabajo de detener su marcha: bajar la ventanilla y dedicarle quince segundos de su vida a nuestro corredor.
Mientras se alejaba se reía a viva voz y continuaba mofándose.
Su carcajada burlona fue lo último que nuestro corredor escuchó.

Se quedo meditando por un momento.

Se preguntaba porqué tenía que pasar por estas cosas, si él podía en esos momentos estar durmiendo en su cama presto a levantarse para ir al trabajo.
En ese escenario nadie se burlaría de él ya que estaría actuando “normal”.

No tendría que estar a ésta hora de la mañana exponiéndose a un asalto en la penumbra o a las burlas de morones como el conductor de marras.
¿Por qué tenía que pasar por estas situaciones?

- “¿Vale la pena todo esto?” – se preguntó mismo.

Mientras el sudor corría por su rostro, y su corazón se calmaba – se había acelerado aún más por causa de la ira que le embargaba en ese momento – meditaba profundamente para hallar una respuesta a su propia pregunta.

Cualquier conductor que pasara en ese momento pensaría que nuestro hombre se había tornado en estatua. Su agitado pecho era la único indicación de movimiento en su figura. Tal era su ensimismamiento.

Después de limpiarse la transpiración de su rostro con el dorso de su mano, tomó aire y reanudó su carrera hasta llegar a su auto.
La respuesta era obvia.


Al igual que el protagonista de nuestra historia, las personas que buscan su camino en la vida y que desean superarse a sí mismas – en el aspecto deportivo, personal, espiritual, laboral, etc. – enfrentan una carrera en solitario. Pocas personas los acompañarán.

Sufrirán de una constante presión para que dejen de actuar anormalmente y se unan a las huestes de los “normales”.

Ser diferente; verse diferente; o pensar diferente siempre han sido causas de marginación y de burla a lo largo de la historia y por ello todo aquel que decida cambiar las cosas y ser extraordinario - o sea hacer cosas extras, por pequeñas que sean, que los ordinarios no hacen - enfrentará las burlas; el rechazo; la apatía; y las críticas de los “normales”.

Se necesitará de mucha fuerza de voluntad y disciplina para poder lograr los objetivos que nos tracemos, ya que el dulce canto de la rutina y de lo cotidiano nos estará constantemente invitando a abandonar nuestros propósitos.
- ”¿Porqué matarse así?” – nos dirá al oído con sensualidad – “¡Deja eso!”

Disciplina: hacer lo que hay que hacer; cuando haya que hacerlo; nos guste o no nos guste.

Para alcanzar nuestro potencial en la vida deberemos hacer uso de mucha disciplina y tener bien presente que nadie estará presto a ayudarnos a lograr nuestras metas. Al contrario.

Deberemos aprender – como el hombre de nuestra historia – a comprender que la soledad será nuestra compañera en nuestro camino, y que ello no indica que sea bueno o sea malo: simplemente es así.

La carrera hacia el éxito es una marcha en solitario donde todo dependerá de nuestra mente y nuestros músculos. De cada pequeño paso que demos cada día en pos de él.
Que lleguemos o no, dependerá de nuestro sudor.

Muchas veces las cosas no se le dan al que las merece más, sino al que sabe pedirlas con insistencia. - Arthur Schopenhauer

Autor: Yohel Amat

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