jueves, 6 de agosto de 2009

El Determinismo... o “¿De quién es la culpa?”

acusar

Determinismo: Sistema filosófico que subordina las determinaciones de la voluntad humana a la voluntad divina.


El determinismo es un concepto esbozado en el excelente libro “Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva” del autor Stephen R. Covey y el mismo quiere significar que nuestra vida y actos están determinados por entes externos a nosotros y que inevitablemente nos conducen a actuar como lo hacemos.

De acuerdo a la definición del diccionario de la RAE – al inicio del presente artículo – se asume que toda nuestra voluntad y actos están subordinados a uno o varios entes externos, significados por la frase “voluntad divina”.
Se resume en la clásica frase “Es la voluntad de Dios”.

Aferrándonos al determinismo evadimos la responsabilidad de nuestros actos y contamos con una “muletilla” con la cual obtendremos paz mental.

El gran problema es que la vida es una guerra constante contra los obstáculos que se nos presentan en ella y un soldado que se engaña a si mismo… lo más probable es que termine tendido en el campo de batalla.

Según el Señor Covey hay tres clases de determinismo:

  • Determinismo genético
  • Determinismo síquico
  • Determinismo ambiental

Determinismo Genético

Según este tipo de convencimiento, la culpa de todos nuestros actos descansa en nuestra herencia genética.
Los culpables de nuestras explosiones de ira son nuestros antepasados… “¡Como no va a ser así si mi abuelo era irascible!”.

La culpa de que seamos irresponsables y que nos guste la parranda, es porque somos caribeños… “Y a los caribeños nos gusta la fiesta, ¿Cierto?”.

Basados en esta premisa podemos disculparnos por todos nuestros malos hábitos y conductas, ya que ¿Que podemos hacer?… así somos.

GRAN CULPABLE: nuestro ADN… ¡Bastardo!

Determinismo Síquico

Este tipo de determinismo define que la culpa de nuestros malos hábitos y conductas descansa en nuestros padres, ya que ellos nos educaron así.

Según este principio todos nuestros traumas y conductas son directa consecuencia de como nuestros padres nos enseñaron a desarrollar nuestros paradigmas y de los principios que nos inculcaron.

Según este principio nosotros somos como autómatas carentes de voluntad propia y discernimiento, los cuales simplemente ejecutamos día a día la programación que nuestros padres inculcaron en nuestra tierna y núbil mente.
Nunca nos detenemos a cuestionar el valor de dichas programaciones y simplemente nos limitamos a repetirlas… una y otra vez.

Abrazando este “axioma” podemos entonces descargar toda nuestra frustración por las consecuencias de nuestros actos en nuestros padres, ya que ellos incidieron en que las cosas se desenvolvieran así para nosotros…

GRAN CULPABLE: Nuestros padres… sin palabras.

Determinismo Ambiental

¿Quién es el culpable de que nunca reciba un aumento de salario? “Mi jefe me tiene rabia”.
¿Quién es el culpable de que mi matrimonio esté hundido en la rutina? “Mi esposa es la culpable… ¡No me comprende!”
¿Por qué nunca me alcanza el dinero? “Esos políticos tienen la culpa de mi desgracia… ¡Se la pasan robando! Solo saben aumentar los impuestos y sacarme plata del bolsillo”

Este tipo de determinismo buscará un culpable para justificar nuestra mediocridad en cualquier ente en nuestro entorno, ya que la culpa nunca será nuestra… siempre será por causa de otro.
Siempre habrá un “cabeza de turco” que sirva para justificar el porqué no avanzamos en la vida.

GRAN CULPABLE: cualquier otro… menos yo.


Sea cual sea su tipo de determinismo, es importante ser conscientes de que aunque definitivamente hay circunstancias y elementos que escapan a nuestro control (de ello hablamos en el artículo llamado “¿La Vida es Dura?” - http://yohelyav.blogspot.com/2009/07/la-vida-es-dura.html), en su gran mayoría nuestros hábitos, paradigmas y comportamientos pueden estar supeditados a nuestra voluntad y decisión.
Podemos decidir como reaccionar y como actuar.

Sin embargo para que tomemos control de nuestra vida debemos comenzar por aceptar nuestra responsabilidad por nuestros actos y comenzar a condicionar los mismos a nuestra voluntad.
Con ello comenzaremos a estar conscientes de que ante nosotros siempre tenemos alternativas y opciones, y que para ello nacimos con libre albedrío.

Autor: Yohel Amat

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